Hacía tiempo que tenía marcada esta fecha, la convivencia navideña del
presbiterio de mi diócesis de Mérida-Badajoz, donde cada año se homenajea a aquellos
que cumplen sus bodas de oro y plata sacerdotales… porque este año me tocaba a
mí.
Y disfruté plenamente del momento.
Sí, me ordené en el 2000, y, como ya conté, empecé a celebrarlo junto a
la Virgen de Guadalupe, y continué saboreándolo y profundizándolo durante los
ejercicios en Loyola. Más tarde armamos un día de encuentro en Sevilla
con mis compañeros salesianos de la misma quinta, programado desde
¡abril del año pasado! para lograr coincidir. No hubo condecoraciones aquel
viernes de diciembre, pero sí mucho afecto.
Con ellos fue reconfortante apreciar que la distancia y el paso del
tiempo no los han convertido en extraños para mí, sino que la conexión sigue
vigente a pesar de la divergencia de rutas vitales. Además, nos
noté en general mejorados por la experiencia acumulada, más serenos; los mismos
jovencitos que llegamos al postulantado en Cádiz (yo tenía 19 años), pero con
el conocimiento y el empaque propios de quien ha recorrido ya buena parte del
camino. Una jornada estupenda.
Con los salesianos, en Sevilla |
Pero el día D era el 7 de enero, y confieso que ya llegué un poco
nervioso al seminario. Es una oportunidad en la que se saluda a muchos
sacerdotes, pero esta vez con el matiz del reconocimiento por los 25 años. A
los homenajeados nos ubicaron en la primera fila del salón de actos. En mi
grupo de plata éramos seis, y me ocurría casi lo contrario que
con los salesianos en cuanto a relación: había dos africanos nuevos en la
diócesis, dos compañeros que conocía de vista y solo con José Antonio Sequeda
he tenido más contacto por los veranos, cuando él atiende la capilla de
Isla Cristina.
Antonio Manuel salió a pronunciar unas palabras en nombre de nuestro
grupo. La verdad es que, si hubiera tenido que hacerlo yo, no creo que hubiese
sido capaz, porque estaba muy emocionado. Me venían a la memoria mis
inicios en la diócesis, lo arduo de llegar de fuera e integrarte en un colectivo, los compañeros que me acogieron y me ayudaron a dar los
primeros pasos como párroco novato: Joaquín Obando y Ángel Vinagre, que ya se
fueron con Diosito, José Antonio Salguero, Lolo (que también es de esta
promoción), Guadi, autor de la imagen de cabecera de esta entrada, gracias… Y
también quienes, más adelante, me sostuvieron y creyeron en mí: Paco Sayago,
Antonio Becerra, Juan Román, Antonio Sáenz y otros, todos allí presentes. Qué
alegría.
Extrañé mucho a Manolo Calvino, porque además era
el delegado del clero y organizaba estos eventos con primor (la comida hubiera
sido mucho mejor sin duda con él detrás). Se me saltaban las lágrimas, y ahorita
también mientras escribo, recordando sus detalles, su escucha, su
delicadeza, su sagacidad evangélica y su camaradería con sabor a crema de queso
en su casa de Oliva. Me sigue haciendo mucha falta y sé que se habrá
recreado desde el cielo viéndome alcanzar el borrego.
Llegó la hora de subir a recibir la distinción, que es simplemente
un pin de plata con el símbolo de la diócesis: el cordero que identifica a San
Juan Bautista, nuestro patrón. Aunque era el único que no llevaba alzacuellos,
me había comprado, asesorado por mis hermanas Susana y Berta, una chaqueta para
la ocasión; pero pucha, no tiene ojal, así que el arzobispo encontró sus
dificultades para colocarme la insignia y al final me la puso en el jersey. Así
ha sido mi vida en Mérida-Badajoz: como un parto difícil, pero con desenlace feliz;
siempre distinto, pero uno más.
Luego, los agasajados nos colocamos entre los concelebrantes principales
¡y con casulla! Unos leyeron las peticiones y a mí me tocó llevar el cáliz. Más
tarde, en el almuerzo, ocupamos asientos en la mesa presidencial. Eso
fue todo, con algunas fotos entre medio. Por eso me gusta esta
celebración, muy sencilla, discreta y fraterna. Ya estoy
“empinado”, como dice con chispa Eugenio Campanario, y ya terminaron los
festejos. El 6 de mayo, si paro en Iquitos, me iré a tomar un helado de aguaje.
Pero sigo en estado de
agradecimiento y una mijita de orgullo, disculpen ustedes. El pin
del borrego es como la estrella del mundial sobre el escudo de la
selección: nadies te lo puede
quitar. La señal de una historia -trancas y barrancas, aciertos y batacazos- plenamente
vivida y lograda.
8 comentarios:
Me alegro muchísimo. Por allí andábamos vuestras más de alguna forma , rodeándonos de cariño. Un gran abrazo.
Muchas felicidades,César,que sigas celebrando por muchísimos años,un abrazo
Felicitarte por tus 25 años de sacerdote, es un orgullo para los que te sentimos familia...
Pero felicitarnos por haber permitido, Diosito, que te cruzaras en nuestras vidas y fueras el motor que nos haya hecho pensar, antes dificultades y momentos muy duros.¿Como.lo haría Cesar?
Eso es sentir que pasas por la vida, dejando una huella imposible de borrar y que , sin dudarlo estas tocado por la mano de ESE PADRE, que te hace ser ejemplo y guía para nuestras vidas.
Pido que El te guarde, proteja y siga bendiciendo por siempre.
Un abrazo y felicidades, por el pin del cordero y su significado.
Querido César me alegro contigo, por estos 25 años de vida entregada, que sin duda es un camino recorrido con altos y bajos pero, siempre acompañado y sostenido por experiencias, rostros,nombres, situaciones, abrazos y palabras profundas, etc. Que bello es detenerse para agradecer la fidelidad de Dios contigo, pero también por tu respuesta alegre y feliz, esto se ve reflejado en tu entrega cotidiana ahí por donde el Señor te va enviando.
Doy gracias a Dios por ti, por ser ese gran ser humano, hermano, sencillo, alegre pero, sobre todo por tu entrega apasionada, por tener ese corazón de ternura y por tu riesgo a pesar de tus miedos pero te lanzas. Gracias por gastar tu vida en Perú y por dejar huellas de jovialidad por donde pasas. Sobre todo por DARTE y no sólo dar. Un fuerte abrazo. Nos seguimos rezando.
Qué alegría querido César. Me uno a tu acción de gracias al Señor. ¡Cuánto me ha gustado esa foto junto a tus hermanos salesianos! El Señor y nuestra Madre Auxiliadora te sigan acompañando.
Continúo el comentario. Un abrazo enorme desde Valdocco. Con todo mi cariño Juan Carlos
Enhorabuena buena, a por la bodas de plata. Que Dios te proteja ahora y por siempre
Enhorabuena César,un paso más en tu vida de entrega a la sociedad
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