Y estos somos, los de la foto: 10 sacerdotes y
uno que se prepara. Faltaban 3, porque en total somos 13 presbíteros para 16
puestos de misión (hay 6 puestos que no tienen) en un territorio inmenso, mayor
que países como Guatemala, Grecia, El Salvador o Bélgica, y habitado por
más de 650 comunidades a lo largo de ríos y quebradas en plena selva amazónica.
Ahora vas y lo cascas, como se decía en tiempos.
Los últimos años estamos logrando armar un
encuentro con ayuda del Fondo Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal
Española (¡gracias!), porque desplazarnos es costoso, a pesar de que ha
aumentado la cantidad de movilidades, sobre todo en el Amazonas. Son dos
días y medio de oro para convivir, formarnos, dialogar e incluso descansar.
A pesar de que es un presbiterio (la palabra
se me queda grande) diminuto, procedemos de cinco países con solo
cuatro curas locales, y constatamos distancias
culturales, formativas y generacionales que es un reto superar, con el
sueño y la responsabilidad de sumar diferencias, concepciones de la misión,
motivaciones, bagajes, expectativas, maneras, experiencias… Mucha riqueza y
muchos mundos distintos, un encanto y un lío.
El delegado del clero (también tenemos, ¿eh?),
se vale de materiales ofrecidos en las jornadas nacionales de agosto -
conferencias, textos, pistas para la reflexión…- para organizar sesiones de
formación, con resonancias y diálogos. Pero esta vez le pedimos que dejara tiempos
para que pudiéramos conversar libremente acerca de asuntos de la vida que
nos afectan de lleno como sacerdotes y como grupo humano. Durante el primer
día, uno de nosotros fue recogiendo propuestas de temas.
Alcanzamos a rescatar dos espacios, que
resultaron muy valiosos. Tenemos acontecimientos recientes que nos afligen,
sobre todo la renuncia de un compañero joven; hay malestar en torno a traslados
muy seguidos, decisiones del obispo no bien explicadas o controvertidas,
cuestiones más prácticas de la pastoral en las que necesitamos converger… Se
trata de crear entre todos un ámbito seguro, de escucha y asertividad. De
cuidado mutuo.
Y así lo vivimos. Cada cual se expresa con calma
y espontaneidad; desde su experiencia, desde lo que le duele, con claridad y franqueza.
Hay desacuerdos, pero no violencia. Es estupendo acoger la necesidad, compartir
la perplejidad, comprender la encrucijada del otro, sus frustraciones y sus
satisfacciones, tan cercanas a las mías. Y muy sanador poder reclamar a
alguien, pedir ayuda, mostrar la propia vulnerabilidad y juntarla con la del
otro, tan gemela.
El último día no había programado “trabajo”,
solo esparcimiento. Nos fuimos a un recreo con piscina, pedimos un almuerzo
rico, tomamos unas cervecitas, nos bañamos. Las conversas adquirieron otra
sazón, entreveradas con bromas y risas, se dieron confidencias,
comunicación veraz, pero en diferente longitud de onda. Facilitó conocernos,
relacionarnos llanamente, con ligereza y familiaridad. Qué alivio sentir que soy
uno de ellos, uno más, y unir chistes y carcajadas.
En la homilía que me tocó traje esta frase, que
escuché hace tiempo al misionero Juancho Fuentes, y que se me quedó: “hacemos
lo que podemos, con lo que tenemos y los que somos”. Somos muy pocos, pero
tratamos de responder a Diosito entregándonos al pueblo lindo, y creo que Él no
nos pide más. Brindando nuestra limitación, regalando nuestra pobreza lo
mejor que podemos. Y buscando estar acompañados, algo clave para nuestra
supervivencia vocacional.
Me he ido convirtiendo en experto en pedir
ayuda: hablar con obispos, invitar a instituciones, congregaciones y misioneros
a unirse a nosotros; incluso vienen a conocer, y se les ve entusiasmados, casi
decididos, yo esperanzado… y al final siempre hay muchos motivos para
quedarse (todos respetables, por puesto) y se te rompe el cántaro, como a la
lechera. Quién se compra el pleito de la misión, a quién le importa
de verdad… Es una frustración recurrente.
Por eso, si algún sacerdote con inquietud
misionera lee esto, por favor, ¿podrías plantearte venir a trabajar al
Vicariato San José del Amazonas? Aunque sea un tiempito. Te aseguro que
serás feliz, nos ayudarás enormemente y encontrarás buenos compañeros.

1 comentario:
¿No puede ser que esté faltando mujeres presbiteras que sientan la llamada fuerte a este servicio ?
La mitad de la humanidad está a la espera. Habrá que seguir rogando a Dios y dando la lata porque razones sobran. Un abrazo a todos, os tengo en mi corazón.
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