lunes, 30 de abril de 2012

METÁSTASIS DE TRISTEZA

Llevo varios días con los ojos entrecerrados, un poco aplastado por la melancolía. No hay ningún motivo especial, todo va bien, estoy contento con el devenir de mi vida; pero de repente ocurre cualquier nimiedad que me coge con la guardia baja, y me veo cercado por todos mis particulares demonios, que "dan la cara" invadiendo las horas. Y llora uno por los fracasos, por las decepciones, por los pasos errados... "por todo lo que perdí; por todo lo que olvidé", como dice Ana Mª Matute en la primera página de "Olvidado Rey Gudú".

San Ignacio lo llama desolación y lo describe como "oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas baxas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor" (Ejercicios Espirituales nº 317).

Siento que "de esta no salgo", pero es una trampa, el que está así de hecho polvo siempre "puede con el auxilio divino, el qual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta" (EE 320).
¿Qué hay que hacer?
- Tener paciencia: "El que está en desolación, trabaxe de estar en paciencia" (EE 321)
- No dejarse llevar, sino "intenso mudarse contra la misma desolación" (EE 319)
- "Mucho examinar" (EE 319), pensar por qué, analizar...
 
Pues nada. Sencillamente "toca", sin más; quizá así debe ser, y no hay que hacerse problema. Leo a Khalil Gibrán y me ilumina:
 
Vuestro dolor es la fractura de la cáscara que envuelve vuestro entendimiento.
Así como el hueso del fruto debe quebrarse para que su corazón se exponga al sol, así debéis conocer el dolor.
Si vuestro corazón pudiese vivir siempre deslumbrado ante el milagro cotidiano, vuestro dolor no os parecería menos maravilloso que vuestra alegría.
Y aceptaríais las estaciones de vuestro corazón, como siempre habéis aceptado las estaciones que experimentan vuestros campos.
Y contemplaríais serenamente los inviernos de vuestra aflicción.
Gran parte de vuestro sufrimiento es por vosotros mismos escogido.
Es la amarga poción con la cual el médico que se oculta en vosotros cura a vuestro Yo doliente.
Confiad, por lo tanto, en el médico, y bebed su medicina en silencio y tranquilidad:
Porque su mano, aunque pesada y dura, está guiada por la suave mano del Invisible.
Y la copa que Él os ofrece, aunque quema vuestros labios, fue modelada con la arcilla que el alfarero humedeció con sus lágrimas sagradas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jesús confía en nosotros.
Y nos considera capaces de hacer realidad
las actitudes que nos presenta.
Jesús nos dice desde el monte:
"Hay en ti más posibilidades de las que piensas.
En el fondo de tu alma sabes muy bien
que a tu deseo más profundo
corresponde ser pobre de espíritu,
ser libre de toda dependencia,
ser manso y justo, misericordioso, limpio y puro,
trabajar por la paz y ser fiel a tu vida recta,
aunque seas perseguido.
Si permaneces en la quietud y penetras en tu interior,
te percatarás perfectamente
de que tu verdadera felicidad consiste
en llegar a ser persona según la imagen de Dios,
en realizar en ti lo que Dios te ha regalado".
Jesús nos considera capaces de seguir nuestro deseo
de una vida en plenitud y de poner en practica cada vez más
las actitudes que suscita en nosotros a través de sus palabras.
Anselm Grün