domingo, 20 de marzo de 2022

CLERICARISMO AMAZÓNICO

 
Han sido tres capacitaciones muy seguidas, sobre el mismo tema y por tanto similares (hay que aprovechar al máximo lo que uno prepara). En todas he disfrutado mucho, nos hemos divertido y espero que les haya servido. Incorregiblemente he observado y escuchado, me he sorprendido y claro, he aprendido.

Me han pedido la sinodalidad, argumento obligado en toda programación pastoral o sesión formativa esta temporada. Prefiero manejar, como el Documento Preparatorio, la expresión “iglesia sinodal”, que es más concreta y fácil de captar. De hecho eso es lo que dibujaron en papelógrafos por grupos, porque no se trata tanto de dar una charla cuanto de ejercitar y sentir lo que significa caminar, trabajar y vivir juntos, igual que a nadar se aprende nadando. Es curioso cómo, dependiendo del grado de comunicación en el equipo y el peso del líder, salieron dibujos que fueron interpretados por los demás justo al contrario de lo que pretendían (cuando la misión no la realizamos sinodalmente, el mensaje llega distorsionado).

Una técnica para caracterizar a la “iglesia sinodal” es por comparación con la “iglesia clerical” o, dicho con más precisión, clericalista, aunque usamos “clerical” por brevedad. Revisamos y comentamos el famoso esquema piramidal de la Iglesia, contando hechos, enumerando características y reconociendo que nos lo encontramos por todas partes. De ahí pasamos a la Iglesia-círculo, representación más acorde con los dibujos anteriores, el Evangelio, la Tradición y la sensibilidad actual, y que expresa mucho mejor la Iglesia sinodal que soñamos y por la que apostamos.

En el abundante diálogo (los participantes eran, en un caso agentes pastorales del Vicariato de Iquitos, y en los otros dos profesores de religión y coordinadores de la ODEC* de nuestro vicariato y el de Iquitos), varias intervenciones señalaron que la mentalidad clericalista está más extendida de lo que creemos (tal vez justo por eso el Papa Francisco ha impulsado este sínodo, para hacer crecer la sinodalidad…).

Es tan cierto, que los dramas que los grupos realizaron a continuación lo pusieron de manifiesto en toda su crudeza. La propuesta era representar una situación donde asoma la “Iglesia clerical” y a continuación cómo debería ser en la “Iglesia sinodal”. Sobra decir que prácticamente todas las escenas tenían como protagonistas a los curas, que se desempeñaban como desabridos déspotas parroquiales, con preferencias entre sus fieles e interesados por la plata…

Pero lo que me dejó fascinado fue que, en las segundas partes, es decir, las mismas anécdotas pero en versión “sinodal”, los sacerdotes eran más acogedores y simpáticos, pero todo giraba igualmente en torno a ellos; aunque existía el consejo de pastoral, la parroquia entera seguía dependiendo del cura: sacramentos, catequesis, atención a los enfermos, etc. Los sketches supuestamente sinodales eran en realidad igual de clericales que los primeros, solo que con “buenas vibras”.

El clericalismo es una programación que está muy profundamente instalada en cada uno de nosotros (incluido el que escribe), y con el peso de generaciones. Un padrecito autóctono explicó que acá este tema se agrava porque conecta con el respeto reverencial que culturalmente se profesa hacia la autoridad, y peor la sagrada. El clericalismo modo amazónico está subido de graduación o de voltios, atonta, ciega y paraliza con más contundencia.

Sí pues, hay mucho que cambiar. Pero sin dramatizar y con muchas risas, ¿eh? De hecho el trabajo continuó con competición de juegos sinodales por grupos: armar rompecabezas, levantar una torre humana, traer una lista de cosas (papaya, toca de monja, flores, una umisha**, una media colorada, un Manolo Berjón…), componer una perfecta momia con papel higiénico; tareas que se logran con eficacia en equipo, y que para uno solo son casi imposibles. Formatear el clericalismo de nuestro disco duro requiere buen humor y esperanza.

* Oficina Diocesana de Educación Católica.
** Árbol festivo con regalos colgantes que se prepara en carnaval; se baila alrededor de él y al final es tumbado y se agarran los regalos.

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