Un reciente estudio caracteriza con datos científicos la alarmante contaminación por mercurio de los ríos de la Amazonía peruana debido a la proliferación abusiva e incontrolada de la minería ilegal. Se lo he escuchado a la gente muchas veces: “el agua del río es una cochinada”. Ya no es solo que está sucia: es escasa y tóxica. Poco a poco la ambición y la estupidez del ser humano están convirtiendo el elemento esencial para la vida en un tóxico letal.
La investigación, cuyo fruto lleva por título “Mercurio en Loreto: exposición humana y en peces en el contexto de la expansión mineraamazónica”, analizó muestras de cabello humano, peces y sedimentos en
tres comunidades del Bajo Putumayo, y comparó los resultados con los datos
reportados en seis comunidades de la cuenca del Nanay-Pintuyacu.
El Bajo Putumayo presenta un valor medio de mercurio en cabello
humano de 15.67 mg/kg, casi el doble de lo registrado en Nanay-Pintuyacu (8.41
mg/kg). Si consideramos que el límite de referencia de la OMS es de 2.2 mg/kg,
resulta que en el Putumayo es 7 veces más alto de media, y hasta 22 veces en
las mediciones más elevadas. Una auténtica barbaridad. Ya teníamos en el
Vicariato datos de un estudio realizado en el río Napo en el año 2011, que
arrojó una tasa de mercurio que multiplicaba por 5 los estándares de la OMS;
catorce años después, la situación ha empeorado.
El 83 % de personas evaluadas en el Bajo Putumayo
presenta niveles de riesgo alto para la salud, y este es el resultado más elevado
jamás registrado en la región Loreto. En esta cuenca, el 97 % de la
población estudiada evidencia exposición crónica; en el Nanay-Pintuyacu es del 96
%. Está demostrado que la exposición prolongada a metales pesados provoca
daños en órganos como el hígado y los riñones, problemas neurológicos,
cardíacos y gastrointestinales, y aumenta el riesgo de cáncer. En niños puede
producir bajo peso, retraso en el desarrollo, problemas cognitivos y daños
cerebrales.
Para los habitantes de la ribera, el agua es la misma vida.
La usan para beber, para cocinar, para lavar… Desde que nacen viven en el
río, su cultura es la canoa, la pesca, la cocha, el baño. Dependen
absolutamente del agua, y el agua se está tornando un veneno que mata, que
ya está sembrando los ríos de enfermos y de cadáveres, y que compromete
seriamente el futuro: el 81 % de las mujeres en edad reproductiva en el Bajo
Putumayo y el 35 % en el Nanay-Pintuyacu están en condiciones de alto riesgo,
lo que podría derivar en daños neurológicos irreversibles en el desarrollo
fetal y otros efectos materno-infantiles.
¿Por qué ocurre esto? Por los intereses depredadores de los
mineros, protegidos por leyes y normativas que emiten sus compadres dentro del
Congreso de la República. Y por la complicidad e inacción del Estado, comentadas
días atrás en una entrevista por el obispo de Iquitos, Miguel Ángel Cadenas:
“No me creo que no haya plata… lo que ocurre es que conscientemente no quieren
dedicarla a aquello que es absolutamente necesario para proteger a la población”
aseguró ante la excusa de que los exámenes médicos son altamente costosos.
A pesar de las denuncias y movilizaciones, Mons. Miguel
Ángel decía que “el número de dragas ha seguido creciendo, ya que las
embarcaciones ingresan tanqueadas al 100% con combustible”, lo que alimenta la
expansión de la minería ilegal en la Amazonía. Pero, además, este negocio ilícito
viene acompañado de una serie de problema sociales, pues convive con mafias
dedicadas a la trata de personas, explotación sexual, trabajo infantil,
trabajo esclavo, lavado de dinero y tráfico de armas. Estos grupos criminales
campan a sus anchas en territorios “liberados” del control del Estado, como nuestra
selva.
En fin, un horror… Escribo esto con la esperanza de que
divulgarlo sirva para algo. Al menos para que como Iglesia pongamos decididamente
manos a la obra en la defensa de la vida de nuestros pueblos. Porque creo
que, en este y otros asuntos realmente graves, tenemos que aplicarnos lo de San
Francisco: “Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque hasta ahora poco o
nada hemos hecho”.
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