Fue una Semana Social tan alegre, que creo que es la mejor noticia para la Iglesia peruana en 2025, después del nombramiento de León XIV. En Lima hubo una florida representación de todos, todos, todos: por un lado, un fértil diálogo intergeneracional entre los jóvenes y los clásicos, la savia nueva y los “viejos rockeros” de la Pastoral Social, que nos ofrecían la referencia de las citas históricas anteriores; de otra parte, un sentarse juntos a escucharse de la Iglesia institucional y las bases, varios obispos y los luchadores, algunos con muchas horas de vuelo y cicatrices.
La metodología, inductiva y sinodal, del
ver-discernir-actuar, permitió hacer visibles y manejar los análisis gruesos de
la situación de nuestro país y las grandes causas: la crisis climática sin
retorno, el deterioro de la democracia, la liquidación práctica de la
separación de poderes, las violaciones de los derechos humanos, la pobreza
rampante, la minería ilegal, la modificación de la Ley Forestal… La Amazonía
fue puesta desde el inicio en el foco, por actualidad y por justicia.
Carlos Castillo, Pedro Barreto, Rosa María Palacios, Jorge
Izaguirre… compusieron el cartel de rostros y nombres prestigiosos, junto con
Yolanda Flores y José Manuyama. Ellos prendieron los lemas, las consignas,
las palabras potentes heredadas del ingenio de Francisco: caminar juntos, cultura
del cuidado, todo está conectado, el bien común, la escucha, la fuerza de la
ternura… La circulación de estos valores, motivos y propósitos, que pasan de
mano en mano y de corazón a corazón, nos otorga identidad, aúna voluntades,
enfoca aspiraciones y crea sinergias. Lo hemos sentido de modo muy
estimulante.
Algunos peros: a pesar de que estaba concebida como un
espacio de diálogo y propuestas en medio de la crisis sociopolítica que
atraviesa el Perú de cara a las elecciones del año próximo, lo cierto es que la
cantidad y dispersión de los argumentos no ayudó a focalizar claramente el
tema. Solo Rosa María Palacios habló de la coyuntura pre-electoral más
decididamente, pero seguimos necesitando una palabra enérgica y clara para
sumar al discernimiento de los católicos. Además, lo numeroso de los grupos
de trabajo, y la propuesta de elaborar las conclusiones de los diálogos con
creatividad y arte, tal vez restó profundidad a las reflexiones.
Con todo, las sensaciones fueron muy positivas, las
sonrisas se mostraron ostensibles y abiertas, el ambiente teñido de buen
humor y la comida excelente. Creo que todos los participantes salimos de
CEFOSA con mociones muy claras de continuar, comprometernos más y construir
esperanza profética con valentía y resolución.
Una manera divertida de incidir fue el pasacalle:
protesta y reivindicación acompañada por una magnífica batucada; se nota
que quien ha escrito que fue una “triste” semana social no vivió ese momento
tan significativo. Allí estábamos toditos: paso de relevo alegre y sinodal,
recoger la tradición de las semanas sociales y lanzarla hacia adelante. El
cadáver está muy vivo, como reseñó Alfredo Vizcarra en el mensaje final, glosando
a César Vallejo, palabras plenas de contenido y mirada al futuro.
Finalmente, gracias a los organizadores en algunos nombres
propios: Silvia Cáceres, Silvia Alayo, Glafira Jiménez, Javier Jahncke, Enrique
Gonzáles y otros muchos. Ojalá en lo sucesivo se sumen más entidades eclesiales
para seguir caminando y empujando juntos.
(Publicado en la revista Signos, del Instrituto Bartolomé de Las Casas - Lima)