sábado, 4 de enero de 2020

CHOCOLATADA EPISODIO DEFINITIVO


¡Esta vez sí! Hubo juguetes para todos los niños y hasta sobraron 12 canastas 😉. ¡Toma ya! Contemplar esas caras de ilusión es una maravilla y compensa con creces la paliza que supone este día. De todas las especies de satisfacción que puede uno sentir a lo largo de la vida, ésta es sin duda incomparable.

Es un día muy especial, de los mejores del año (ver “Chocolatada episodio II” – 4 de enero de 2019) que arranca mucho antes, meses atrás, cuando pido colaboración durante las vacaciones de verano en España; sigue con las compras en Iquitos, puesto que en Islandia difícilmente se encuentran juguetes; continúa con reuniones del Consejo de Pastoral, solicitudes de ayuda en los comercios de la zona, compartir en la misa de la comunidad … La expectación se acumula. Hay niños que barruntan, que vienen a preguntar cuando ven movimientos sospechosos en la iglesia el día de antes.

Como todo lo que vale la pena, cuesta darlo a luz. De hecho se comienza al amanecer acarreando los aperos necesarios: tremendas ollas, parrilla, ladrillos, leña, agua (esta vez más de 150 litros), ingredientes, mesas, cajas de panetones. El chocolate se hace en un par de horas, pero después se tiene que enfriar a base de removerlo con unos palos como remos durante cuatro o cinco horas más para que se pueda tomar. A los terroristas de la felicidad les toca clasificar los juguetes para varones y mujercitas, críos más chicos y algo más grandes, y acarrear las cajas enormes hasta los bajos de la iglesia. Y cuando la batalla termina se recoge todo, se limpian papeles y plásticos, se lavan las ollas y se devuelven las cosas que nos han prestado. Un backstage que te saca el ancho pero ni te enteras por la emoción.

Y es que la emoción de estos niños tan pobres enternece de verdad. Algunos llegados de comunidades del río, muchos con sus mamás, los pies descalzos y una expresión contenida al recibir su juguete que al ratito evoluciona a sonrisa satisfecha. “¿Carro o avión?” – le pregunté a uno. “¡Avión!”. Jaja, qué delicia, qué suerte he tenido de contemplar cómo se materializa un sencillo sueño infantil. Son pequeños con vidas duras, acostumbrados a la escasez, obligados muchas veces al trabajo, castigados por la intemperie de la austeridad impuesta por la pobreza. Es un gusto sentirlos disfrutar.


Como se veía claramente que había un montonazo de juegos, algunos “vivos”  iban calladitos a lavarse al río el dedo que antes habían metido en la “violeta” para ponerse de nuevo en la cola, y de hecho creo que tres o cuatro han logrado hacer trampa a pesar de los controles. El año pasado no había posibilidad porque rapidito se terminaron los juguetes, y sin duda prefiero los disimulos y las tretas de los espabilados a los rostros de decepción de los que al llegar su turno se encontraron con que no había nada para ellos.

Esta vez el regocijo de los niños se mezcló con la dicha de hacer el bien, y ha sido posible por la generosidad de la comunidad parroquial de La Lapa junto con la AMPA del CRA “Extremadura”, el Ayuntamiento y la Hermandad de la Virgen de los Dolores; las trabajadoras de la guardería “La Serena” de Badajoz; Cáritas parroquial de Valle de Santa Ana; la Asociación Juvenil “Los Amigos de Valle” de Valverde de Burguillos; y donaciones particulares de Valencia del Ventoso y Mérida. Gracias a mis pueblos, en nombre de los niños y niñas del Yavarí. El cariño que ustedes y yo nos tenemos, que es eterno, se hace alegría para los pobres; es la magia de la Navidad.


Sin la ayuda de los chicos de Infancia Misionera y los jóvenes del grupo juvenil "nos habrían tragado vivos" como dice el salmo 124, y simplemente no podríamos realizar esta actividad. ¡Gracias!

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