sábado, 25 de octubre de 2025

TEJIENDO ESPERANZAS DESDE ABAJO. IV Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña

 
Los días 22 al 24 de octubre se ha desarrollado en Lima el IV Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña, organizado por Amerindia junto con el Instituto Bartolomé de las Casas. Ha sido una cita claramente marcada por la celebración del primer aniversario de la pascua de Gustavo Gutiérrez, el 22 de octubre de 2024.

El objetivo general era “Animar el quehacer teológico liberador en América Latina y el Caribe y en este tiempo, de modo que se torne en un dinamizador que ayude a organizar la esperanza”, claramente en línea con el jubileo que se está viviendo en la Iglesia universal.

Con casi 200 participantes llegados de todos los países de América del sur y central, el clima creado desde el primer minuto en los ambientes de la Pontificia Universidad Católica del Perú fue de gran cordialidad, acogida mutua, humor y motivación de cara al futuro.

El primer día, los ponentes Alejandro Ortiz (México), Moema Miranda (Brasil), Birgit Weiler (Perú) y Raúl Zibechi (Uruguay) situaron la coyuntura geopolítica actual construyendo, con gran lucidez, un ver centrado en el colapso socioambiental, el presente eclesial y con propuestas de resistencias desde los movimientos populares. Se agradeció y ponderó el reciente documento Dilexi te, en el que León XIV subraya la centralidad y actualidad de la opción por los pobres; recordando que la Tierra es quizá la más vulnerable hoy día.

La metodología del Congreso incluyó diferentes momentos y formas de escucha que, mediante la analogía del tejido (preparar la urdimbre, tensar los hilos, crear la trama, anudar la pasada…), trataba de ir construyendo entre todos y todas ese bordado latinoamericano, que antes otros empezaron a tejer, con diferentes colores y texturas. Cada jornada se iniciaba y se terminaba manifestando cómo se iba avanzando en ese lienzo vital.


El juzgar contó con las intervenciones de Eduardo Arens (Perú), Luiz Carlos Susin y Francisco Aquino Júnior (Brasil). Con un experto enfoque bíblico y espiritual, colocando en el centro al Jesús histórico, ayudaron a la asamblea a entrar en clave de discernir a la luz del Evangelio y de la tradición teológica latinoamericana, abordando la cuestión: ¿Qué es hacer teología de la liberación en el contexto actual?

Las llamadas a actuar trajeron propuestas concretas desde abajo, a cargo de Cristina Bove (Brasil), Rolando Pérez (Perú), Adriana Palacios (Chile), y Gabriel Herrera y Carmen Díaz (México). Experiencias protagonizadas por movimientos populares, comunidades de base, grupos de resistencia y acción… pequeños gestos que, con creatividad, abren rendijas de esperanza y cambio; y fortalecidos con la reflexión potente de Theresa Denger (El Salvador) y Pedro Trigo (Venezuela).

Un momento central del Congreso fue el homenaje a Gustavo Gutiérrez, personaje clave en el pensamiento latinoamericano del siglo XX y fundador de la Teología de la Liberación. Consistió en una mesa de intervenciones en la que diferentes personas fueron recordando y agradeciendo los jalones de la vida y obra de este sabio y humilde seguidor de Jesús. Desde Brasil Leonardo Boff, y Jon Sobrino desde El Salvador, deleitaron a los participantes con anécdotas y valoraciones llenas de afecto y admiración, al igual que el resto de panelistas. El auditorio rezumó emoción y reconocimiento al maestro.

Cada día, el grupo Bendita mezcla facilitó los espacios de espiritualidad con inspiración intercultural y sinodal. De igual manera, ofreció la cosecha diaria con gran originalidad a través del canto, la expresión corporal y el teatro. Las risas se entreveraron primorosamente con la poesía y la contemplación de los mártires latinoamericanos.

A la hora final de las concreciones, Geraldina Céspedes (República Dominicana) y Pablo Bonavía (Uruguay) animaron a mirar lejos, como decía Gustavo, y, ante una coyuntura desafiante, tejer juntos con palabras, experiencias, terquedad y memoria, la esperanza. Porque la teología ilumina la posibilidad de crear una realidad mejor en este hoy de Dios.

sábado, 18 de octubre de 2025

LOCOS DE DIOS


De nuevo en este fin del mundo tan querido: lejano, distinto y añorado. Amanece en el país kichwa lentamente, jirones de niebla van desvelando las ondas del río sereno, que apenas acaricia la playa emergente frente a mis ojos. La humedad es frondosa, como la calma; un colibrí suspendido a menos de dos metros rubrica el gozo que siento. Realmente es un fin del mundo de belleza deslumbrante.

Y a la vez es un confín duro, desafiante, dificultoso. Nada más llegar ayer, una víbora se cruzó en nuestro camino: verde, serpenteante, brillante, peligrosa. En mi conciencia los ecos del reciente libro de Javier Cercas, que quiere hablar del Papa Francisco, pero termina hablando de los misioneros, esos dementes, esos perturbados… pero ¿qué hacen en medio de esta selva estos cuatro locos que vengo a visitar?

Viven en una casa como las de la gente, de madera, techo de hoja y emponado. Solo tienen un baño y bromean acerca de quién demora más gestionando necesidades y limpiezas. Traen el agua potable en baldes que deben subir desde un manantial junto a la orilla del Napo. Racionan las baterías de los celulares porque en este pueblo solo hay cuatro horas de luz, en la noche; a duras penas conservan alimentos en un arcón y luchan sin ventiladores para combatir el calor, insoportable especialmente a las 2 de la tarde bajo el techo metálico de la capilla, donde se celebra la tantarina, el encuentro de agentes pastorales kuyllur runakuna, lideresas warmis y apus (jefes) de las comunidades.

También yo estoy ahí, sudando, abanicándome y espantando moscas que sé que provienen de la carne de majás ahumada que están preparando en la maloka que hay al costadito. Como no tienen cuarto de invitados, han separado con cortinas una parte de la sala y colocado una cama, pero la lluvia de la madrugada reveló un agujero en el irapay del tejado justo sobre mi cabeza, de modo que la gotera me despertó y tuve que emigrar. ¿Seré yo asimismo uno de estos lunáticos de Dios? En tal caso, ¿qué hacemos acá?

Durante el encuentro paso horas escuchando hablar en kichwa, tratando de seguir el hilo de las intervenciones gracias a algunas palabras que, al no existir en la lengua, surgen en castellano incrustadas dentro de ese discurso incomprensible, como resquicios o balizas de significado. En esta frontera cultural me cuentan que se trata de estar, contemplar, escuchar, aprender, permanecer, compartir. Eso es todo. No sé si satisface la profundidad indagatoria de la pregunta, pero es la respuesta de estos chiflados acerca de qué diantres pintan acá.

Son para mí días primos hermanos de las vacaciones: tranquilidad, silencio, muchas horas de sueño profundo… Como si Angoteros por sí solo pudiera exorcizar los enredos pastorales y personales, los desencuentros comunitarios, y dejar a años luz laberintos administrativos y socavones financieros que me suelen amedrentar y hasta afligir, sobre todo desde que estoy en tareas de coordinación. Cuando estoy más perdido, nada hay más efectivo como navegar dos días y “salir de la vida”, para hallarme.

Esta tantarina es especialmente deliciosa porque todo lo hacen ellos, y no me refiero a los chalados, sino a los naporunas. Ricson, Florentino, Alipio… líderes de largo recorrido y capacidad contrastada son los que llevan la voz cantante; y voz enteramente en kichwa, incluso la misa. ¿Qué hacemos acá, pues? Solo tengo que estar, dejarme llevar, no empujar, saludar, reír, mirar a los ojos.

Hacer bromas. Sale el tema de que hay kuyllur varones que no dejan participar a las mujeres en los encuentros de la misión porque son celosos; me dedico el resto de los días ya a llamar celosos a todos sin piedad. Quieren que salga en la noche cultural y les cuento una historia: el marido celoso que compró un guacamayo para que vigilase a su mujer. Las carcajadas retumban. Hablo y mi traductor, Rodil, se las ve y se las desea para encontrar las palabras y expresiones, y las risas arrecian. Eso hacemos.

También bailar. Y tomar aswa, por supuesto. Incluso durante la oración, que esta vez han preparado mientras el pate de masato pasa de mano en mano, y por tanto consiste en compartir, unidos a Pachayaya. Todo fluye con naturalidad y facilidad con esta gente desprovista de solemnidad y abundante en humor y sencillez. ¿Qué hacemos en este fin del mundo los locos de Dios, si es que yo soy uno de ellos? Fluir, ser nosotros, ser otros, respirar. Vivir.

Feliz día del DOMUND.

sábado, 11 de octubre de 2025

SER UNO DE TANTOS


Siempre me ha gustado sentirme lo que soy: una persona como otra cualquiera, sin nada especial, uno más en la cola de los pecadores, con un número de la seguridad social, como todo el mundo. Esto, que parece una obviedad, me sosiega, me centra y me hace respirar simplemente mi humanidad. Más que agradarme, es que lo necesito.

Nos formaron con la vieja táctica de sacarnos de “el mundo”, especialmente en las primeras etapas. La teología conciliar del Pueblo de Dios, con la igualdad radical de todos por el Bautismo (hace treinta años todavía no estaba de moda la palabra sinodalidad) estaba vigente pero ya en regresión; era una época claramente con muchos menos clergymans, pero seguía pesando mucho la tradición: los religiosos son “distintos”, de algún modo “mejores” o “superiores” al resto. Perdón por la crudeza, pero así era.

Por eso, cuando salí de la congregación y evolucioné a cura de pueblo, esa manera de vivir me calzó como un guante. Disfrutaba siendo vecino, que va a comprar el pan, participa en los carnavales, llora las muertes, cocina, va al bar con sus amigos, pasea y saluda a todos, porque es uno más, sin nada que lo distinga o lo segregue. Y cuando alguien me decía: “reza por mí, tú que estás más cerca de Dios”, yo le contestaba: “no es cierto, tú yo estamos a la misma distancia, porque Él está en nosotros”.

Esta sensación la disfruto en lugares de paso, en museos, bibliotecas, sitios públicos o en transportes. Según se estudia en antropología, citando a Foucault, son heterotopías, espacios excepcionales que existen fuera del orden social y territorial normal, con sus propias reglas, funciones y sentidos. Son áreas donde las identidades quedan difuminadas o integradas, que acogen la diversidad sin prejuicios ni clasificaciones, de alguna manera “no-lugares”.

Observo a las personas en el aeropuerto, durante la cola del control de seguridad. Es increíble la multiplicidad de razas, colores, peinados, atuendos, idiomas, expresiones, hasta olores. Cada viajero es diferente, único e irrepetible. Todo está mezclado, pero la corriente humana obedece a unas normas, porque estamos en un mundo peculiar dentro del mundo, y por eso acá todos somos iguales: el escáner, el pase de abordar, los números de puerta…

Y yo, uno más entre ellos. Con mi cultura, con mis afanes y mis esperanzas, como todos. Sin cargos, particularidades o importancias; con la jerarquía puesta en modo avión, porque acá no hay “el sacerdote”, o el encargado de esto o responsable de lo otro, sino solo un hombre con una mochila en tránsito hacia su destino. No me quiero poner distintivos, no deseo que me reconozcan o me señalen, para bien o para mal, sin eventuales ventajas o incomodidades. Descanso al pasar desapercibido, disuelto en la masa, perdido plácidamente en el anonimato.

Ahora estoy en el ponguero, el colectivo que surca el Amazonas de Indiana a Iquitos, una especie de autobús del río. Los asientos son dos largas bancas fijadas longitudinalmente a las bordas del bote, de manera que los pasajeros vamos colocados unos frente a otros, y es inevitable mirarse. Toda la gente de hoy es de raza amazónica, la piel oscura, el cabello y los ojos negros, la estatura baja, las piernas fuertes. Hay muchos niños, y varios bebés; uno llora, y su mamá inmediatamente saca la teta y se la embroca.

Acá se me nota mucho más singular, soy un gringo, o sea blanco, y además, pelacho. Contemplo sereno a mis compañeros de travesía, y me imagino los problemas de cada cual: la señora de mi costado, el joven con los audífonos… Voy con mi carga de preocupaciones, trabajo amontonado, enredos y sinsabores propios del día a día; pero cada cual tiene los suyos, nadie está libre, en eso sí que somos igualitos, y me conforta sentirme parte del conjunto, sin desentonar, también uno más.

En el ponguero o en el aeropuerto el tiempo tradicional se rompe o se "acumula" curiosamente. Se dilata, pero vamos chismeando quién sube en cada parada. Y de pronto ahí está el puente Nanay, y el cobrador pasa recogiendo los quince soles. Todos igual, ya llegamos, sonrío como todos, hay unos pollos en el piso, junto a unas piñas de plátanos, que sorteo como "uno de tantos" (Fil 2, 6-11). Qué alegría.

sábado, 4 de octubre de 2025

EL AGUA HA HABLADO

 
Todo ha sido vibrante en la Cumbre Amazónica del Agua, que se ha celebrado en Iquitos los días 1 al 3 de octubre. A todos nos abrazaba la sensación, como una amable nube de niebla, de que estábamos viviendo algo histórico. La energía que ha circulado se recargaba con las intervenciones, los gestos, las imágenes, los personajes, hasta desembocar en una rotunda expresión de vida compartida.

Los seres humanos somos agua hasta en un 70 %. En este encuentro, el agua que está en nosotros, el agua que somos todos los presentes allí, se ha juntado para hablar, para denunciar, para susurrarnos a nosotros mismos, para gritar al mundo. Porque, aunque el agua está tan agredida “que ya no canta”, como dice Serrat, sí que habla. ¿Y qué ha dicho?

Soy un sujeto,
    un tú, interlocutor.
No soy un “recurso”, algo con lo que comerciar,
    una veta para la codicia, una mercancía. No.

Soy sagrada, el fluido divino,
    la fórmula de la vida
    el secreto del futuro.

Tengo derechos. Y por tanto ustedes, los hombres y mujeres,
tienen serios deberes para conmigo.
 
Me duele oler mal, ser veneno,
    ser causa de muerte y no de vida,
    ser fuente de conflictos…
Me aflige que me hayan quitado mi color azul.
 
Únanse, escúchense, dialoguen,
busquen a otros para luchar,
    reconociéndose todos como parte del Agua global.
 
Y recuerden que yo me muevo,
que si me estanco me pudro y emponzoño,
    así que se tienen que poner en marcha
    con creatividad,
    con firmeza,
    con tenacidad,
 
para que todos puedan ser manantiales que broten “hasta la vida eterna” (Jn 4, 14),
todos puedan vivir con salud, en armonía
              y felicidad.
              Especialmente los más pequeños y vulnerables.
 
Estos son solo algunos apuntes de todo lo que el agua ha expresado estos días; se manifestó de manera muy clara a través del relator de Naciones Unidas Pedro Arrojo, de los representantes de los pueblos indígenas, de los obispos participantes, y de muchos activistas, no todos católicos, que llevan años jugándose la vida en la defensa del agua.

El cardenal Pedro Barreto, en la Eucaristía de clausura, conectó las inspiraciones de la Cumbre con el recorrido histórico de la Iglesia en la Amazonía desde Aparecida y en los últimos 11 años, descubriendo cómo remar a favor del agua y los derechos humanos nos ayuda a forjar la sinodalidad y a caminar en la ruta de los sueños de Francisco. Él rebautizó el lema del evento: “Somos Iglesia, somos agua, somos vida, somos esperanza en acción”.


sábado, 27 de septiembre de 2025

DIOS SIEMPRE ES "RE-"


En el taller-retiro de misioneros, cada día comenzaba con un espacio de silencio que se extendía durante el desayuno y las tareas de limpieza, hasta el comienzo del trabajo a las 8. Para ayudar y conectar con lo que se estaba proponiendo, se daban unos breves puntos a las 6:30. Una de las mañanas me tocó a mí, y esto fue lo que ofrecí, por si sirve.

Puntos para meditar la sinodalidad

Me siento con la espalda recta y me voy relajando haciendo una serie de respiraciones abdominales, profundas, notando cómo el aire me llena por completo. Así me sereno y me centro, considerando “adónde voy y a qué” (Ej 239).

Notando cómo Dios me mira (Ej 75), cruzo la mirada con Él. Miro que me mira con amor y humildad.

La historia es el relato de los discípulos de Emaús: Lc 24, 13-35


1) Las rodillas duelen

Cuando nos sentamos en el grupiño, las rodillas que chocan, duelen. Están operadas, desgastadas, fatigadas.
La sinodalidad implica tomar en serio la igualdad radical de todos nosotros por el Bautismo, pero hay otra igualdad también constitutiva y esencial: la que nos coloca en la cola de los pecadores, junto a Jesús en su Bautismo.
Sinodalidad es caminar juntos, uno al costado del otro, mirar en la misma dirección, como estos dos amigos; pero también los codos se rozan, y, por el sendero, nos hacemos daño…
Es la sinodalidad una bella palabra, pero duele; no le sale de fondo una música de violines, sino que exige integrar diferencias, activar la acogida, alzar la comprensión mutua.
Y eso es difícil y trabajoso, cuesta, pasa obligadamente por el perdón.

_ Considero lo duro de la ruta, el cansancio y las ganas de renunciar, como estaban haciendo aquellos dos.


2) Siempre podemos reconocer a Jesús en el otro

Necesitamos para ello abrir los ojos interiores, y nunca lo logramos plenamente, es un proceso en el claroscuro de la fe.
Jesús se les acerca y, a pesar de que no lo identifican, Él lidera.
Explica la Palabra, enseña…
El big bang de la la sinodalidad es la escucha; la escucha del otro; la escucha de Jesús en el otro.
Solo así arde el corazón.

_ Traigo a la memoria rostros y palabras, momentos en los que ahora reconozco que Jesús me hablaba.


3) Pasar de “nosotros y ellos” a solo “nosotros”
 
El grupo de se había roto… “Nosotros esperábamos”, “unas mujeres de nuestro grupo”…
Están decepcionados, desconcertados, y se han separado de sus compañeros; vuelven a casa, el sueño de Jesús ha terminado, “ellos” se quedaron en Jerusalén.
Cuando conocemos a Jesús, nos vamos re-conociendo en nuestras heridas, nuestra común vulnerabilidad.
Dios siempre es re-: reconstruye, recupera, re-envía (como a Pedro, al que Jesús le confía la misma misión para la que había demostrado que no valía), regala, reúne, reforma, re-nueva… pon más verbos.
Para Él, “ahora es siempre todavía”, como dice Machado.
Porque Dios es el Dios del futuro: ya no mira lo que hemos hecho, está atento a lo que haremos.

_ Recuerdo, siento y gusto los per-dones (regalos excesivos, inmerecidos) que he recibido de Dios, y me abro con agradecimiento y humildad a mi próximo paso posible en el camino de la sinodalidad.