miércoles, 19 de octubre de 2016

DESMITIFICANDO AL MISIONERO


"Octubre es conocido en la Iglesia por ser el mes del Rosario y por ser el mes de las misiones". Así comienza el editorial que el semanario diocesano "Iglesia en Camino" dedica a los misioneros en el número del pasado 16 de octubre (http://www.meridabadajoz.net/iglesiaencamino/ic-1091-161016.pdf). Confieso que, al leerlo, he sentido una curiosa mezcla de rubor y orgullo, porque las cosas no son exactamente como figuran en el imaginario colectivo sobre los misioneros, que creo necesita un cierto lifting que depure ideas románticas de otras épocas.

"Los misioneros son la vanguardia de la evangelización, siendo los últimos están los primeros, porque así es el Evangelio". Pues... al menos en la diócesis de Chachapoyas no tanto. La parroquia tiene lugares de avanzadilla, que necesitan el primer anuncio, pero son tantísimos los compromisos de sacramentos y religiosidad popular, que no nos dejan casi tiempo para salir a evangelizar a los que apenas han oído hablar de Jesús. Nos dedicamos más bien a la pastoral de mantenimiento, y aún así nos las vemos y nos las deseamos para atender a todo.

"No buscan líos, pero casi siempre están metidos en follones porque las tierras a las que van no suelen caracterizarse por el desarrollo y la paz". El Perú es un país pacificado después de años de terrorismo, vivir donde vivimos no comporta especiales peligros. Si acaso, las carreteras con sus barros y abismos. Y alguna víbora. Y la tifoidea. Y...

"Van a anunciar el Evangelio, aunque muchos los identifican como promotores del desarrollo humano porque ya sabemos que el que dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano a quien sí ve, es un mentiroso" (...). "No son arquitectos, pero construyen escuelas y dispensarios; ni son ingenieros, pero muchas tierras pueden regarse gracias a las presas que realizan; ni son profesores, pero gracias a ellos los niños y niñas son escolarizados; ni médicos, pero si no fuera por ellos la sanidad no llegaría a muchos rincones de la tierra". Recuerdo que Ángel Maya me advirtió que Perú está en un nivel de desarrollo que le permite afrontar todas sus necesidades de sanidad, educación e infraestructuras. Hace veinte años, los misioneros pusieron muchas aguas potables, llevaron la luz a muchos pueblos, construyeron puentes y escuelas... Hoy ya no ya, eso lo hace (mal que bien) el estado. Pero siempre "la misión de evangelizar es, también, una misión de servicio al ser humano, sea cual sea su condición, identidad, cultura, idioma... (especialmente) a los desarraigados, a los olvidados, a los perdidos, a los marginados, a los enfermos, a los invisibles", como muy bien dice Pilar Rahola en su pregón del DOMUND (http://www.domund.org/2016/10/la-patria-del-corazon.html). Buenamente tratamos de acercarnos a las pobrezas de nuestro entorno: los ancianos, los jóvenes sin futuro, los niños abandonados, las familias desestructuradas...

"Son de aquí, aunque se hacen de allí para reír con los que ríen y llorar con los que lloran. No son francotiradores, ni van en su nombre a tierras lejanas, sino que son enviados por una iglesia local a otra que los acoge porque somos el mismo cuerpo". Pues sí, lo intentamos, y éste creo que es el mejor distintivo del misionero: sale de su tierra para hacerse "otro" en una cultura diferente, para compartir lo más grande: el Evangelio. Para "difundir los valores fraternales, la humildad, la entrega, la paz, el diálogo, difundir, pues, los valores del mensaje de Jesús (como algo) bueno para la humanidad" en palabras de Pilar Rahola.

"Normalmente trabajan en poblados, selvas y pequeñas comunidades, pero al mismo tiempo son la expresión más clara de la universalidad de la Iglesia y testigos de que el Evangelio es para todo el mundo porque todos somos hijos del Dios que anuncian de palabra y con sus obras". Mmm... no. Vivimos en ciudades y pueblos medio grandes, donde tenemos electricidad y agua caliente, internet, celular, computadora y tablet. La vida no es tan cómoda como en España, pero no estamos en chozos en medio de la selva ni nada de eso. Somos misioneros del siglo XXI, ya no de la época de las huchas por la calle, los negritos o las poesías del padre Carreño.

Aunque también es cierto que el coste personal de estar tan lejos de los tuyos es enorme; es nuestra cruz y nuestra corona, lo que tal vez nos da luminosidad como signos del Reino, como dice Rahola: "el comportamiento de estos creyentes, que entienden a Dios como una inspiración de amor y de entrega, es un faro de luz, ciertamente, en la tiniebla". Junto con el afán de ser factores de humanización, dejándonos llevar por los caminos que Dios plantea y que a veces son totalmente sorprendentes. "Son testigos y, por ellos, muchos reciben la mejor noticia que puede recibir una persona: que Jesús es el Señor, que no estamos solos, que para el Creador del cosmos cada uno de nosotros somos lo más importante. Por todo esto y por muchas más cosas, merecen nuestra oración continua, acentuada este mes, y nuestra colaboración material para desarrollar su tarea". 

No es para tanto. No somos héroes, somos gente normal y corriente, hacemos lo que podemos. Pero gracias a "Iglesia en Camino". Y a Pilar Rahola.

1 comentario:

Anthropos dijo...

Plas, plas, plas,plas (aplauso) eres increible, sigue así.