viernes, 30 de septiembre de 2016

EL MAGNETISMO DE LAS PEQUEÑAS COSAS


Mi primo Javi el de Zaragoza me regaló cuando me ordené de cura un maletín de esos mini-sacristía con todos los útiles en miniatura para llevarlo fácilmente y celebrar la misa donde sea, delivery, jaja. A mí me hizo gracia y le bromeé por haber tenido semejante ocurrencia. No se imagina las veces que me acuerdo de él, cada vez que sale el calicito y las botellas mini para el agua y el vino, to los días.

Si miro ahora a mi alrededor me doy cuenta de la cantidad de cosas que tengo y que yo no me he comprado, me las han regalado, y muchas con motivo de mi envío al Perú. Son como las puertas de Matrix, que me transportan a otros momentos, me traen otros rostros, hacen resonar conversaciones y risas, son balizas que me sitúan en una vida larga, amplia y rica en personas, lugares, experiencias, cariños.

Mientras escribo voy vestido con un buzo, o sea un chándal que me regaló mi grupo MRC de Santa Ana por mi cumpleaños. Y las zapatillas Joma fosforitas que llevo, las mamás de la primera comunión de aquel año. Estoy en mi despacho: levanto la vista y los rostros de mis sobrinos aparecen en un corcho junto al poema "Y yo me iré", de Juan Ramón Jiménez. Pero ahora subo a mi cuarto, y allí, sobre la pared, están los dibujos que mis niños me regalaron el día antes de vernirme acá, hace... dos años. Cuando vi el avión, el increíble C, la vaca y el escudo del Atlei creí que me iba a estallar el corazón. Jamás olvidaré ese momento.

¡Dos años ya en Perú!

La radio multibanda es un regalo de mis compañeros los profesores del colegio de Badajoz cuando me fui ¡a Senegal! Reconforta saber que las cosas cumplen con el cometido para el que las trajeron, aunque cambie el idioma que estaba previsto que saliera por los parlantes. Sobre mi mesa, la estatuilla del Buen Pastor que una vez Juan Carlos me trajo de Roma, un atril de madera que me compró mamá en la librería San Francisco, una estampa que me regaló Glafrira con la frase: "Solo el amor abre caminos inesperados", el cuaderno de viaje que me regaló Toñi, la postal de despedida de los Retoños ("Aunque la distancia nos separe, en el corazón siempre estaremos juntos"), un pequeño bufeo de madera de Dominik la de la selva y el libro de los Ejercicios que compré en Valladolid con el maestro Ignacio Iglesias y que siempre me acompaña.

Más ropa. La casaca azul me la regalaron mis compañeros de Juntiña, y la verde me la regaló Carmen, igual que las peazo zapatillas marca Columbia (lao Tita, ya se han empezado a romper). Junto con el chándal, los santaneros me regalaron unos calcetines largos, que me vienen de maravilla para que las botas no me quemen las piernas en mis caminatas por esos mundos. Estas otras botas Bestard, magníficas, me las regaló Morke, y me recuerdan los días de senderismo por Burguillos, Tentudía... jaja, ay, aquellas setas.

Las sandalias cangrejeras me las compró Berta en el Decathlon, y las chanclas verdes mi hermana Susana, y no sabes cómo van por todos sitios, utilísimas. Hay una camiseta de "recuerdo de Croacia" de Mª Elena, el gorro de caminar que me regaló Ana Muñoz y que ha sido compañero en mil batallas, una gorra roja Adidas que me regaló Grabiel, un bañador pituco de Ana Llanos y, por supuesto, el palo de trekking que me compraron mis papás y que es mi tercera pierna, ¡gracias!

El erizo que vive en mi mesilla de noche me lo regaló Nancy cuando estuve con el tobillo a la virulé. Junto a él siguen las siete pulseras que mis sobris me entregaron al despedirnos, y justo encima, una goma eva donde pone "Felicidades misionero", que me envió Rosi. Faltan la mochila, estupenda, que me abraza cada vez que pateo la montaña, y la maleta gooorda, regalo de mi primera misa. Hay también un arbolito huayruro "recuerdo de Tarapoto", un tumi de pisco y el portaformas último regalo de mi tío Víctor. Y lo más importante: el crucifijo misionero (¡qué día aquel!, ¿te acuerdas Paco?) y el asombroso cuadro del conejo que mi sobrina Pilar me pintó y me envió a Mendoza.

Cosas que cada día veo y uso, que me traen el sabor de quienes me quieren y, de alguna manera, siempre me acompañan en esta aventura. Lo escribo en el ordenador que me regalaron las parroquias de mis valles cuando me vine... hace dos años. Estamos empezando.

lunes, 26 de septiembre de 2016

EL ALUMBRE QUITA EL SUSTO


Se ha hecho de noche en la quietud rumorosa de la selva. Hace frío a causa de la abundante lluvia de la tarde. En la cocina, junto al fuego, enseño a María (9 años) a dividir por dos cifras. Mientras, Joshé Villalobos frota con piedra de alumbre el torso desnudo de su hijo menor y yo lo observo fascinado.

Y es que el pequeño José (6 años) fue el otro día a buscar al caballo y lo encontró… muerto. Corrió llorando a su mamá, pero lleva desde entonces malito, afectado por la impresión, el susto. Para sacárselo, su papá ha comprado en Mendoza alumbre; cuando ya ha restregado el cuerpo del crío coloca la piedra en la candela. El alumbre empieza a moverse, hincharse y contraerse, como “respirando” de forma extraña durante mucho rato. Cuando se queda quieto, habrá tomado la forma de lo que causó el susto, y la persona estará curada (!!!!!).

Si mi mami me pasara el alumbre a mí después del último viaje por la montaña, ¿qué saldría?

UNA LLANTA: Al comenzar mi periplo por la zona de Zarumilla iba tan contento cuando… derrape, choque y reventón de llanta. Es cerquita de Totora y al toque encuentro ayuda para colocar la rueda de repuesto. Pero también está pinchada. Chau. En la adversidad se aprende lo buena que es la gente: se portan conmigo de maravilla, me ayudan a llevar las llantas a Mendoza, me dan cena y posada en el hotel de 5 estrellas de Nely y Manuel.

UNA BODA: Rosa (la enfermera) y Benigno por fin se han decidido a casarse, así que no podía yo faltar a este acontecimiento, y de hecho al llegar encuentro a casi todo el pueblo en plenos preparativos: el trapiche lleva moliendo caña desde el amanecer para hacer guarapo, se ha matado un toro y la carne se seca en la lumbre a salvo de las moscas antes de cocinarla, aparecen música y parlantes, se decoran las tortas…

Almuerzo dos veces: donde me acogen y en casa de los novios, y ahí me ponen cuy, como a todos: es la señal de que estamos de fiesta gorda. Por la noche, en la iglesita, no cabe un alfiler. El novio con terno y corbata; su mamá con un sombrero y pollera que la delatan que es de la sierra. Los padrinos muy serios (no suelen ser los padres por estos andurriales) y la novia con pantalón y chaqueta; bordea los 40 y tiene dos hijas, la mayor más alta ya que ella.

Casi desde que entramos en la capilla se pone a llover, un diluvio furioso que golpea el tejado y me hace dar gritos para hacerme oír. Y al momento, antes de las lecturas, se va la luz. Así que toca una eucaristía a oscuras y en medio de un ruido ensordecedor. Pero todo resulta bien. Con as linternas pasamos a la casa del flamante matrimonio a celebrarlo. Al toque se conectan unos cables a un motor, nos sentamos todos los que cabemos y hacemos el brindis con vasitos descartables de vino dulce. En la mesa, al frente, las tres tortas, los pancitos y las "tortillas"... Todo muy sencillo, muy entrañable y muy divertido.

El alumbre es un sulfato de aluminio y potasio conocido desde la antigüedad y usado para preparar tintes y como desodorante entre otras cosas. Cuando se calienta pierde su forma cristalina y se convierte en una sustancia amorfa. Lo miro detenidamente y... no acabo de ver el caballo; ni tampoco la rueda, ni el toro en salsa. Pero sí contemplo la acogida, la simpatía y la generosidad de esta gente. Claritas.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

REMEDIOS INFALIBLES


¿Cómo sacar la cabeza del agujero tenebroso en el que a veces te ves metido? A grandes males, grandes remedios. He aquí una muestra:

Encontrarse con Doily (3 años) o Virginia (5 años) por la plaza gritando "¡¡¡¡¡padreeeeeeeeeee!!!!!", y verlas venir corriendo a darte un abrazo.

Llevar la computadora con virus a Edgar, que se la quedó en la tienda, la despiojó, le instaló el Windows 10 y un antivirus nuevo, y no me quiso cobrar nada.

Ir a la actividad de la catequesis familiar, jugar un partido ¡de voley!, ganar metiendo tú el último punto y recibir de premio un keke, toma ya.

Recibir en mi despacho a unas señoras que vienen a pedir una misa de año por su papá y escuchar: "Usted celebró su entierro, fue muy bonito y queremos que usted por favor haga esta misa".

Llega una caja de España, aparecen varias tabletas de chocolate y paquetes de jamón además de barritas energéticas y algunos otros enreos. Todo lo veo como un kit de primeros auxilios: ¡gracias, papá y mamá!

Aparece un Email que dice así: "Toda persona atraviesa por momentos malos en la vida... lo importante es no dejarse vencer; sé que tú saldrás de todo esto para seguir contagiándonos de la alegría que te caracteriza. Además sabes que siempre puedes contar conmigo y ser tú mismo". Ooohhhh!!!! También acá en Perú tengo amigos.

Paula nos invita a comer a su casa y allí pruebo el hueso de la risa con Santiago (5 años) y Cristina (7) y no falla, las carcajadas retumban por todo Mendoza.

El domingo a la hora de almorzar me llaman y me invitan a ir a las aguas termales de Tocuya, ¡y claro que fui! Llovió pero lo pasamos chévere.

Leer un montón de comentarios en el face que me animan y me recuerdan que sí, que hay gente que me quiere y me apoya aún en la distancia.

...

Y si todo esto (y otros muchos detalles que no cuento) no acaba de funcionar, se va uno a la aldea a la caída de la tarde, hora del aseo... a darse un baño de Esperanza (la foto lo dice todo). Para comérsela, para respirar, para seguir caminando.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

QUÉ NOCHE LA DE AQUEL DÍA


Fue en la víspera de San Nicolás, fiesta patronal, el 10 de septiembre. Tras la misa, la plaza se ve atestada de gente de todos los puntos de la provincia, la orquesta afina para la retreta, no amenaza lluvia, quedo con los amigos para encontrarnos más tarde, a la hora del castillo: todo aparentemente se presenta vacán en esta noche de fiesta. Y lo será hasta que la madrugada se haga demasiado larga.
                                                                              
El castillo de fuegos artificiales resulta, como de costumbre, espectacular. Mientras se quema, la banda interpreta marineras y explotan bombardas sobre el fondo estrellado, es una experiencia hermosa y singular. Cuando la última chispa se extingue es el momento de ir al trozo de calle frente a la iglesia, junto al escenario, a marcarse unos bailes porque los mirones y chismosos que abarrotaban las gradas ya bostezan camino de su cama. Pero antes queremos beber alguito, a mí al menos me hace falta pa que me anime a mover el esqueleto.

Pero ¡el bar El Alto está cerrado! ¿Cómo es posible que no haya dónde tomarse un pisco sour en todo Mendoza? Aaaaaay. Vamos a la licorería mientras les explico lo que es el botellón (como si yo fuera un experto, jeje). Compramos una botella pequeña de ron y dos coca colas, nos dan vasos chicos (como de mojito) de plástico y ahí, sentados en un banco y sin hielo ni nada, descubren el ron con coca cola. Corruptor de menores; todos pasan los 30.

No tiene nada que ver con los barcelós de Piedeporra, pero es un combustible que bota mi roche y me pongo a bailar. Me muestran vídeos del año pasado, yo moviéndome sin saber qué hacer con los brazos, y se vacilan los bandidos (es decir, que se cachondean sin escrúpulos y nos reímos). Me siento tranquilo y me divierto sencillamente, como uno más. Y hasta veo hombres que bailan peor que yo.

Al rato vamos a pillar pollo frito con papas que está delicioso, otro lingotazo y a seguir con las cumbias, los huaynos y lo que se ponga por delante. La plaza se va despoblando, el porcentaje de borrachos aumenta y veo que llega el momento de ir a planchar la oreja. Son las 3 y en la casa de abajo, lejos de la música, me quedo como una piedra. Una noche redonda… de momento.

A las 5 suena el despertador porque a esa hora comienza el albazo, la oración de la mañana. Como un zombi voy a la casa de la plaza, subo a mi habitación para poner a cargar el celular y… ¡un peazo temblor! Dura unos instantes; hay una pausa, una quietud tensa y silenciosa y… ¡otro temblor más fuerte todavía, una sacudida aterradora de seis segundos! Noto cómo la casa enterita se estremece, crujen cada uno de sus adobes y me parece que va a colapsar. En una décima de segundo me encuentro en paz conmigo mismo y siento que, si ha llegado el momento de cerrar un ojo (así decía mi abuela), es una bonita noche para decir adiós.

Notovía. Fuera hay gritos, la orquesta ha enmudecido. Alguien coge el micro y trata de tranquilizar a la gente: “No ha ocurrido nada, un pequeño sismo pero sin gravedad”. Pocos minutos después se reanudan bachatas y salsas. “¿Tienes aguardiente en la casa, para hacer el draque?” – me pregunta Adelaida. “Sí, vamos a buscarlo”. Al traspasar la puerta que da a la cocina, una lluvia me moja ¡dentro de casa! ¡Oooooh Dios! Subo al piso de arriba y ¡aaaaaaaaaaah, un chorro inmenso de agua cae atravesando el encartonado del falso techo! ¡El temblor ha roto el tubo del tanque que está en el doblao bajo las tejas! Cierro la llave de control, Adelita sube a reparar la rotura con teflón, de momento lo logra y al toque nos ponemos a achicar agua y trapear como locos. Mientras se escuchan los cantos del rosario de la aurora en la iglesia.

Sudo un rato recogiendo agua a las 5:30 de la mañana, resacoso y casi sin dormir. Y escucho chispazos y pequeñas explosiones sobre el techo de la sala, los cables se han mojado y hay cortocircuitos; pronto nos quedamos sin luz. Hay muchísima agua acumulada, agujereamos el encartonado para que caiga sobre baldes y barreños... Uuuuf. Salimos justo a la hora del draque, té caliente con el trago que buscábamos… me jinco lo menos siete vasos, lo necesito. Es más efectivo que las aspirinas mañaneras de John Mc Klein en “La jungla de cristal”, porque casi al momento el huayno nos pone a saltar a todos en la puerta de la iglesia, y con las risas ahuyentamos el susto.

El fontanero vendrá algo más tarde, recobraremos el agua y al día siguiente la electricidad, todo volverá a su ser. Y yo comenzaré la Eucaristía del día central de la fiesta patronal dando gracias a Dios “en primer lugar porque estamos vivos”. Que no es poco. Qué noche. La vida es increíble. Más sorprendente, más tremenda, más intensa, más impactante, más generosa, más peligrosa, más… todo. Y siempre preciosa.

viernes, 9 de septiembre de 2016

DESFILE COSTUMBRISTA


Hay actividades dentro la programación de la fiesta patronal que son deliciosas por sencillas, vivas y participativas. Programa cultural con bailes guayachos, marineras y danzas tradicionales; compostura de la imagen de la Virgen con invitación a chicha y a tortillas; animación de la banda dale que te pego toda la tarde; pero lo mejor de este año, el desfile.

Los del comité de fiestas envían oficios (acá todo se hace así) a las escuelas, los jardines, los colegios, las municipalidades y otras instituciones para que preparen las escenas que conformarán el desfile. Se trata de describir de manera plástica costumbres antiguas de nuestra provincia, con disfraces, pancartas, narraciones y escenificaciones caseras pero desternillantes. Me encanta porque es una expresión popular del amor a esta cultura y a esta tierra.


Los niños del jardín dan mucho juego, como en España. Comienzan con la proseción con sus santitos, la banda y su sacerdote, todo en miniatura, jeje. Claro que después sigue el matrimonio con "el párroco de la provincia" (el del micro lo repite mil veces), los padrinos, los novios y los invitados bailando huaynos. Mientras lo veo se me ocurre que pronto las bodas se van a convertir en una rareza folclórica y los curas en una curiosidad etnográfica, si es que no lo somos ya.

La plaza está a full, sale el sol y abrasa, al rato llueve y nos mojamos... el clima de Huayabamba es así, loquito. Se suceden escenas tradicionales del imaginario mendocino: el corte de pelo de un niño al bautizarse o después de una grave trastada; la minga, que era un sistema de ayuda mutua en la cosecha del café por turnos entre los vecinos, una forma de solidaridad comunal imprescindible para la supervivencia; el duelo por un bebé muerto sin bautismo que consistía en quemar los cabellos de las mujeres; el arado con bueyes; el trapiche tradicional para la molienda de la caña de azúcar y la obtención del guarapo y la panela, etc. Es una gozada aprender viendo, escuchando y riendo, estoy como una esponja que quiere absorber todito.

Me como un bodoque, un polo de lúcuma hecho en casa en un vaso de plástico con un palo dentro (sí mamá, ya sé...), mientras actúan la municipalidad de Mariscal, la de Longar, el colegio San Nicolás, el Toribio... Trajes antiguos, música, mucho ruido, yanques... Los de la muni provincial me piden prestada una tijera para escenificar el corte de pelo a una chica pishpirilla, jaja. Llega Doily, que quiere que la marque, y la verdad es que todos nos lo pasamos pipa con el teatrito de Agapita, el gerente y la secretaria. Acá posan para la cámara:


Son momentos de estos días de fiesta que me hacen sentirme parte de este pueblo, menudo y humilde, pero grande en humanidad y solera. Es una cultura rica, alegre, que se aprecia a sí misma, y por eso se trasmite a través de demostraciones como ésta, que hace pasar los valores en un ambiente entre divertido y solemne, típicamente huayacho.

domingo, 4 de septiembre de 2016

COMO LA BOLA DEL PIN-BALL


Llevo unos días de ajetreo rico, de un lado para otro como la bola del pin-ball, poingpoing. Cansa pero me permite encontrarme con muchas personas y eso es bonito y llena. El diario de misión está repleto de pequeñas anécdotas y detalles curiosos.

El sábado pasado jornada de agentes de pastoral, faena y asamblea con los papás de la Casa Hogar (que se merece otra entrada), viaje a Huambo con reunión del consejo de pastoral y misa, todo en uno. Entre medio, llamadas por todos lados mientras estoy en moto, o confesando, o almorzando. Un día en que no te da tiempo ni a tirarte un peíto

Domingo: desayuno con arepa y carahota venezolanas con las hermanas, misa y rumbo a Limabamba: Eucaristía, consejo de pastoral y luego una visita relámpago a Chirimoto, para de ahí pasar a Calohuayco. Como Nely está de viaje, hay que hacerlo casi todo: hasta subir al campanario por una escala peligrosita y repicar. Vale la pena porque esta gente es muy buena y se lo merece. Ríen con la bromas de la homilía mientras San Juan Macías nos mira con la cara de Fede pero más tiernito.

El lunes era la víspera de Santa Rosa de Lima, y me vi a las 9 de la mañana en la iglesia llena de policías con traje de gala, y un general y todo. Tras la misa, procesión con la santita y bendición del nuevo segundo piso de la comisaría: discursos y más discursos de las autoridades, miles de apretones de manos bajo el sol de mediodía y al final almuerzo entre gente importante. Pero la gallina se quedó a medio comer porque a las 2 me esperaban ya en Mito para su fiesta patronal, y de ahí comencé un viaje de más de dos horas hasta Líbano.

Todavía no había llegado cuando ya me estaba llamando Loymer para invitarme a cenar, porque esa noche se iban a casar él y Apolonia (ya era hora). Así que del carro pasé de frente al cuy con papas y arroz, y de ahí a una tercera misa, la víspera de la fiesta de Santa Rosa, patrona del Líbano. Creo que es la primera vez que hago la homilía con una niña en brazos, la marqué porque corría por el pasillo y no me dejaba, jaja. Al terminar, la banda no llegó a la puerta de la iglesia, así que lao no pudimos bailar, pero fuimos a jugar al futbolín y les pegué unas buenas palizas a unos y a otros. Una nube de muchachos miraba boquiabiertos al cura jugar duro y ganar… jaja, gracias Félix por tantas horas de vicio en los futbolines de la calle Santa Eulalia cuando éramos chivolos.

El día central de la fiesta, el pack completo: misa, procesión (con gorra) y almuerzo. Y un montonazo de ofrendas que colman el cofre de la camioneta: plátanos a full, papayas, cafesito, paltas, panes, tarros de dulce… y hasta una gallina en una caja. La gente nos trata con un cariño y una sencillez apabullantes. Regreso y paro en Nuevo Chirimoto a visitar a Gabriel, que está en cama con una pierna recién operada por un accidente de moto. Mientras conversamos, su esposa llega y me avisa: “¡Padre, una gallina está revoloteando por todo su carro!”. Jaja, se había salido de la caja.

Miércoles: esta vez hay que ir a Santa Rosa, que celebra su “segundo día”, una especie de repetición de la fiesta para que vayan a misa los del pueblo, que ayer estaban ocupados atendiendo a sus visitas. Quieren confesarse varias personas, y entre ellas algunas a las siento que puedo escuchar y ayudar; una mujer, hablándome de sus problemas, me dice: “Los varones nunca maduran”, jaja, me parecía que iba dirigida a mí… Jamás en mi vida había visto una procesión con dos imágenes iguales pero de distinto tamaño: la Santa Rosita primera, chiquita, y la más reciente grandaza, que parece su mamá. Aaay Diosito. He ido en moto y al regresar, desde la altura, veo cómo la lluvia va barriendo la llanura de Huayabamba: una impresionante cortina de agua que tiñe el cielo de grises acercándose a Mendoza. A ver quién llega antes, el aguacero o yo, y gano por dos minutos: abriendo la puerta del garaje empiezo a mojarme pero me libro de la tremenda tormenta que atrona el valle entero.

Aún me quedará ir a Michina esa misma noche. Y al día siguiente, Nueva Unión y Nueva Esperanza, lejos, hacia La Jalca. Y esta tarde, Challuayacu y Nueva Luz. De acá para allá. A ver si entre golpe y golpe de la bola doy en los 1000 puntos y voy madurando. Ahora estoy de nuevo en Limabamba, donde disfruto por fin de una mañana tranquila: duermo, descanso, paro y escribo. Pero ahí nomá porque ya es muy largo.