miércoles, 2 de abril de 2014

POESÍA PARA EUGENIO


A las 8 de la mañana, tu lamento silencioso asomó por el móvil. Yo tenía aún el sabor de Jn 4, 43-54, el episodio en el que Jesús cura "a distancia". Y desde la distancia me atenazó tu angustia, Eugenio, hasta mí llegó el amargor de tu corazón hipersensible hecho pedazos, roto de confusión y sobresalto, sobrepasado por el dolor.

Estar a tu lado hoy, amigo Eugenio, ha sido un don áspero que a la vez me ha llenado de orgullo. Tu conmoción estaba más decantada, podías ya ofrecerla para compartirla, y yo tocarla, abrazar tu aturdimiento para implorar juntos salvación.

Tú siempre regalas a esta página la belleza de tus palabras. Como no tengo tu talento, recurro a Antonio Machado y a su profundidad:

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

Ya pasaron el lunes y el martes; ya es miércoles. Hoy vuelve a amanecer y no estás solo. Estamos tus compañeros, tus amigos. Relee y siente tu último mensaje de anoche: "cada abrazo es un consuelo y un anuncio de la vida nueva". Incluso en este trance, tu poesía. Gracias, Eugenio.

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