domingo, 29 de enero de 2012

DEUDOR DE AQUELLA EDUCACIÓN


Mañana predicaré el tercer día del triduo en honor de San Juan Bosco, que este año forma parte de los actos de celebración del cincuentenario de mi colegio, los salesianos de Mérida. He aquí parte de lo que diré.

Los antiguos alumnos, estemos asociados o no, tenemos nuestro distintivo en “la educación recibida”. Somos las personas que somos porque así nos han traído al mundo nuestras madres, porque así nos han educado en nuestra casa… y en buena medida porque nuestro colegio ha logrado traspasar el umbral de la mera “transmisión de conocimientos” y se ha convertido en una auténtica escuela de vida, de valores, de inquietudes, de estilo, de fe. Cuando miro cómo es hoy la educación y recuerdo cómo fue para mí, para tantos de nosotros, la experiencia que vivimos aquí en el cole, todavía me siento más afortunado y agradecido por ser alumno salesiano.

Yo creo que los chavales de aquellos años tuvimos la oportunidad de hacer verdaderos procesos de crecimiento personal. Es algo que intuyo aunque no puedo demostrar, pero sí puedo contar cosas y decir nombres que para mí ilustran el valor y la calidad de nuestro estar en casa de Don Bosco.

• Construir personas se lograba desde que te montabas en “el coco”, el autobús verde con los asientos de madera. Al llegar estaba Don Antonio Marín Notario; recuerdo su manera de sonreír, de tocarnos la cabeza y saberse nuestros nombres… y de cómo nos pegaba con el silbato si llagábamos tarde a la fila. Porque había fila, y no nos pasaba nada.

• Cuando sonaba el timbre comenzaba el trabajo de los especialistas y los artesanos en forjar personalidades: las señoritas Mª Ángeles, Mari Loli y Pili, Don Jesús Lozano (que me preguntó los orfebres del siglo XVI y no me los sabía porque había ido al dentista), Don Florián, Don Juan José (ay madre la descomposición factorial, qué descomposición nos entraba…). Recuerdo en 3º a Don Paco, un maestro joven que estuvo con nosotros sólo un año, pero que nos hizo disfrutar.

• Al pasar a la segunda etapa recuerdo la curiosidad y el desconcierto de tener tantos profesores; casi todos han sido magníficos intérpretes del sistema preventivo, que se va haciendo necesario afinar a medida que llega la adolescencia: Don Carlos Fdez. Ronquillo, Don Evelio, Don Gregorio ya fallecido, Don Miguel Caballero, Don Diego, Don Juan Antonio que nos hacía aprendernos las estructuras y la tabla periódica de memoria y no nos pasaba ná…

• Era también una labor de orfebrería (como la del siglo XVI…) construir creyentes. Me acuerdo de los buenos días, para empezar la jornada con un pensamiento alegre y constructivo. Me acuerdo de la Eucaristía en la iglesia grande, el día de Don Bosco, de María Auxiliadora, todo el colegio junto y Don José Hernández, tan alto, en la procesión de entrada, o Don Fidel el director tocando la batería… Me encantaban esos días, las finales de los campeonatos, los caramelos que repartían al salir de misa, los juegos, los premios… ¡Era formidable!

Recuerdo que nos confesábamos por cursos, hasta casi el final (BUP…) No solamente no nos traumatizamos, sino que veo ahora que aquello era una herramienta pedagógica de primer orden. Veníamos, nos sentábamos por aquí y allí atrás estaba… ¡Don Silverio! Durante años, cuando llegaba ya más mayorcito, ya andando, entraba aquí en la capilla a las 9 menos 20 y me lo encontraba celebrando la misa, al principio solo, luego con tres o cuatro alumnos… Me encantaba ese momento íntimo de encuentro con Jesús, creo que preparó en mí lo que ha venido después; muchos días no comulgaba porque había terminado de desayunar a las 8 y pico… si hubiera comulgado más ahora sería más bueno…

La fábrica de honrados ciudadanos se reinventaba al pasar al “patio de BUP”. La gente que ahí nos encontrábamos, las niñas (…), las actividades, los grupos de Cristo Vive, la pascua juvenil… todo sumaba para crear un ambiente único, un ambiente precioso de buena convivencia, de participación, de iniciativas de los alumnos, de alegría y espontaneidad. Recuerdo la revista Cascanueces, las obras de teatro, las exposiciones de fotos, el concurso de poesía… ¡tantas cosas! Este ambiente es el tesoro de colegio, es lo que lo hace distinto a otros, es el caldo de cultivo que da el último hervor a un proceso hermosísimo, cuidado con cariño salesiano y culminado con esmero. Se lo agradezco enormemente a Alfonso Benito, a Don Ramón Duque QEPD, Don Diego, Pepe Ceballos, Rosa, Miguel Ángel Tejada… y por supuesto a Don Eusebio, a Don Aurelio y al para mí fundamental Antonio Rodríguez de Rojas, que fue el primero que me preguntó… “¿tú has pensado alguna vez en ser sacerdote?”.

“No basta con querer a los jóvenes, es necesario que se den cuenta de que son amados”, dice Don Bosco; es cierto: amar al joven es hacerlo crecer, es transmitirle confianza en sí mismo, es enseñarle sin palabras que vale, que tiene mucho futuro y grandes cualidades para ser feliz y hacer felices a los demás; amar al joven es hacerle sentir que Dios le ama.

Así lo he vivido yo en mi colegio, me he sentido muy querido y deseo aprovechar esta ocasión para agradecerlo con todo mi corazón. La persona que soy, se lo debo en buena medida a cómo me trataron en esta casa, que es la casa de Don Bosco.

PS: por supuesto que hubo algunos regletazos y tortas, pero cuando se cuenta un hecho no se trata de agotar toda la realidad, sino de poner de relieve lo que Dios nos quiere decir con esa experiencia. Igual que hubo bofetadas que desgraciaron la fe, hubo mucho cariño que la engendró, la educó y posibilitó lo que hoy somos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

COMO ME RECUERDAS MI TIEMPO DE ESCUELA Y COLEGIO,CUANTO DEBEMOS A ESOS MAESTROS Y PROFESORES QUE TANTO BIEN NOS HICIERON.SI TAL VEZ RECIBIMOS ALGUN PALMETAZO,YO UNO POR NO SABERME LA SALVE,PERO AQUI ESTAMOS NO NOS HA PASADO NADA,Y HOY POR NADA QUE TOCAN A LOS NIÑOS YA ESTAMOS LAS MADRES ENCIMA.

Morke dijo...

como se notan las raices y el alma salesianos. Buen día de Don Bosco