lunes, 27 de agosto de 2012

CON UN CANTAR EN LOS LABIOS Y UNA ESTRELLA EN LA FRENTE

Ese pequeño trozo de vida-fuera-de-la-vida que es el Camino de Santiago te deja como ensimismado y silencioso, además de reventao (yo volví hace un par de días). Y con la impresión de haber aprendido mucho en poco tiempo y sin palabras, a base de pasos; y la secreta convicción de que nada va a ser ya como antes, empezando por mí. Una seguridad que casi se puede saborear en la boca.

Caminar en compañía es hermoso, trabajoso, bullicioso, alegre y por momentos fastidioso. Es más lento que ir solo, se anda con más ataduras, y también con más ayuda; el peso se reparte y tu mirada se ocupa del otro, de sus dolores, sus cansancios, sus ampollas o su mochila, de darle un trozo de plátano o una barrita energética que guardas "pa por si". Porque quien va a tu lado es, camino de Compostela, más importante que tú mismo; pues precisamente el Camino consiste en buscar el bien de tu compañero antes que el tuyo propio. Todo camino, toda vida: ésta es la regla de oro que se ha hecho piedra, sudor y luna en mi viaje.

Porque salíamos muy temprano (para no quedarnos sin sitio en el albergue, tan industrializado está el Camino...) y andábamos la primera hora y media antes del amanecer, buscando con pequeñas linternas las flechas, las conchas y los mojones. El último día caminé ese rato solo... ¡qué facil es perderse en la oscuridad cuando estás solo! Qué sencillo equivocarse en la desolación, como dice San Ignacio. Y qué bien sabido lo tengo...

Las señales resplandecen generosas cuando te las muestra quien te ama. Hasta aquí he llegado desde aquel primer Camino, en 2004... ¡cuántas cuestas, tropiezos, heridas, extravíos, cansancios, risas, trsiteza y felicidad desparramada en la etapa! Todo lo dí por bueno esa madrugada, con mi luciérnaga en la mano. Y ya no tuve tiempo más para mí, porque los últimos pasos hasta la catedral fueron regados con las historias de vida de mis compañeros, su confesión sincera con la mochila al hombro, caminando cada cual con su peso: nuestro amigo Paolo, la valiente Ana, Toni F., Nena, Ana "la de la agencia", Toni D., los mañicos Sara y Miguel, Mari, Carmen y Fernando.

Nada más salir a concelebrar en Santiago, escuché los nombres de mis pueblos - Valencia del Ventoso y Valle de Santa Ana -: ¡qué emoción tan grande, qué orgullo! Los lugares, las gentes, por donde he caminado, donde he aprendido a ser quien soy... el corazón a borbotones, las lágrimas incontenibles. Noto que se cierra un ciclo. Gracias, Dios mío por darme tanto; me siento preparado para lo siguiente, los compañeros que me quieras arrimar al camino. Tengo mi concha, un cantar en los labios y una estrella en la frente.

4 comentarios:

Biblioteca IES Francisco de los Cobos dijo...

Qué bien lo escribes y lo cuentas. El Camino queda ahí para siempre. Gracias por compartirlo César. Un abrazo.

Anónimo dijo...

ME ALEGRO QUE TODO HAYA IDO BIEN.CUANTO ME HE ACORDADO DE VOSOTROS Y CUANTO HUBIERA DADO POR IR HACER EL CAMINO,PERO YO NO SOY CAPAZ,ME VEO INCAPAZ DE ANDAR TANTO.UN BESAZO.

wwwsolidaridad.net dijo...

¿Qué sentido tiene caminar a Santiago?
“Todos somos peregrinos, que caminos andamos”
Gonzalo de Berceo.

A la hora de buscar y encontrar razones por las que hacer una peregrinación a la tumba del Apóstol, seguro que pueden ser tantas como personas se ponen en camino. Pero aún así, os puedo asegurar que caminar a Santiago de Compostela es algo mucho más importante que recorrer un sendero lleno de tradiciones y de arte, un camino “cultural”, o una ruta para hacer deporte de fondo y conocer a nuevas personas. Caminar a Santiago es realizar un “camino interior” en el que te plantearás muchas cuestiones que necesitarán una respuesta personal; es llegar a una meta que tal vez no es un lugar, sino una experiencia: Lo más profundo y auténtico de ti mismo, encontrarte con tu propio ser.

Una peregrinación es un camino en el espacio y en el tiempo, en el que una vez que estás en él te olvidas de todo lo que ha sido importante hasta ese momento, y comienzas, paso a paso, a reconstruir una escala nueva de valores en la que lo más importante es el encuentro, el silencio y lo que está por descubrir. Si en algún momento de tu vida sientes necesidad de revisar, decidir y cambiar después, ahí tienes un Camino solitario y difícil, duro y austero, que te ayudará a desinstalarte y a valorar lo pequeño de esta vida. En el desgaste de cada paso podrás ir desgastando al “hombre viejo” que todos llevamos dentro.

Al final de la peregrinación serás otra persona, renovada, purificada, con una visión de la vida- de tu vida- nueva y diferente. Tu cuerpo estará cansado y roto, pero tu espíritu saldrá fortalecido y consolado. Te sentirás raro, diferente y los demás no sabrán por qué razón has hecho eso que ellos llaman una “locura”. Pero no te esfuerces en explicárselo, no te comprenderán. Eso que tú has descubierto, tan sólo quedará para ti y para el Camino, en los silencios de esas sendas eternas, en el encuentro del hombre consigo mismo.

En un ambiente social preocupado por la apariencia, lo cómodo y lo fácil, el peregrino es alguien que vive a la intemperie, desinstalado, en movimiento... Donde lo importante son las personas y no las cosas (porque pesan), el conseguir las pequeñas metas de cada día, y el disfrutar de la gente que te vas encontrando en el camino.

La peregrinación no es fácil. Supone un esfuerzo físico constante, vivir con lo puesto, sentir y pasar necesidad de lo más básico (hambre y sed, frío y calor, dormir donde se puede, sin saber donde pasarás la noche); es un encuentro directo con el sufrimiento y la limitación, el “no puedo y aquí me quedo”... todo esto es caminar a Santiago.

Pero ¿qué aporta el Camino a la persona que se adentra en esta aventura?. A lo largo de los días de camino descubrirás que para vivir te es suficiente con poco, que las cosas molestan aunque no lo parezcan, pero que las personas son importantes (aunque no lo parezcan), que los problemas que tanto te preocupaban no son para tanto, que en esta vida lo que nos hace falta es constancia para hacer las cosas. Aprenderás a valorar los pequeños gestos solidarios de tantas personas que te acompañan en el camino de cada día, a escuchar sin prisas, a celebrar lo pequeño e insignificante. Dejarás la vida “facilona” que te esclaviza en la búsqueda de los pequeños placeres, aprenderás a superarte y esforzarte para conseguir lo más básico y necesario, y a olvidarte de lo superficial. Caminando llegarás a Santiago, pero cuando consigas tu meta sentirás que el Camino de las Estrellas te ha ayudado a llegar a ti mismo; solo eso, que la meta no es un lugar, sino un estado.

Buen camino a todos los peregrinos que vais a Santiago. Ultreia!

Anónimo dijo...

el año que viene me apunto yo tiene que ser una maravilla hacerlo y lo mas bonito es que cudo llega a los sitios y digan de que pueblo eres se te ponen los pelos de puntas.