sábado, 25 de enero de 2025

"Mi LLEGADA YA SABE DE ADIÓS"

 
Ya han pasado ¡tres meses! No puede ser, ¿tan rápido? Han sido las vacaciones (o lo que sea) más largas en los últimos 10 años, pero se han escurrido igualito que las más breves, allá por junio de 2015. Entonces recordaba aquella canción del p. Carreño titulada “La vuelta del misionero”, que me gustó desde niño, y que en la tercera estrofa decía: “Ya lo sé, la visita es muy corta / mi llegada ya sabe de adiós”.

Toca hacer balance de este tiempo. Se trataba de acompañar a mi papá y atravesar junto con mi familia el trance de la primera Navidad sin mi mamá. También de lograr “un reposo apacible, lento, sereno. Un descanso profundo, consciente”, según mis propias palabras. Bueno… he hecho lo que he podido, y luego la vida está jalonada de sorpresas que no se pueden programar.

Curiosamente, no importa si la estancia dura más o menos, el hecho es que no se consigue ver a todas las personas que pretendes, nunca alcanza. Y no solo porque es mucha peña y yo uno solo: el ritmo de vida es tan alto, todo el mundo tiene tantas historias, hay tan poco tiempo, que en ocasiones hallar huecos en las agendas ha sido como resolver un sudoku de los de nivel diabólico.

El estar en Badajoz y ya no más en Mérida no ha facilitado más de una cita. Y además me he visto en la tesitura de despedirme de mi casa y recoger mis cosas. El piso familiar, escenario de mi infancia y mi adolescencia, allá donde regresé varias veces, ya no es una referencia para mí desde que no está mi mamá. He experimentado de manera nueva aquello de “no tener dónde reclinar la cabeza” de Lc 9, 58. Y no ha sido fácil: recorrer junto a la Mártir Santa Eulalia las calles de mi niñez supuso encontrar a mi madre a cada paso, y al mismo tiempo decir adiós a Mérida, cerrar una etapa de mi vida.

“Siempre fueron muy cortos los besos / pero los que guardé para ti / en el cielo sin fin van impresos”, sigue la estrofa. Aunque aquel día –y otros- lloré, veo que los Ejercicios me prepararon para este paso adelante afectivo. Detecto una cosecha de gran libertad, certezas y serenidad. Ciertamente Diosito me ha concedido nuevas luces, pacificar y reubicar aspectos, ahondar en las vetas de mi entusiasmo y disponerme para remar hacia aguas más profundas.

Algunas otras impresiones de estos meses: el montonazo de gente comprando en el centro comercial, que haya tremendas colas hasta para tomarse un café, lo alto que habla todo el mundo… El hecho de que vas por la vereda y te tienes que tragar el humo de los que han salido de los locales a fumar, y dejan todo perdido de colillas, un asco. Y, claro, la cantidad de personas mayores que van a las iglesias en comparación con los pocos niños… Ya lo sabía, pero me impacta.

Hemos sobrevivido a la nostalgia de la Navidad, con su síndrome de “silla vacía”. Mis hermanas han sido valientes, porque se han esmerado en preparar los platillos que siempre hacía mi mamá: pierna de cordero al horno, bacalao de Natal, canelones, bomba de helado, dátiles con nueces acompañando el vermut del aperitivo… Tradiciones de años que nos han permitido sentirla con nosotros a través de sus comidas.

Menos mal que estaban mis sobrinos, con esa juventud desprovista de gravedad, el humor, las corbatas para la fiesta de Nochevieja, las acostumbradas y personalizadas bromas… Al empacar “mis tesoros” de adolescente me topé con viejos objetos, pequeñas cosas cargadas de candor: reloj del Atleti, boli de madera, pisapapeles, libreta de cuero, afilalápiz mecánico, bote de colonia en forma de pipa marca Avon… Mágicamente han reaparecido como regalos para mis sobrinos, así de ingeniosos son los Reyes.

En fin: una paliza emocional que necesito metabolizar estos días. Regreso a la vida misionera, en la que se suele decir que, desde que llegamos a un lugar, nos estamos despidiendo. Somos provisionales, siempre interinos, estamos de paso. Pero así es en realidad toda existencia. Me insufla esperanza el tener a mis sobrinos, y a otros hijos e hijas fruto de la misión: la vida continúa en ellos.

Ya me vuelvo a la grande faena / reza tú que allí brille la fe / cuando acabe la vida terrena / a ti, madre buena / juntito estaré.

sábado, 18 de enero de 2025

POR FIN, EL PIN


Hacía tiempo que tenía marcada esta fecha, la convivencia navideña del presbiterio de mi diócesis de Mérida-Badajoz, donde cada año se homenajea a aquellos que cumplen sus bodas de oro y plata sacerdotales… porque este año me tocaba a mí. Y disfruté plenamente del momento.

Sí, me ordené en el 2000, y, como ya conté, empecé a celebrarlo junto a la Virgen de Guadalupe, y continué saboreándolo y profundizándolo durante los ejercicios en Loyola. Más tarde armamos un día de encuentro en Sevilla con mis compañeros salesianos de la misma quinta, programado desde ¡abril del año pasado! para lograr coincidir. No hubo condecoraciones aquel viernes de diciembre, pero sí mucho afecto.

Con ellos fue reconfortante apreciar que la distancia y el paso del tiempo no los han convertido en extraños para mí, sino que la conexión sigue vigente a pesar de la divergencia de rutas vitales. Además, nos noté en general mejorados por la experiencia acumulada, más serenos; los mismos jovencitos que llegamos al postulantado en Cádiz (yo tenía 19 años), pero con el conocimiento y el empaque propios de quien ha recorrido ya buena parte del camino. Una jornada estupenda.

Con los salesianos, en Sevilla

Pero el día D era el 7 de enero, y confieso que ya llegué un poco nervioso al seminario. Es una oportunidad en la que se saluda a muchos sacerdotes, pero esta vez con el matiz del reconocimiento por los 25 años. A los homenajeados nos ubicaron en la primera fila del salón de actos. En mi grupo de plata éramos seis, y me ocurría casi lo contrario que con los salesianos en cuanto a relación: había dos africanos nuevos en la diócesis, dos compañeros que conocía de vista y solo con José Antonio Sequeda he tenido más contacto por los veranos, cuando él atiende la capilla de Isla Cristina.

Antonio Manuel salió a pronunciar unas palabras en nombre de nuestro grupo. La verdad es que, si hubiera tenido que hacerlo yo, no creo que hubiese sido capaz, porque estaba muy emocionado. Me venían a la memoria mis inicios en la diócesis, lo arduo de llegar de fuera e integrarte en un colectivo, los compañeros que me acogieron y me ayudaron a dar los primeros pasos como párroco novato: Joaquín Obando y Ángel Vinagre, que ya se fueron con Diosito, José Antonio Salguero, Lolo (que también es de esta promoción), Guadi, autor de la imagen de cabecera de esta entrada, gracias… Y también quienes, más adelante, me sostuvieron y creyeron en mí: Paco Sayago, Antonio Becerra, Juan Román, Antonio Sáenz y otros, todos allí presentes. Qué alegría.

Extrañé mucho a Manolo Calvino, porque además era el delegado del clero y organizaba estos eventos con primor (la comida hubiera sido mucho mejor sin duda con él detrás). Se me saltaban las lágrimas, y ahorita también mientras escribo, recordando sus detalles, su escucha, su delicadeza, su sagacidad evangélica y su camaradería con sabor a crema de queso en su casa de Oliva. Me sigue haciendo mucha falta y sé que se habrá recreado desde el cielo viéndome alcanzar el borrego.

Llegó la hora de subir a recibir la distinción, que es simplemente un pin de plata con el símbolo de la diócesis: el cordero que identifica a San Juan Bautista, nuestro patrón. Aunque era el único que no llevaba alzacuellos, me había comprado, asesorado por mis hermanas Susana y Berta, una chaqueta para la ocasión; pero pucha, no tiene ojal, así que el arzobispo encontró sus dificultades para colocarme la insignia y al final me la puso en el jersey. Así ha sido mi vida en Mérida-Badajoz: como un parto difícil, pero con desenlace feliz; siempre distinto, pero uno más.

Luego, los agasajados nos colocamos entre los concelebrantes principales ¡y con casulla! Unos leyeron las peticiones y a mí me tocó llevar el cáliz. Más tarde, en el almuerzo, ocupamos asientos en la mesa presidencial. Eso fue todo, con algunas fotos entre medio. Por eso me gusta esta celebración, muy sencilla, discreta y fraterna. Ya estoy “empinado”, como dice con chispa Eugenio Campanario, y ya terminaron los festejos. El 6 de mayo, si paro en Iquitos, me iré a tomar un helado de aguaje.

Pero sigo en estado de agradecimiento y una mijita de orgullo, disculpen ustedes. El pin del borrego es como la estrella del mundial sobre el escudo de la selección: nadies te lo puede quitar. La señal de una historia -trancas y barrancas, aciertos y batacazos- plenamente vivida y lograda.

sábado, 11 de enero de 2025

GUADIANA DE LA SOLIDARIDAD


Un día de mayo pasado, Fede, el delegado de misiones de Mérida-Badajoz, me avisó de que Miguel Sánchez Murillo me había ingresado en el obispado un donativo de 1500 € para la misión de parte de su parroquia de Guadiana. Me llevé una sorpresa porque este compañero y yo apenas nos conocíamos de vista, no había habido mucha relación; pero la generosidad tiene ese componente imprevisible de lo divino.

Como es natural, le escribí agradeciéndole; ese dinero fue empleado en diferentes necesidades (el programa de becas para estudios de jóvenes y diversas ayudas a la infancia), y la vida continuó los meses siguientes. Vine a España, pasaron algunas semanas, se acercaba la Navidad y un día Miguel me llamó para invitarme al festival que en Guadiana organizan todos los años con los niños y los padres de catequesis. Agarré algunos regalitos y allí me presenté el sábado 21 de diciembre sin sospechar lo que iba a presenciar.

Quedamos a las 4 de la tarde para tomar un café, reconocer nuestros rostros después de más de diez años, y acordar que yo diría unas palabras al principio del evento, que empezaba media hora más tarde. Guadiana es un pueblo nacido entre 1949 y 1951, cuando 276 colonos junto con sus familias procedentes de distintos lugares de Extremadura y Andalucía fueron instalados allí en el marco del Plan Badajoz. Hoy cuenta con más de 2500 habitantes.

La iglesia, grande y nueva, estaba repleta de niños, adolescentes, sus papás y mamás, y las catequistas, todas ellas mujeres. Se veían muchos gorros navideños, y lo presidía todo el misterio, ya ubicado a los pies del altar. Después de mi intervención, en la que di las gracias y conté cosas de la selva, comenzaron a pasar los distintos grupos de catequesis cantando los villancicos que habían preparado. Las catequistas, de rodillas frente a los chicos, dirigían las actuaciones y fueron coordinando toda la actividad.

Finalizada la parte musical, Miguel invitó a todos a las eucaristías de estas fiestas y se despidió porque tenía que irse a su otro pueblo, Alcazaba. Me dejó a cargo de Manuel, su “diácono sin ordenación”, como lo llama. Con él me dirigí al local municipal, donde me quedé impactado de lo que vi y escuché. Estaba también a full, y ambientado con esas estufas que parecen setas gigantes, como el templo.

Las catequistas y las mamás de los niños arman cada año un mercadillo navideño en el que venden artesanías y adornos que ellas mismas realizan, o bien compran y traen. Además, hacen un chocolate con keke a 1 € el vaso y 1 € la porción, y doy fe de que estaban bien ricos; las familias colaboran para los implementos: cacao, leche, huevos… Y todos acaban siendo sus propios clientes, me contaban divertidas las catequistas.


Mientras Elena (no se me olvidará su nombre) iba de mesa en mesa vendiendo papeletas para la rifa de una paleta (jamón pequeño, pa que lo entiendan los del Perú) y una botella de vino, Manuel me seguía refiriendo cosas del pueblo: esta iniciativa lleva más de 35 años celebrándose, lo recaudado se mandaba siempre al comedor de Sorochuco que llevaba Josely, y ahora han decidido colaborar con San José del Amazonas. Sin que nadie lo pidiera; es más, era la primera vez que yo ponía el pie en ese lugar.

Este bello compartir encaja en la personalidad de Guadiana, una población tradicionalmente muy solidaria, que se vuelca con los más vulnerables a través de muchas acciones: tómbola, carrera “Guadiatón”, coordinación con el Banco de Alimentos, apoyo a diferentes asociaciones y colectivos… Tal vez su ADN de emigrantes que al llegar empezaron viviendo muy precariamente en barracones les haya dado esta sensibilidad, que los hijos sin duda aprenden e incorporan. Para ayudar a los damnificados por la dana, enviaron a Valencia un trailer cargado de alimentos y productos de limpieza; lo condujeron el dueño del camión y el alcalde, pero con ellos sin duda iban todos los vecinos.

Recuerdo que esta localidad cambió de nombre hace cuatro o cinco años: era “Guadiana del Caudillo” y se quitó el apellido, pero muy bien podría haberlo reemplazado por “Guadiana de la solidaridad”. Le caería como un guante por el corazón tan grande de su gente. Gracias Guadiana por esta ráfaga de amor demostrado con hechos (1 Jn 3, 18) sencillos, pero veraces, efectivos y constantes. Linda manera de arrancar el año.

sábado, 4 de enero de 2025

¿QUÉ TAL SI REEMPLAZAMOS A LOS POLÍTICOS POR LA IA?


Ya no es solamente que la IA aparte a los políticos y los obligue a ser comediantes, como en el programa especial de Nochevieja de José Mota, sino que de frente los sustituya al mando de las instituciones. Tal vez nos iría mejor y no tendríamos que sufrir las acostumbradas raciones de bochorno e indignación.

Leí días atrás que, en Perú, el salvaje asesinato a balazos de una abogada destapó una presunta red de prostitución en el Congreso. Parece que el jefe de la Oficina Constitucional del Parlamento – nada menos- habría contratado a meretrices en su despacho, haciéndolas pasar por asesoras o secretarias, con el fin de ofrecerlas a algunos diputados para “prestarles servicios”. Sinceramente, no me imagino a Los Chunguitos urdiendo algo semejante.

Las pesquisas señalan que el pata organizaba fiestas en casas alquiladas donde brindaba las atenciones de las mujeres víctimas de la red - reclutadas por la letrada finada -, y todo a cambio de conseguir votos en diferentes mociones y proyectos de ley en el pleno. Digno de una mala película de serie B. Claro, que no tan gore como la performance de las fuerzas del orden disparando contra los manifestantes en diciembre de 2022. Tenemos un gobierno que directamente mata a sus ciudadanos en lugar de protegerlos.

Por otra parte, un magistrado del TC se descolgó con unas declaraciones en las que ponía en duda la existencia de los pueblos indígenas en aislamiento. No importa que el Estado disponga de 269 evidencias documentadas y recogidas en reportes oficiales, solo de los años 2022 y 2023, que detallan la presencia y desplazamiento de estas comunidades en la Amazonía peruana. Él cree que no hay, y punto; debe ser del equipo del ministro de educación, aquel de las “prácticas culturales” que ya comenté.


Pero ejemplares de estos premios nóbeles que rigen nuestros destinos los hay por todas las latitudes. En España está la gente entretenida con una trama que implica al partido reinante: dinero que circula en cajas B y sobres, adjudicaciones de obras amañadas, pelotazos con la venta de mascarillas en lo más crudo de la pandemia, y hasta un alquiler de más de 2000 € mensuales para pagar el piso de una amante en pleno alarido nacional por el precio de la vivienda.

Extremadura, que es mi región, junto con Ceuta y Melilla, son los únicos territorios que aún no han recuperado los niveles económicos de 2019; es decir, como muchos enfermos, acá no levantan cabeza después del coronavirus. Mientras tanto, la Asamblea extremeña no logra sacar adelante los presupuestos, es decir las migajas que nos dejan. Por lo visto el tratamiento de los inmigrantes es uno de los mayores escollos para el acuerdo. Pero sin ellos, su trabajo y sus afiliaciones a la Seguridad Social, el sistema camina hacia el hundimiento total…

Mejor ya no hablemos del tren catastrófico, o de las listas de espera interminables para el especialista, o de la carretera N-432 con sus habituales accidentes y obras de ampliación aparentemente iniciadas pero detenidas sine diePoco importan el bien común y las necesidades de la población; tampoco las ideologías de derechas o izquierdas en el caso de que existan (como los PIACI). Prevalecen los cálculos del tacticismo partidista, la obsesión por conservar el poder a toda costa y los desmanes propios de cintura para abajo: el bolsillo y la bragueta.

Sexo, dinero, poder, pasiones tan viejas como el mundo. Pero como la IA está formada por máquinas, en teoría estarían libres de todo eso que a los humanos hace perder pie, ¿cierto? Entonces quizás salgamos ganando si despedimos a nuestros inefables dirigentes y colocamos en su lugar a ese artilugio, antes de que los algoritmos imiten lo peor de la especie.

Digo yo que saldría barato porque los políticos no necesitarían casi tuneado o maquillaje para su nueva profesión teatral, como hemos visto en la tele; aunque más que cómicos, son patéticos.