lunes, 9 de enero de 2017

EL BAUTIZO DE MI HIJA


"El día domingo 8 voy a bautizar a mi hija, te invito". Así decía yo a los amigos que quería que participasen en la fiesta, y nadie se extrañó. Acá a los ahijados se les dice "hijo" con toda propiedad; incluso a todo aquel familiar más pequeño que tú (sobrinos, primos... incluso vecinos) se les llama "hijo", y es algo muy bonito. Porque rima una carga de familiaridad, un soplo de respeto, briznas de responsabilidad y una urdimbre de cariño. Me encanta.

Y además "yo" voy a bautizar a Esperanza, como dicen en Santa Ana; no sus padres (que en este caso no hay...), sino yo, Mamen Torralba y yo, es decir, sus padrinos. Tras un montón de bautizos a los que me han convidado, de pronto me vi al otro lado, era yo el que tenía que armar la celebración, podía invitar a quien quisiera... ¡qué bueno! Y desde luego lo he disfrutado a full.

Son las diez de la noche y no deseo que este día termine, ha sido hermoso, especial como ningún otro en mi vida, redondo, inolvidable. Esperanza estaba para comérsela, preciosa con su vestido, su diadema, sus zapatos, su polo, sus sandalias; vestida de fiesta con el cariño de tanta gente en España y acá, un amor que ya ha heredado de mí, porque sé que quienes a mí me quieren también la aman a ella desde que la vieron en esta pantalla hace año y medio. Gracias.

Todos los niños de la aldea son mis hijos, incluso tengo otro ahijado, Jordan (los Reyes le han traído una camiseta del Atleti...). A todos los quiero desde que los conocí, y me sale natural ir a verlos, hacerles sentir que me importan... pero solo ella me eligió a mí, desde el primer instante me prefirió para que la cargue, para que la abrace, para que la proteja. Para que la bautice y... ¿qué más nos deparará la vida, hija?

Terminando la homilía la marqué y le pregunté: "¿Quién soy yo?". Y esa vocecita, a través del micro, inundó la iglesia: "Papá". Y desbordó mi corazón. Ya no me salieron más palabras; quería darle el don de Dios, hacer algo bueno por ella, pero Esperanza me ofreció el regalo más lindo: pronunció mi nombre y mi vida despegó. "Checha".

Luego vinieron el almuerzo, la fiesta, los payasos, las chuches. Por una vez me sentido genial en el papel de anfitrión, disfruté sirviendo los platos de arroz con pollo y ensalada, conocí el orgullo de tener conmigo a quienes más quiero acá en Perú, y eché de menos a mi madre y a otras personas que en la distancia seguro habrán notado una sacudida de felicidad por la conexión tan primorosa que nos une.

Gracias hija por cada sonrisa y cada beso. Aunque me vaya lejos no pienso dejarte, porque tú me haces ser mejor. Cuando este año pase las vacaciones con mis sobrinos seré feliz llamándolos hijos y pensaré en ti. Te querré mientras me quede vida, esté donde esté y pase lo que pase.

3 comentarios:

MJosé Álvarez dijo...

Me alegro en el alma de veros tan felices. Mirando la foto sobran las palabras César. Un beso y otro para Esperanza ����

Rosa dijo...

Qué alegría verlo tan feliz padre, un achuchan fuerte para esa niña.

Rosa dijo...

Qué alegría verlo tan feliz padre, un achuchan fuerte para esa niña.