sábado, 22 de febrero de 2020

UNA PIEDRA EN EL CAMINO


Me acuerdo perfectamente que el sábado 26 de octubre, cumpleaños de Jaime Piña, amigo y coordinador de la ODEC de Islandia, lo celebramos en el desayuno. La razón era que él y su novia María iban a pasar el día por Leticia y Tabatinga, y además tres del equipo nos íbamos a visitar un par de comunidades. Las hermanas prepararon muchas cosas y muy ricas, y yo seguramente dije eso de: “mejor comer ahora, que luego no sabemos qué puede pasar”. De modo que me puse como el tío Kiko y al ratito noté que algo en mi vientre no iba bien.

Durante muchos días me acompañó ese malestar, un dolor difuso que empeoraba después de las comidas; me sentía como hinchado aunque hubiese ingerido poco. Como la cosa no mejoraba, me desparasité, pero nada. Luego me traté contra infección intestinal, siempre pensando en las cochinadas que nos tragamos por esos ríos; pasé una semana bien fastidiado por los antibióticos, pero tampoco dio resultado. Me fui a Iquitos y allí me hice una analítica completa y una ecografía abdominal, en la que no se vio nada. Pero Elita, la enfermera del Vicariato, examinó los resultados de la orina y me dijo: “Padre, vas a tener piedras en el riñón”. Buen ojo clínico.

Las dos semanas anteriores a la Navidad el dolor se me localizó efectivamente en el riñón izquierdo y se me hizo más agudo. En el recorrido por el Yavarí hubo dos o tres momentos bien feos, pero si encontraba una hamaca y me tumbaba, a la media hora me aliviaba. De regreso a Islandia empecé con el Nolotil cuando me atacaba, y así con las justas llegué a Badajoz, le di un beso a mis papás y de frente al hospital después de un vuelo horroroso. Diagnóstico inicial: litiasis, o sea, una piedra de 7mm en el riñón. Luego al urólogo, luego TAC y tocaba litotricia, pero a eso ya no me daba tiempo, de modo que tenía que ser en Lima.

Es un procedimiento que consiste en bombardear la piedra con ondas de choque para romperla y luego ir botando los fragmentos por la orina. La primera sesión fue en mitad de los ejercicios espirituales en Villa Marista; tuve que escaparme porque me sentía seguro allí con las religiosas, si me daba un cólico fuerte en el posoperatorio, no estaría solo. De hecho los golpecitos de marras me hicieron pasar un rato regular na más, pero las misioneras de pura cepa me cuidaron con esmero: el cafecito de por la mañana temprano, jugo de papaya en el desayuno especialmente para mí (como los predicadores antiguos, que solo a ellos les ponían un vaso de vino y una tortilla francesa) y siempre en el comedor pasándome fuentes para hacer yapa (repetir) y silenciosamente preocupadas por cómo me encontraría de mi mal.

Me hicieron preparar remedios que las shamanas del grupo recomendaron: emoliente y agua de papa. Y así, entre puntos, meditaciones y acompañamientos, iba tomando un montonazo de líquido. Varias veces, en mitad de una conversación, me tuve que ir al baño, y orinando en un colador, el número de la cabra. Ellas bromeaban diciendo que, mientras que yo ayudaba a discernir los buenos y malos espíritus, ellas vigilaban los recipientes que tenía sobre mi mesa y luego comentaban entre dientes “Ha bebido poco; la botella de agua de papa no baja”. Es lo que tiene dar ejercicios a tus madres y abuelas estando malito.

De modo que las piedritas empezaron a salir y yo a sentirme mejor. Parece mentira que algo tan pequeño pueda joderle a uno tanto, si me permiten la vulgaridad. A la segunda litotricia fui preparado habiéndome zampado un cóctel de analgésicos, de modo que estuvieron dándole una hora y a mí plim. Seguí bebiendo a full y despedrándome los siguientes días, me daba cuenta que la arenilla se depositaba en el fondo del baldecito que usaba para orinar. En total hicieron falta seis pases y varias cántaras de agua hasta que el bueno del doctor me dio el alta.

Era un hombre pétreo y ahora voy más ligero de equipaje. Los gurús de la biodescodificación dirán que el cálculo renal se origina a partir de cristales de sales de fosfato y carbonato cálcico, o úricas. Es una masa de energía solidificada, creada a partir de pensamientos, miedos, emociones y sentimientos retenidos dentro y no expresados. Situaciones que debo resolver definitivamente y ver el futuro con calma y flexibilidad; para ir hacia delante con confianza y sin pretender hacer “cálculos” de todo y disponer de certezas y programaciones exhaustivas. Está bien. A tomar más agua y basta de intentar controlar la vida. Pero sería peor tener el corazón de piedra (Ez 11, 19), ¿no?

1 comentario:

martina dijo...

Es un dolor como de parto ,aunq no e parido si los e sufrido del jodió riñón .
Un abrazo y no se las tires a nadie .