jueves, 25 de marzo de 2010

CONFESARSE ES COMO IR AL DENTISTA




Pues sí. Llevamos dos días en los pueblitos a vueltas con la celebración cuaresmal de la Reconciliación y ¡uf!, ¡qué complicado! la gente vive la confesión como si se tratara de ir el dentista: una vez al año y obligados, como si uno tuviera un flemón.
Se ponen las personas como cuando estás en la sala de espera del dentista: nervioso y aterrorizado, pasas las hojas de "Hola" y "Semana" sin ver nada, se te va poniendo el cuello duro como una piedra, cuando la enfermera te llama sientes una oleada de angustia por el estómago, entras, ves la mesa de tortu... de operaciones y... uuufff.... ya pasó... hasta el próximo flemón, o hasta el año que viene por pascua florida ("confesar los pecados mortales al menos una vez al año...").
Cómo nos hemos cargado la Reconciliación. La hemos reducido al hecho mecánico y material de "decir los pecados", que es justo lo que más le cuesta al personal. Pero originalmente es una experiencia mucho más profunda, más auténtica, es un momento de sinceridad ante Dios, de hacer consciente la distancia que hay entre nuestra fragilidad y su amor irrevocable e incondicional, que tiene el poder de reverdecer lo que en nosotros está seco, de resucitar lo muerto, de reconstruir nuestro corazón derrumbado...
Eso no se improvisa, no se hace en cinco minutos, ni todas las semanas; eso hay que prepararlo con una buena revisión de la propia vida, y un rato sereno delante de Dios, para abrirle nuestra verdad, con sinceridad, no para que nos vea nadie ni para cumplir ninguna norma, sino para crecer como personas, como seguidores de Jesús. Preparar el momento de la Reconciliación es más importante que el momento mismo, como en un iceberg es mucho más grande lo que está sumergido que la punta.
Y luego, crear un clima agradable, de confianza, de libertad. Empeñémonos en seguir obligando a la gente a decir con precisión tooodos los pecados; emperrémonos en querer controlar las conciencias de las personas, en exigirles confesiones que "legitimen" la comunión; sigamos cargando sobre el cumpli-miento del precepto pascual, que seguiremos encontrando confesiones mecánicas, rutinarias, "de la señorita pepis" ("yo lo mismo de siempre", "yo es que no tengo ningún pecado", "no mato, no robo..."), de sota-caballo-rey... y no quedará piedra sobre piedra de la preciosa experiencia personal que es la Reconciliación
Pero tendremos lo que nos merecemos. Seguirá siendo algo tan obligatorio y tan desagradable como ir el dentista... aunque sin revistas mientras esperamos.

2 comentarios:

Morke dijo...

pleno al 15...buen diagnóstico, interesa más el listado de pecados, que el reencontrarnos con la alegría de la salvación

Nita dijo...

Es que lo que es un palo total es contarle al cura de turno tus intimidades, porque quieras o no, tus pecados o lo que te pesa en la conciencia o llámalo x pertenece al campo de lo muy personal. Y hay cada cura que vaya tela...