sábado, 1 de febrero de 2020

TODO ESTÁ A PUNTO DE DESMORONARSE (DE NUEVO)


La misión en nuestro Yavarí es tan incipiente, tan precaria, que casi cada iniciativa es un comenzar de cero. Todo está como cogido con alfileres de tal manera que siempre parece a punto de derrumbarse como un castillo de naipes. Por eso hay que valorar cada pequeño “logro” y no extrañarse de los aparentes “fracasos”, ambos conceptos entre comillas.

Por ejemplo: en una comunidad logramos que haya un animador que se compromete, quiere prepararse, etc. De hecho viene a la sesión de formación en Islandia e incluso al encuentro vicarial. Escuchamos algún rumor de que este hombre se emborracha, pero en general todo parece marchar… hasta que de pronto un día hay una pelea en la pareja, el animador maltrata a su mujer y literalmente secuestra a su hija pequeña llevándosela lejos. Hasta la fecha nadie sabe nada de él y esa comunidad sigue sin liderazgo.

Con las ayudas que conseguimos también las cosas pueden torcerse. Hay otro lugar donde, al preguntar cómo va el manejo del botiquín que hemos donado, varias personas ni saben de qué les estamos hablando, “¿es que hay remedios a disposición?”, la primera en la frente. O bien se comenta que los medicamentos solo se los dan “entre ellos”, es decir, entre los ticunas, para los mestizos no hay. En la reunión de la noche, el promotor, que se había quedado al cargo, intenta explicar que “yo tengo que ganar algo para mi familia, entonces debo vender las medicinas etc etc”. Un lío, cuando en teoría quedó claro todo en la capacitación, y especialmente que no se vende, sino que se comparte y la gente aporta un poquito para reponer.

Este recorrido incluye un domingo, vamos a decidir en qué sitio estaremos ese día, una comunidad donde celebrar la Eucaristía no sea demasiado raro y al menos el animador y su familia comulguen. Ya: aquí. De modo que avisamos, yo mismo le digo en persona al animador que estaremos allí el día 15… y cuando llegamos el día 15 han viajado todos a Caballo Cocha. Eso es lo que hay; a la misa llegan dos personas. Al menos una señora nos regaló huevos sancochados para la cena.

Todo cambia, como canta Mercedes Sosa, y a menudo rápidamente y de manera imprevista. Una familia que habíamos visitado ya no vive allí, otro animador resulta que de un día para otro huye buscado por la justicia, una casa que conocemos en el siguiente viaje ya no existe, la han desarmado entera y se han marchado sin decir adónde. Una joven catequista que había iniciado un grupo de niños, súbitamente y sin previo aviso se va a vivir a Bogotá; otro catequista prometedor también se ausenta de golpe para trabajar en Iquitos, y ya no ha regresado; y otra simplemente se queda embarazada y chau la catequesis, ay Diosito.

La misión está en pañales por esta frontera. La “plantación” de la Iglesia (Ad Gentes 6) apenas se encuentra en la fase de desmontaje de la chacra y preparación de la tierra. Es una evangelización sujeta con pinzas, animosa pero incierta, y de momento se expresa en estructuras poco definidas y nada firmes. Eso la hace apasionante porque significa que van a venir más cambios, que habrá que adaptarse a muchas circunstancias y continuar inventando, sin tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos y a lo que tratemos de hacer.

Secuelas de la chocolatada
Porque lo imprevisible es escenario privilegiado del humor de Dios y sus sorpresas. El otro día, en San Sebastián, una comunidad crucista y aparentemente hostil, cuando parecía que la reunión (sobre apoyos, construcción de baños, etc.) ya iba a terminar, la gente añade un último punto: el Bautismo. La señora Katy, que ya nos había hablado de ello en otros momentos en voz baja (como para que nadie se molestase), plantea esta vez el tema abiertamente, y otras personas también. ¿Cómo hacemos para preparar a los papás y padrinos? ¿Cómo preparar a los adultos que desean bautizarse? Nos quedamos boquiabiertos.

No sé si nuestra formación sacerdotal y religiosa, tan filosófica, nos equipó con la creatividad precisa para movernos en esta provisionalidad movediza y evanescente; pero hay que espabilar, relativizar los “éxitos”, no dramatizar los supuestos reveses y vivirse como parte de un proceso en el que Dios elige el momento y el modo, a veces cuando no esperamos ya nada… Él siempre nos desborda con nuevos brotes de vida. Cosas de la selva.

PS: Es curioso cómo se repite la historia y las reflexiones son tan similares en contextos tan distintos como la selva y los pueblos extremeños. Vean si no la entrada del 6 de noviembre de 2012... Si me descuido le pongo el mismito título.

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