sábado, 25 de febrero de 2023

FIDEI DONUM


Nunca había participado en el encuentro continental de la OCSHA; los primeros años no hubo oportunidad y luego la pandemia truncó cualquier plan. Pero esta vez era en Lima, y los compañeros me esperaban para unirme a ellos ante unas croquetas de jamón y una paella en el Centro Español del Perú, de modo que acudí raudo y veloz afilándome los dientes.

La Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, nacida en 1949, la integramos los sacerdotes españoles fidei donum enviados a América. La expresión latina “fidei donum” significa “don de la fe”. Es el nombre de la encíclica en la que Pio XII (21 de abril de 1957) invitaba los obispos a colaborar con las iglesias jóvenes enviando presbíteros. Desde entonces ha llovido, o mejor, hay un cambio climático - y eclesial – por medio.

Mudanza que se aprecia cuando José Mª Calderón, director nacional de OMP de España, nos muestra algunos números: en los últimos años los sacerdotes de la OCSHA hemos pasado de 300 a unos 200. De hecho, nos miramos y esa evolución imparable se dibuja en los rostros, algún bastón, los cabellos blancos o las cabezas directamente pelachas. La edad media de los misioneros españoles en el mundo remonta los 70 años y no somos excepción.

La disminución del clero y de las vocaciones son un signo de los tiempos que nos debe animar a discernir, como iglesia sinodal, qué desea Dios; con realismo, sin torpe nostalgia, con valentía y lucidez, detectando las oportunidades del tiempo presente y atreviéndonos a inventar respuestas nuevas. Tenemos bien agarrado el arado y no podemos caer en la trampa de mirar atrás. Y los curas no lo hicimos: hubo cuarto y mitad de optimismo y buen humor en esta cita (ver crónica completa del encuentro de la OCSHA aquí).

Creo que yo era el tercero más joven de los 35. Conocer a misioneros que llevan 30, 40 o incluso más de 50 años en estas tierras ha sido impactante: ¡una vida entera entregada hasta el final, como buenos pistoleros! Hombres como Emilio, Domingo… o los obispos José Vicente, Joaquín y Rafael, compañeros entre compañeros. Todos admirables por su conocimiento, fidelidad y paciencia: no les llego ni a la suela de las sandalias.

La vocación misionera ad vitam (para toda la vida) existe, está vigente y se puede contemplar encarnada en estas historias personales. Mil batallas de ir más allá, de no entender, pero intentar, de propósitos volteados y pies embarrados, de aprender canciones nuevas, de intentar otra vez, de cariños recibidos, de horas en canoa, de padecer sin agua ni electricidad, de carros malogrados, de mil aventuras, de corazón compartido con los más pequeños a pesar de los frenos y contradicciones humanas.

Risas, anécdotas… y sin embargo la inevitable impresión de que algo valioso se está acabando, como los últimos caballeros Jedi en Star Wars. Soy fidei donum, pero más que “dar la fe”, sentí la llamada a tener fe, a dejarme llevar, porque la misión es cosa del Señor, no mía. ¿Qué pasará con el Vicariato? ¿Lograremos salir adelante en medio de tantas dificultades…? No depende de mí; yo pongo todo, lo máximo que puedo, pero Dios sabrá cómo, cuándo y qué conviene.

Así han navegado estos gigantes, misioneros sabios. Sus consejos: dar gratis lo que hemos recibido gratis; constancia, sinceridad, prudencia; comunicar paz y sosiego; atender a la gente bonito, con amabilidad, dándose tiempo; “estar siempre metidos en Dios”, dijo el predicador del retiro que tuvimos. Dejarme envolver por Dios, por su ternura, por la sutileza de su Espíritu. Con la seguridad de saber que todo está en sus manos. Hermoso.

Soy fidei donum. Orgulloso pero siempre sorprendido: ¿yo, misionero? ¿como ellos? Wow… Gracias por este “cargo”, el único que he deseado siempre. Que la Fe nos acompañe.

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