martes, 25 de marzo de 2014

CONVERSACIONES ENTRE DIOS Y LOS JÓVENES


Nunca había dado yo un retiro a jóvenes; bueno sí, hace muchos años, en otra vida, cuando era más niño y me creía preparado para eso. Recuerdo que lo monté, motivé y realicé yo solito y con mucha ilusión. Esta vez la gente de la JEC me llamó, con bastante tembleque acepté, y he de decir que nunca en mi vida había vivido una experiencia semejante.

Primero porque le dediqué horas a trabajar sobre cómo ayudar a esos jóvenes a aprovechar ese día y medio dedicado descaradamente a encontrarse con Dios. Deber sagrado y arriesgado. Y eso que esta vez no estaba solo: San Ignacio me aportaba su agudeza espiritual. Pero ni por esas, por muchos cursos, ejercicios hechos y cejas quemadas, aquella noche de viernes en que empezamos creo que los papeles hacían escorzos en mis manos nerviosas.

Enfrente, jóvenes universitarios. Varios  con la carrera terminada y haciendo estudios de posgrado; otros en segundo o quinto de Medicina o Matemáticas. Qué maravilla: jóvenes con cultura, con proyectos, con empuje, envueltos en la espiral de la vida de los veintitantos años, con novias, móviles, prisas, facebook, jóvenes de este planeta pero creyentes, interesados por la fe, capaces de reservar un finde para charlar con Jesús, para plantearse su propia vida en profundidad, para ponerse a tiro de Dios y dejarse crecer.

Confieso que quise descalzarme el corazón ante semejante público. Ellos me lo hicieron fácil con su seriedad, su hondura, su autenticidad. No hice más que tunear algunos de los Ejercicios Espirituales, intentar trasladarlos a su lenguaje, a su mundo. Hablar a los jóvenes de Dios “sin diseños ni intentos”, a las claras. Cómo he disfrutado. Verles ahí, esforzándose, encontrando su silencio, sumergiéndose en los textos del Evangelio… me llevaba a hablar con Dios de los jóvenes, a contemplarlo a Él con ellos mientras la belleza del pantano de Brovales hacía de música de fondo. Qué bárbaro.

El que da Ejercicios tiene que procurar no estorbar, quitarse de en medio para que Dios se comunique a cada persona sin interferencias. Y es un arte. Pero con jóvenes, tu papel tiene otro tono. Ellos me buscaban para aclarar, para comentar… y también para abrirse, para recibir un reflejo certero de sí mismos, una mano en un hombro o un consejo de padre más que de técnico. Escuchar a un joven que se hace preguntas, que sufre, que busca, es lo más para un cura que quiere ser cura de jóvenes. Acompañarles mientras intuyes, impresionado, sus conversaciones con el Maestro, y cómo Él les llega. Un raro privilegio.

Carmen, Ismael, Fran, Ana, Alberto, Carmen Gema, Isidro, Isabel, Adrián, GRACIAS. Por compartir un pedacito de vuestra intimidad con el Señor. Gracias por recordarme que seguir a Jesús soñando cosas grandes es cosa de jóvenes, y ay de aquellos que dejen envejecer su corazón antes de tiempo. Gracias por el regalo y la alegría de aprender. Con gente de vuestro calibre, la Iglesia tiene futuro. Aunque haya momentos en que se va la luz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias a ti, César, por este gran fin de semana. Un cordial saludo, Ismael.