jueves, 1 de febrero de 2024

INCULTURACIÓN DE LA MINISTERIALIDAD EUCARÍSTICA PARA QUE EL PAN SEA CERCANO


¿Cómo hacer para que la Eucaristía sea algo más habitual, cotidiano, no “raro”, y por tanto esté cercana a la situación humana de tanta gente en la Amazonía? Es una cuestión compleja. Porque la Eucaristía depende de los sacerdotes; y hay muy pocos, mientras que comunidades hay muchísimas. Concretamente, en nuestro territorio más de 600.

Desde luego es preciso rezar para que haya más presbíteros, y formar mejor a los candidatos (QA 86. 90), y ese es otro tema peliagudo en el que no entro. Pero también hay que preguntarse qué nos está diciendo Dios con todo esto. Es decir, ¿qué tenemos que cambiar, dejar o crear para responder a esta tesitura de necesidad y carencia a la vez? ¿Qué hay que desaprender, modificar y aprender?

Un ramillete de iniciativas creo que tendrían que ver con lo que el Papa llama la inculturación de la ministerialidad, a lo que dedica un epígrafe de Querida Amazonía (nn. 85-93). Él da por hecho que todos entienden la Iglesia como un cuerpo ministerial, pero la realidad es que el clericalismo de muchas cabezas sigue tragándose esa pretensión un poco por todas partes. Lo sabemos y hay que remar con ese rumbo. ¿Cómo?

- los diáconos permanentes deberían ser muchos más en la Amazonía; ellos, las religiosas y los laicos están llamados a asumir responsabilidades importantes (QA 92) en las comunidades. Y también las que tienen que ver con facilitar al pueblo menudo y alejado el acceso a los sacramentos.

- incluso el Papa dice que “los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos…” (QA 89). No se refiere a presidir la Eucaristía, pero pueden ser el Bautismo, el Matrimonio, la Unción… Hay maneras de celebrar la experiencia de la reconciliación, aunque no pueda darse la absolución sacramental.

- pienso que podría haber muchos más ministros de la comunión y por tanto más sagrarios por esos ríos y quebradas. Con la mejora de la movilidad, sobre todo en algunas zonas, el pancito seguramente llegaría a ser bastante más cotidiano y familiar para muchas personas.

- eso por supuesto requiere “la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad” (QA 94), que no funjan como meros sustitutos o trasuntos de los sacerdotes, sino que sean ministros a su manera, creadores de “una cultura eclesial propia, marcadamente laical (QA 94). Palabras mayores.

Para ir progresando hacia ese horizonte, podríamos dar algunos pasos concretos en la onda de poner las cosas fáciles al pueblo de Dios para que pueda disfrutar del Pan que da la vida eterna.

- tal vez sería sensato focalizar algunas comunidades en cada puesto de misión con las que hacer este proceso de promoción y acercamiento de la Eucaristía a la dinámica celebrativa y a la vida ordinaria. Si no podemos llegar a tantísimas, elijamos algunas y vayamos avanzando.

- estaría muy bien una campaña de preparación a la primera comunión de los adultos, de suerte que en poco tiempo y de manera sencilla, nuestra gente goce ahora de lo que no se pudo cuando niños.

- por otro lado, valorar el Pan por encima de todo y enseñar que la Eucaristía es lo más importante, y por tanto siempre que haya la posibilidad, hay que comulgar. No es nada excepcional ni esotérico; de hecho, Jesús eligió pan y vino, lo que se comía todos los días en su cultura, y su mandato fue “tomen y coman”, no “miren” ni “adoren”.

- y claro, no cargar las tintas con “estar debidamente preparados” (¿alguien puede decir que lo está del todo?). A la vez favorecer modos de vivir el perdón, e ir acompañando a las parejas con prudencia pastoral, estimulando el deseo de contraer matrimonio, pero acomodándose a cada caso particular (Amoris Laetitia 300) y aplicando las normas con epiqueya.

Todo esto no es factible sin audacia, ensayando y evaluando, y a la vez con paciencia y fidelidad a la aspiración de que la Eucaristía sea de verdad significativa. Ojalá el Pan pueda iluminar cada vez más todas las situaciones humanas y fortalecer el caminar de las comunidades que desean seguir a Jesús en esta Iglesia amazónica, pequeña pero enorme en extensión, precaria en recursos humanos pero optimista en sus sueños.

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