Hay que cantarlo con la melodía de “Danos un corazón/grande para
amar…”, pero en realidad mushu shunkuta
kuy significa “danos un corazón nuevo” en kichwa. Para vivir y trabajar en Angoteros hace falta corazón, por supuesto,
pero un corazón nuevo, abierto y humilde, porque acá en el alto Napo todo es
diferente y soprendente.
Hacía cuatro años que no venía (ver Mushuk wayra – 14 de mayo de2017), y es curioso que me notara a la vez asombrado y a mis anchas. Porque lo que veo, escucho y siento en
Angoteros no deja de impactarme, y al mismo tiempo no me resulta extraño, no me
cuesta y lo disfruto. Atrae mi instinto de antropólogo siempre novato y
colma mi gen misionero.
La pobreza de este lugar queda resumida en esta frase que escuché
en diferentes conversaciones con la gente: “estos
días hay poca comida”. Raramente se encuentra carne de res o de chancho, se
come yuca, arroz y algo de pescado, y no hay forma de conseguir pan ni verduras
(cebolla, ajo, lechuga, zanahoria…); por eso Dominik es granjera y tiene 11
gallinas, aunque dos de ellas tuvieron que ir a la olla para ofrecer un
delicioso inchikapi* a las
autoridades. Después de comer les escuché largo y tendido, porque los problemas del pueblo son muchos y
profundos.
Tal vez la educación sea el número uno. Justo el día en que se
reanudaban las clases semipresenciales (después de un brote) volví a palpar el
estado casi ruinoso de los edificios (los chicos de secundaria debieron ir a
sus casa a cambiarse de ropa y regresar para hacer la limpieza del colegio) y las dificultades de la administración para
asegurar un desempeño profesional y riguroso por parte de los maestros en
estas zonas tan lejanas. Me relatan ventas de notas, abusos… historias de
terror.
Admira la lucha del programa Pebian por garantizar que la
enseñanza sea realmente bilingüe, porque el
idioma (el 100% de la población es kichwahablante y el 70% habla español pero bola bola) es la clave de preservación
de la cultura y hay que cuidarlo. He visto más adolescentes alrededor de
celulares, la llegada de internet es una cuestión de tiempo, y por eso procuro saludar
en kichwa a todo el mundo – alipuncha,
alishishi, alituta -y tengo mis profesores que llegan cada día a las 3 de
la tarde guiándose por la posición del sol porque acá nadies tiene reloj.
Los wawakuna (niños), aburridos y hartos de
no tener escuela, acuden en tropel a Domipa
wasipi yachani (aprendo en la casa de Domi) a completar puzles con las
regiones del Perú, escribir, armar rompecabezas, colorear dibujos o hacer
cuentas. Ruth, Emma y Yaser dejan un rato los juegos educativos y van
explicándome en los pizarrines blancos
la lección de hoy: expresiones usuales (¿ima
shuti kanki? = “¿cómo te llamas?”) o los números en kicwha. Mis maestros
son un encanto y no solo no me cobran, sino que me regalan una naranja para
merendar.
En el alto Napo la suavidad en los modales, el respeto, el tono
bajo de la voz, la sonrisa franca y silenciosa… se aprenden desde el primer zuguetazo de teta de tu mamá. Florentino,
Alipio y Roger, los kuillur runa
(animadores), responsables de la comunidad cristiana, me cuentan cómo se vive
la fe en este pueblo. “Todos somos
católicos”, dicen; el Bautismo es
una institución social, un rito iniciático que, junto con la casarana (matrimonio), cohesiona y
expresa la cultura. Lo hacen a su manera, original y a la vez plenamente
católica.
Se ve en la celebración del domingo. Llueve mucho y la capilla
está casi vacía, de público y de imágenes u objetos. El protagonismo es de la comunidad; tan solo hay una figura de
Pachayaya (Dios Padre) representado por el viejo carachoso del mito, que era
Dios disfrazado de mendigo e iba pidiendo limosna para dilucidar cómo es cada
persona y premiar a los generosos con buenas cosechas. Los kuillur runa, con una
breve capa blanca, presiden y llevan a cabo todo el rito en su lengua; yo
solo intervengo para un pequeño comentario al evangelio y hago el ofertorio, la
consagración y la plegaria como puedo en kichwa.
El Papa nos pide “que los
pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas”.
No me cabe duda de que Angoteros es el
puesto de misión del Vicariato donde este moldeado ha avanzado más, al modo
naporuna. Pero hay que darle continuidad a la inculturación y seguir
acompañando a estos pueblos con un corazón (shunku)
decididamente misionero. Ya me he anotado en la lista para venir al alto Napo
cuando me toque traslado. Vamos practicando: ñuka shuti kan César.
* Sopa a base de maní (cacahuetes) y cebolla con presas de gallina.
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