Cuando esto salga publicado será 30 de mayo y estaré comenzando mi
cumpleaños marchándome de Orellana, el puesto de misión desde donde hoy escribo
y en el que la mala comunicación es el estado normal de las cosas: sin señal
2G, sin electricidad y un cacho wifi en la plaza. Gracias de antemano a
todos por sus felicitaciones y sus cariños.
Así es mi vida estos últimos tiempos: viajar mucho, ir de acá para allá
casi sin pausa, escuchar, estar, llegar. En esta condición itinerante me han
alcanzado los 52 tacos, cifra suficientemente respetable como para hacer
pensar que la situación empieza a ponerse seria: el tiempo del que disponemos
es limitado, y cada instante que transcurre ya no vuelve, y nos acerca al
final.
No es solo un planteamiento casi obligado en una fecha así, es también
una bandada de sentimientos que fluyen por ese conjunto cuerpo-mente-espíritu
que soy desde que mi mamá me alumbró un sábado el año después de la primera
huella humana en la Luna. Y discurren sin rechinar, sin aflicción ni rencores,
así, naturalmente: conocemos la finitud de la vida, la respiramos.
Esa seguridad resuena en mil sensaciones cotidianas, las grietas y
erosiones de mi cuerpo, y a la vez se atesora como biblioteca emocional de
experiencias, amor, golpes y amaneceres. No estoy seguro de aprender, si acaso en
cada vuelta del río me descubro una personalidad más desprovista de artilugios,
pero más expuesta a los estragos de la ternura.
El B-52 es un bombardero pesado de largo
alcance que puede llevar a cabo varios tipos de misiones. Así es: te
acercas peligrosamente a los 80 kg pero eres más flexible que hace 20 años.
Nunca deja de impresionarme la maravilla constante de lo humano, su drama y su
resplandor, pero puedo improvisar más, acaso porque he visto más.
Es capaz de volar a altas velocidades
subsónicas a altitudes de hasta 15 000 m. Sí, todo va cada
vez más deprisa, me preocupa perderme algo. Y a estas alturas ya he comprendido
que puedo caer, pero soy capaz de levantarme, y por supuesto siempre merece la
pena intentar volar.
En un conflicto convencional, el B-52 puede llevar
a cabo ataques estratégicos, apoyo aéreo cercano, interdicción aérea,
ofensivas aéreas y operaciones marítimas. De todo, pero hay que elegir con
cuidado qué, dónde y con quién, porque va quedando menos tiempo y no es
cuestión de despilfarrar fuerzas, prestar palabras o malgastar afectos.
El uso del reabastecimiento en vuelo hace que
el B-52 tenga un alcance solo limitado por el aguante de la
tripulación. Hasta ahora hemos resistido la travesía, que ha sido “muy
variada” (como decía un salesiano cuando en la tele aparecía una escena subida
de tono) y sin duda espléndida. Esta vida es muy bonita, como dice esta canción
que cada mañana a las 6 pinchan en las noticias de Radio Programas:
Sé que el tiempo lleva prisa pa' borrarme de la lista
Pero yo le digo que:
Ay, qué bonita es esta vida
Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares
Siempre hay alguien que nos quiere
Siempre hay alguien que nos cuida
Ay, ay, ay, qué bonita esta vida
Y aunque no sea para siempre
Si la vivo con mi gente
Pero yo le digo que:
Ay, qué bonita es esta vida
Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares
Siempre hay alguien que nos quiere
Siempre hay alguien que nos cuida
Ay, ay, ay, qué bonita esta vida
Y aunque no sea para siempre
Si la vivo con mi gente
Siempre hay alguien que nos quiere; siempre hay alguien que
nos cuida. Gracias.
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