A la cuarta fue la vencida. Lo habíamos intentado en tres ocasiones,
pero nunca lográbamos nada. Unas veces no estaban las autoridades, en otra
ocasión apenas reunimos a cinco personas, y otro día se habían ido toditos a raspar coca. Pero este golpe
sí, por fin.
De hecho el bote lo cuadramos junto a otro
lleno de costales de hojas de coca. Y es que este paraje es un auténtico paraíso cocalero, por lo oculto,
recóndito y silencioso. Cada saco 30 kilos, a un real el kilo, 30 reales (7,5
€) por bulto. Eso resuelve el día a día de una familia, y realmente no hay
forma de controlarlo. Un par de embarcaciones con tipos con pinta de narcos se
veían por allá.
Se sienten seguros porque no es fácil llegar a
Paraíso. En esta época de inicio de la creciente del Amazonas, desde Erené
hasta allí hay apenas tres palmos de agua. De hecho, el Laudato Si se quedó varado un par de veces, hubo que bajarse a empujar para sacarlo y poder continuar. Además,
no pudimos ir con nuestro motor fuera de borda, tuvimos que tomar prestado un peque peque con cola más adecuado al
bajo nivel del caño.
Al pisar tierra tocaba probar a hacer las
coordinaciones necesarias, y sí que hallamos al teniente gobernador, que
convino convocar a la comunidad a una reunión esa tarde a las 4. En el centro
del pueblo destaca una iglesia crucista con su enorme cruz plantada, y al
ratito aparece Daniel, que es el pastor y uno de los fundadores de esta
población hace unos 22 años. Le explicamos que no pretendemos “quitarle la clientela” 😉,
sino nomás conocernos, conversar sobre sus necesidades y cómo podríamos
apoyarles. “Ah ya, entonces sean bienvenidos”.
Y en su casa nos acogen muy amablemente y
preparan un exquisito almuerzo con las cosas que les compartimos (arroz, fideos
y sardinas en lata). Luego la tarde transcurre lenta. Es un auténtico paraíso de silencio. Nado en las aguas
oscuras y quietas de la quebrada, todo es tranquilidad. Acá no hay luz eléctrica, ni agua potable, ni saneamientos, ni posta médica, ni señal telefónica… ciento cincuenta
personas en medio de la selva profunda, abriéndose paso lo mejor que pueden.
Los rayos de sol atraviesan la espesura y me secan cuando salgo del agua, en
medio de una fresca brisa… No saben la suerte que tienen.
Llega el momento de la reunión. Hay que
esperar más de una hora; las 4 de la tarde significa “cuando ya cae el sol” para
gente que no tiene reloj… En torno a las 5:30 hay un gran grupo de personas,
creemos que la mayoría del pueblo. Nos
presentamos, escuchamos y con sencillez nos van contando sus problemas y
carencias, mezclando el ticuna con el español. Rapidito sale el tema del
botiquín comunal; yo lo esperaba porque ellos sin duda saben por sus vecinos de
Erené que podemos ayudarles a conseguirlo. Les explico cómo van a hacer y
mientras me traducen pienso en Antonio y Lupe, la pareja de Montijo que tiene
un sobrino que me dio un dinero para medicinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario