jueves, 12 de junio de 2014

LA VISITA A LORENZO


Me lo encuentro sentado en la fresca penumbra del salón de su casa a mediodía, calzándose unas alpargatas y vislumbrando el aperitivo. Hoy llevo una mochilina de la que saco un libro que lleva un dibujo de su rostro en la portada. Me lo prestó la última vez que nos vimos; se lo hizo su nieta para celebrar su cumpleaños, y está lleno de anécdotas, chistes, adivinanzas, cuentos... lo que ella llama "cosinas de mi abuelo". Delicioso. Al tendérselo sobran más palabras, Lorenzo sabe que es el momento de la despedida.

No hace mucho que nos conocemos. Nos habíamos visto y saludado muchas veces, durante el paseo mañanero, al bajar por la carretera de Salvatierra. Él, grandón en sus 87 años, con gafas oscuras y una radio cuyo murmullo metálico se confunde con el dolondón de las vacas y las ovejas; yo, llevado a paso ligero por mis zapatillas antes que la mañana avance y no me de tiempo a nada. Perdió a su esposa Rosalía y ahí también nos tratamos, pero realmente no hablamos de tú a tú hasta que María Eugenia me dijo: "te va a encantar ir a visitar a mi padre, ya verás".

La conversación con Lorenzo es siempre prodigiosamente amena. No solo por su memoria milagrosa, sino por su manera de describir las cosas, el sabor de las situaciones, las personas con su carácter. Es un hombre que desde chico aprendió a sufrir y a trabajar en épocas terriblemente duras de guerra y posguerra. Pero no hay en él un poso de amargura. Se acuerda de por dónde dejamos la historia la vez anterior, de lo que me ha contado y lo que no, y hoy me saca una cerveza y una tapa de lomo.

Mirarlo hablar te evoca un roble recio, crepuscular pero sólido a pesar de los años. Capaz aún de reír, adiestrado en aparejar la vida por donde venga y tal como venga, discreto y macerado en la sencilla sabiduría de la experiencia. Ha sido un honor conocer a los mayores de mis pueblos. Me ha hecho mejor persona, "no agraviándolo a quien esté leyendo esto", como dicen ellos. Un apretón de manos y un nudo en la garganta. Adiós, Lorenzo, Camila, Juana, Juan, Cristino, María, Isabel...

Para ahuyentar la tristeza, transcribo uno de los chascarrillos de su libro:

Un sargento dijo a un soldado: "Coge estos dos pollos y se los llevas al coronel de parte del sargento Julián". Llega el soldado a casa del coronel, se presenta delante de él:
- "¿Da usted su permiso?".
- "Sí"- le contestó el coronel.
- "Traigo dos pollos de parte del sargento Julián".
- "Suba arriba y entrégueselos a mi mujer. Luego, baje usted, para explicarle cómo se presenta un soldado delante de un coronel".

El soldado hizo lo que le mandó el coronel. Le entregó los pollos a la mujer, que la mujer, ni las gracias le dio. Cuando baja el soldado, le explica el coronel: "Mira, ahora vamos a intercambiar los papeles.  Tú harás de coronel y yo haré de soldado".

Se sienta el soldado en la mesa y enciende un puro. Entra el coronel y le dice:
- "¿Da usted su permiso?".
El soldado le contesta: "Sí".
El dice el soldado al coronel: "Suba usted arriba, entregue los pollos a mi señora y dígale de mi parte que le de 20 pesetas de propina".

Jejejejee.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lorenzo " El Kiki " para los que le conocemos de toda la vida un Señor de pies a cabeza, ahí y sin darse nada de importancia y ahora a sus 87 años recibe el primer alago tal vez, de alguien que no es su propia desdencia. Que injusta es la vida con estas GRANDES PERSONAS, al menos aparentemente.

Anónimo dijo...

aparentemente la vida injusta

Anónimo dijo...

Si, eso no solo le ha pasado a este gran hombre, les ha pasado a alguno/a màs.
Personas que han dado mucho,ayudado mucho, han retomado viejas tradiciones, han sido embajadores/as de este pueblo y se les ha tachado de piraos. Asi que ...Enhorabuena,Lorenzo! Al menos a ti se te ha reconocido y has merecido un piropo a los 87 años.