domingo, 11 de septiembre de 2011

PREGÓN EN VALENCIA DEL VENTOSO (I)

Hacer el pregón de las fiestas de mi pueblo, Valencia del Ventoso, ha sido una experiencia para mí nueva e impresionante. Fue anoche, ante una multitud de vecinos en la plaza, con mis padres y varios amigos de Santa Ana que me acompañaron.
Estoy impactado por las muestras de cariño de la gente, por la acogida y las felicitaciones... Yo sabía que en Valencia se me quiere mucho, pero esto desborda todo lo que hasta ahora había vivido. Me siento muy feliz, muy afortunado y reconocido.
Es curioso cómo la vida es un carrusel que sube y baja: te ves hundido, humillado y fracasado... y pasas en poco tiempo a estar en la cresta de la ola, valorado, rebosante de éxito. Hay que acordarse de esto para relativizar cada momento con los pies en el suelo: ni creérselo ni estar arrastrao.
Disfruto de un momento luminoso. Y esto es lo que ofrecí a los valencianos.


Queridos vecinos y amigos:

Desde que nuestro alcalde me llamó, una noche de junio, para proponerme realizar el pregón de las fiestas de mi pueblo, estoy impactado y perplejo: jamás me podría haber imaginado una cosa semejante. Me lo tuve que pensar un par de días; “Dios mío, ¡el pregón de Valencia! Pero si sólo estuve dos años con ellos, ¿qué les puedo decir?”.

Posiblemente, reflexioné, las cualidades que se necesitan para ser pregonero se reducen a una sola: querer al pueblo. Eso me animó; si el pregón consiste en declarar que amo Valencia, entonces habéis dado con la persona indicada. Agradezco de corazón a la corporación municipal este privilegio; es un honor que no creáis que no me ha costado trabajo: cada vez que empezaba a escribir me ponía a llorar, y así se tarda en sacar las cosas adelante…

Quiero a Valencia. Quiero a este pueblo desde el día que lo pisé por primera vez; era la víspera del Corpus. Tenía yo curiosidad por ver la parroquia que el obispo Don Antonio Montero me había encomendado pocos días antes, así que sin decir nada me presenté aquí con mi hermana pequeña, en pantalón corto, como si fuéramos una pareja de turistas que curiosean los preparativos del día del Señor; las mujeres estaban aquella tarde preparando el dibujo de sal de colores, y recuerdo perfectamente la impresión que me produjo la iglesia con su torre. Nos miraban al salir, y quizá alguien escuchó la conversación telefónica con mis padres: “¡Mamá, me ha tocao una catedral!” (…). La primera impresión de mi casa parroquial fue Angelita, que con la brocha en la mano me miró de arriba abajo con su gorro y dijo: “¿tú eres…?” (debía de seguir vestido con bañador y chanclas)… “¿esto es un cura?”. Jejejeje.

Era mi primer pueblo, ¡qué emoción más grande sentía! Porque, aunque llevaba ya cuatro años de cura, siempre había trabajado en colegios como profesor y animador de grupos de jóvenes, y llegué totalmente novato en el arte de ser cura de pueblo. ¡Todo era nuevo! Y todo tuve que aprenderlo: los papeleos de la parroquia, el trato con los enfermos, cómo se prepara una novena… no sabía ni saludar por la calle (porque en Mérida, al entrar en el banco no se dice ), hasta que me explicaron que en el pueblo nos conocemos todos y siempre nos saludamos, y el cura con más razón.

Desde el principio me sentí muy bien recibido; luego comprendí que ser acogedores forma parte del carácter de Valencia, es casi el rasgo que mejor define a la gente del pueblo. Intenté ser un vecino más, vivir como se vive aquí, sentir como un valenciano, y eso me enriqueció enormemente, me hizo mejor persona y me forjó como sacerdote. Para mí es algo grande: soy cura de pueblo al estilo de Valencia, con la sensibilidad, la franqueza y la capacidad de acogida de la gente de mi pueblo, que me enseñó a dar mis primeros pasos. Si mi primer destino hubiera sido otro pueblo o una ciudad, seguro que no sería como soy ahora.

Sin darme cuenta fui aprendiendo el idioma de Valencia, a hablar con sus expresiones; me gustan las palabras del pueblo, las que se dicen por la calle, comprando fruta o haciendo una visita; las palabras que guarda Paco Amaya y todos soltamos: farrondón, espiche, empercudir, escamondar, sihombre, ¿eso quién lo dice?

Me gusta la historia del pueblo, la que nos cuenta Leandro Rivero y nos ilustra Isidoro con su museo. Menhires junto al Ardila nos sugieren un lugar fascinante, habitado desde donde alcanza la memoria sucesivamente por iberos, romanos y árabes; más tarde villa templaria y luego santiaguista, con castillo, casas señoriales y convento; de gentes sencillas del campo, de profunda entraña cristiana; pueblo viejo, con solera de siglos, habitado de nombres y de recuerdos, adornado de retazos de antigua grandeza en sus entretelas. “Pueblo noble, sano y tierno”, como dice Fernando; con los ojos siempre vueltos a su Madre del Valle, ¡así es mi pueblo!

Es muy hermosa y muy rica la cultura del pueblo. Un auténtico tesoro que hemos de cuidar y legar con cariño a los niños y jóvenes. Cultura es la manera de ver las cosas, de hablar, de tratar con los demás; cultura es el bagaje que nos une a nuestros antepasados, es nuestra identidad como pueblo, lo que nos hace ser nosotros mismos y al mismo tiempo nos posibilita cambiar, ser originales y modernos a la vez, fieles a nuestra raíz y lanzados hacia el futuro.

Cultura eran las juncias aquel día del Corpus, el Señor elegante por las calles blancas, mecido por las exquisitas melodías de la Banda Municipal; cultura es San Isidro, explosión de encuentro y alegría; cultura es un recital de nuestra Coral, que destila finura y calidad; cultura son las capeas, aunque se escape una vaca como aquel año… Cultura es San Blas, un día de cielo en medio del desierto invernal, un delicioso paréntesis de fiesta. Acudimos todos a San Blas con nuestras roscas, los cordones y las ramas de romero, orgullosos de ser valencianos; recibimos la bendición emocionados y divertidos… Blas suministra agua y el párroco nos pone empapaos.

(Continúa en la siguiente entrada)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cásar, enhorabuena y gracias,no sabes la cantidad de personas que me han felicitado por el acierto de haberte invitado como pregonero de nuestras fiestas, y lo encantado que hemos quedado todos con tu bello pregón que engrandeció el acto de apertura de nuestras fiestas del Valle de este año. Un abrazo, Lorenzo Suárez.-

rafael dijo...

cesar me as exo emocinarme pero eke desde ke llegaste eres para mi uno de mi unico amigo.

Anónimo dijo...

!Tú sí que vales!! vitoreado por toda la plaza demuestra lo que se te quiere en Valencia y la huella que nos dejaste a muchos: pequeños, jóvenes y no tan jóvenes. Felicidades por el blog!! Está genial. Davilin.