miércoles, 2 de marzo de 2016

VUELTA A CASA


La puerta toca insistente, el ruido de las ruedas de la silla de mi despacho, una mujer que me interrumpe, "quiero conversar padresito". Escucho mientras risas de niños embellecen la plaza de Mendoza a la media tarde; dentro de un rato iré a Nueva Esperanza a celebrar la Eucaristía, y allí nos tomaremos todos una taza de tuprache antes de despedirnos. En ningún sitio se está como en casa.

Las vacaciones han sido espléndidas, pero ya tenía ganas de regresar. Y ha sido llegar y pegar: gira de presentación de mi nuevo compañero Baltazar y dos cursillos de agentes de pastoral, el de iniciantes (en la foto) y el de veteranos, ocho días a full. A continuación, las tareas propias de programación del curso, algo tan absorbente como estimulante.

Me doy cuenta de que tengo la parroquia en mi cabeza. Todita, la provincia entera. He pateado ya todos los pueblos menos 7, y por tanto puedo apreciar las distancias, los recorridos, las coyunturas y particularidades de cada comunidad. Ya me brota espontáneamente imaginar qué se puede hacer, cómo intentarlo, de qué maneras acompañar, qué hay que crear, qué se puede mejorar.

He necesitado un año entero para disfrutar de este conocimiento pastoral, y me entusiasma. Ahora hay que lanzar ideas, debatir iniciativas, proponer cambios. Lo iremos haciendo en diferentes momentos y grupos. Y también hay que tratar de encajar todas las cosas en la programación; armar el calendario es como resolver el cubo de Rubik, me acuerdo de mis padres cuando tocaba cuadrar el horario del colegio...

Llueve pero no como el año pasado.
A mediodía solea duro y un niño te vende un helado por la calle. Veo mujeres jugar voley al pasar con el carro. Gabriela me hace cosquillas y luego se duerme como una piedra durante la misa. Paso por la municipalidad y se me olvida el gorro por ahí. Mis gatos Pixi y Dixi cada vez tienen más cara y se meten en la cocina en cuanto te descuidas. Me gusta el sabor del primer café de las 5:15 de la mañana, envuelto en silencio. La moto siempre es perezosa para arrancar. El celular suena y escucho en guayacho: ¿On `stás?

Sí pues, ya estoy de nuevo en casa. Saboreando la calidez de las cosas cotidianas, disfrutando de lo conocido. Es muy bonito. Pero yo, de alguna manera, soy distinto. Hay sopa de quinua para almorzar; luego, cuando vea a Johnny y a Silver, retomaremos las bromas de costumbre: "te voy a reventar". Me voy a una ración de abrazos en la aldea. Pero... de nuevo llaman a la puerta, no hay manera... En casa hasta el poto descansa.

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