sábado, 24 de abril de 2021

HELADO DE PLÁTANO EN TAMSHIYACU


Es un gusto visitar Tamshiyacu, uno de los dos únicos puestos de misión que se encuentran Amazonas arriba desde Iquitos. Tras una leve travesía, se llega temprano a la tierra del humarí, la piña y el cacao, una pequeña y coqueta ciudad de gentes acogedoras y larga historia misionera. Su nombre está compuesto por dos palabras: tamshi = soga y yaku = agua.

La parroquia “Natividad de María” es una de las más extensas del territorio vicarial y comprende más de 80 comunidades, ahí es nada. El nombre propio del inicio de esta misión es el franciscano canadiense Raynaldo Comtois, que llegó en 1947, recién creada la prefectura apostólica; construyó la iglesia, la casa parroquial, y después de 8 años de duro trabajo desapareció en el río en 1955. Sus restos, encontrados cuando descendieron las aguas, fueron identificados gracias a su reloj de pulsera. Desde entonces reposa bajo el piso del templo, y una sencilla inscripción hace de memorial perpetuo.

Los sucesores de aquellos pioneros, el equipo misionero actual, está formado por dos comunidades: las tres religiosas Misioneras Eucarísticas de María Inmaculada (Ana María, Pina y Griselda), mexicanas, y los tres hermanos de la Comunidad del Desierto (Yvan, Gábriel y Alain), canadienses. Sus respectivas casas se encuentran dentro del recinto de la misión, muy cerquita, y la proximidad espacial se traduce en buena onda, relación cordial, cariño y apoyo mutuo.

De hecho, aquí tenemos un auténtico equipo, capaz de enfocar un propósito compartido, coordinarse, comunicarse, trabajar juntos… y festejar. Durante mi estancia dos almuerzos fueron en común, y realmente se esmeraron para ofrecer sus mejores manjares. Especialmente Alain hizo un helado de plátano cuyo recuerdo todavía me hace relamerme. Pero lo más agradable fueron las bromas, el buen humor… se notaba que la cosa fluía.

La imagen corresponde a la reunión que propongo a los misioneros cuando visito los diferentes puestos. Este año trato de que reflexionemos juntos sobre, precisamente, el trabajo en equipo, su necesidad e importancia hoy día, y qué claves pueden ayudarnos a mejorar, porque es algo que no en todos los lugares se logra de manera satisfactoria. Acá desde luego me pareció que están en una excelente dinámica, el diálogo fue constructivo y creo que todos aprendimos, además de reírnos con los vídeos.

Adita
Hubo tiempo también para salir a dar un par de pésames: a don Grimaldo, animador de larga experiencia, por la muerte de su esposa, y a mi prima Adita Caro, gran amiga, laica en primera línea de la parroquia, por el fallecimiento de su papá. Conversamos con Adita en su casa, y la encontré un poco apagada… y a su perra Princesa también. Pina me mostró el centro de fisioterapia, interesante proyecto solidario que ella acompaña desde hace años. Incluso me llevaron a conocer a don Guillermo Feldmuth, antiguo habitante de la calle y ahora terapeuta experto en rehabilitación de habitantes de la calle, educador, trotamundos y célebre narrador radiofónico en Tamshiyacu, un personaje de esos que impactan. Fundador de la ONG “Despertar amazónico” y de la Casa Hogar Bereshit, un centro de formación de líderes de la rehabilitación, que ellos mismos me presentaron y explicaron con todo detalle. Pueden verlo en estos enlaces:

Dos días dieron, pues, para mucho. Concelebrar la Eucaristía con el p. Yvan, anterior vicario general y 35 años en el Vicariato; probar los guisos de Gabriel, consumado chef; descansar en casa de las religiosas y disfrutar de baño propio porque Ana María me cedió el suyo; fastidiar a Gris y hacer planes para Cáritas vicarial… Gracias por la acogida y todas las atenciones. Lo que más me gustó, aparte del sorbete de plátano, fue este cartel:


Aunque faltó la tilde en la e 😉.

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