domingo, 3 de noviembre de 2019

EL APAPACHO DE TREYCI


Era uno de esos días que se hacen cuesta arriba desde por la mañana, que duelen sin motivo definido; días en los que se instala un gusto amargo en tu corazón, un pesar difuso, una neblina de desasosiego amordazadora de sonrisas.

Hay laceraciones en el alma que te aplastan sin violencia, te arrastran hacia mareas de amargura de baja intensidad sin que lo adviertas, como la vaciante imperceptible del río. Y así estaba yo, recién llegado a Islandia pero con mis sentidos en España, trabajando a full seguramente para mantener ocupada mi mente, en uno de esos intentos de huir hacia adelante tan torpes como estériles.

Sentado en mi mesa, silencioso, la penumbra de la tarde cayendo; de pronto sentí unos pequeños brazos que me abarcaban, un abrazo claro, el cariño ofrecido sin fisuras y con nitidez de una niña. Treyci no dijo nada, su rostro contra mi costado, solo me abrazó con tal eficacia que algún dique dentro de mí cedió y varias oscuridades se derritieron. Ella en realidad me apapachó.

“Apapacho” es una palabra de origen indígena náhuatl (México) que la Real Academia Española incorporó y que define como: “Palmadita cariñosa o abrazo”. Proviene del vocablo papachoa, que en su significado original quiere decir “ablandar algo con los dedos” o “dar cariño”. Sin embargo, hay un sentido más profundo que la clase culta de los aztecas le daba: “abrazar o acariciar con el alma”.

Apapachar es dar cariño, amor, apoyo a una persona querida o que tú sientes que lo necesita sinceramente y de la manera más pura. Un apapacho puede ser un abrazo, un beso, una caricia tierna, una acción para curar una herida, o todos ellos juntos.

Un apapacho le da una madre a un hijo que se ha caído de la bicicleta y se ha raspado.
Un apapacho te lo da el amigo cuando tu pareja te ha dejado.
El apapacho puede ser físico, emocional o espiritual. Es un abrazo mucho más cariñoso, más cálido; es alivio, consuelo, ánimo, aliento… amor físico delicadamente comunicado.
Eso es un apapacho, una de las palabras más bellas del castellano*.

Solo tiene cinco años y no pudo ver mi rostro al entrar en la casa, pero posiblemente intuyó mi desazón; no en vano somos energía que titila, y la ternura de un niño es clarividente. Treyci llegó con decisión y, tras un par de meses sin vernos, me apapachó. Ella no se imagina el bien que me hizo; el poder sanador del contacto físico sincero es portentoso, penetra hasta las entrañas y calma, conforta y suaviza. Qué maravilla.

Todo va a ir bien si alguien como Tracy puede apapacharte así. En este mundo lleno de desdén donde la indiferencia es regla, las muestras corporales de amor puro restañan mi fe en que Diosito vive realmente en las personas y el bien es posible. 

* Se puede ver en http://www.vigilangel.com.mx/announcements/el-apapacho-profundo-concepto-de-origen-nahuatl

1 comentario:

Pepe Moreno Losada dijo...

Gracias, este articulo es un apapacho tuyo para todos nosotros vía digital. Abrazo.