viernes, 22 de febrero de 2019

ECOLOGÍA DEL REINO


Este año el habitual encuentro teológico de febrero volvió a Chaclacayo, al escenario de la primera vez que viví estos días tan especiales de estudio, reflexión, aprendizaje mutuo y sobre todo mucha, mucha vida. Compartida con creyentes excepcionales, que caminan con el pobre en el centro y Jesús en el horizonte, y construyen una Iglesia samaritana.

El tema: “Cuidado de la creación y desafíos actuales”, en sintonía con el Sínodo amazónico que sigue su proceso y culminará el próximo octubre. Pero desde la mirada de la teología, que con un pie en la realidad y el otro en el Evangelio, repiensa la ecología integral y la hace evolucionar a ecología del reino. Puesto que la crisis es una sola (ambiental y socioeconómica-cultural), los seguidores de Jesús estamos llamados a buscar la justicia guiados por la misericordia preferencial como criterio inequívoco.

Sesudas charlas, reuniones de grupo y plenarios alternaban con momentos de distensión y convivencia. A las 6 de la mañana los fans de la piscina ya nos estábamos dando el chapuzón acostumbrado para comenzar el día, alguna vez precedido de un saludable paseo; los refrigerios, la sobremesa y los ratos libres de la noche eran para conversar sobre lo divino y lo humano, arreglar la Iglesia y el mundo… Hacer circular y reforzar los valores que nos identifican como cristianos que caminan y trabajan con una determinada sensibilidad, enraizada en la liberación de la pobreza en todas sus versiones.

Como participaba por cuarto año, no era ya “nuevo”, y desde el principio me sentí muy a gusto y relajado, sin la mijita roche de otras veces. Uno de los días se dedicó a testimonios de la Amazonía, y a mí me habían pedido que preparara algo sobre la triple frontera y nuestra misión islandesa. Los comentarios, felicitaciones y palabras de ánimo me hicieron pensar en lo distintas que se ven las cosas desde fuera, y el bien que nos hace que nos objetiven. Siempre hay algo excepcional en la vida y tareas de cada persona, pero a menudo, metidos en el día a día, no nos damos cuenta ni lo valoramos porque para nosotros “es natural” y no tiene más mérito.

Salió mucho el deseo de una Iglesia más ecológica: más laical, más participativa, con la mujer en el lugar que le corresponde, menos “sacramentalista” y más comprometida con los débiles, y que haga suyos los clamores de la Amazonía: la deforestación, la trata de personas, la desaparición de culturas ancestrales, los abusos, el narcotráfico, la corrupción, la defensa del territorio de los pueblos indígenas, la minería ilegal… Los temas de los que el Papa habló el año pasado en Puerto Maldonado (porque hubo otros más “intraeclesiales” que no los mencionó, por algo será).

Llegó la noche de la fiesta. Ya no me tocó salir a “aprender a bailar sevillanas”, más bien le aconsejaba a Fernando Asín qué novatos podían dar más juego en la dinámica. En el tradicional powerpoint de Miguel, lleno de fotos y bromas de la semana, sí que aparecí varias veces. Y pensaba: “Es un hecho: soy uno más entre esta gente a la que admiro. ¿Cómo es posible?”. La única explicación que se me ocurre es que Diosito lindo me lo ha concedido. Acá sigue mi anillo, porque Él es fiel.

Con amor pronuncias mi nombre
en cada edad de mi vida.
Vuelves a llamarme
con ternura,
con comprensión
y delicadeza.

Así el propósito de mi existencia se va concretando,
se consolida y a la vez lo redescubro,
me lo presentas con rostro nuevo y permanente en su esencia,
enriquecido continuamente con la sorpresa de tu propuesta.

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