lunes, 21 de octubre de 2019

EL SÍNODO A PIE DE RÍO: RELIGIÓN INSTITUCIONAL Y RELIGIÓN POPULAR


El otro día un animador del Yavarí le dijo a una de mis compañeras: “Voy a armar mi velada al Señor de los Milagros, en mi comunidad. ¿Puedes conseguirme una lámina?”. Bingo – pensé yo: les machacamos la oreja para que hagan los domingos la celebración de la Palabra, y nada; en cambio, la velada con danza ante el santo sale de ellos, con naturalidad, y a nosotros ni se nos ocurre.

Porque es algo suyo, de su cultura, y por tanto aporta en la configuración de su identidad comunitaria y creyente. En cambio “nuestras” ceremonias y sacramentos oficiales son algo en cierto modo foráneo y adosado. Varias veces por la calle alguien me ha preguntado: “Padre, ¿a qué hora es tu misa?”. “No es mía, es de todos”- suelo contestar, pero capto lo que hay detrás de la expresión. La misa es “mía” y las imágenes, las velas, las procesiones y las novenas son “del pueblo”.

El padre Regan habla de “la dialéctica entre la religión oficial y la popular”[1], que ha originado siempre un batiburrillo de elementos yuxtapuestos[2] que se iluminan y reinterpretan mutuamente cuando se incluyen con la armonía y la pausa de los procesos de inculturación sabiamente llevados. Si se queman etapas, los sacramentos son vistos como algo extraño y ocasional, desconectado de la cosmovisión y los usos de la gente.

Los mismos ticunas que ni saben a qué me estoy refiriendo cuando pronuncio la palabra “comunión” son capaces de organizar ellos solitos un via crucis el Viernes Santo. Les ofrecimos a los animadores unas breves indicaciones sobre cómo celebrar en la comunidad el triduo pascual… y lo que salió fue el via crucis “a su manera”, con sus cantos, un chico que hacía de Jesús y cargaba la cruz, etc. No estaba allí para verlo, pero ¡excelente! Y esclarecedor.

Nosotros nos empeñamos en dar forma “eclesiástica” (o sea, occidental) a su religiosidad, y redactamos un esquema exhaustivo de la celebración del domingo, se lo explicamos y se lo entregamos para que lo sigan toditos iguales, y es un error que ahora me hace sonreír. Algo así como fabricar misales-fotocopia selváticos que se les caen encima a los animadores y no saben bien qué hacer con ellos… Es al revés: tienen que hacerlo a su estilo, “como les salga” en el sentido más positivo, con su sensibilidad, con espontaneidad e introduciendo todo lo que sientan sigificativo.

Y así estará bien hecho. Aparecida dice que “No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios” (DA 263). Y el Instrumentum Laboris del Sínodo: “Las comunidades piden un mayor aprecio, acompañamiento y promoción de la piedad con la que el pueblo pobre y sencillo expresa su fe a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos” (IL 126.e). De esta forma, más adelante “procurarán un contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario” (DA 262).

Esta imagen es de ayer, de la procesión del Señor de los Milagros, patrono de Islandia. Si no hubiera misioneros, ¿habría procesión? Por supuesto; de hecho durante muchos años no hubo acá sacerdote ni religiosas ni nadies, pero el Cristo moreno siempre salió en su fiesta; es cierto que acompañaba alguno de los capuchinos de Benjamin Constant, pero todo lo lideraban los laicos del pueblo, es algo “suyo”. Esa es la potencia de las devociones populares, que no podemos desconocer. Don Santiago García Aracil decía siempre: “¿Los curas quieren dejar la presidencia de las procesiones de Semana Santa? Está bien, pero que sepan que otros vendrán inmediatamente a reemplazarlos”.




[1] REGAN, J. “Hacia la Tierra Sin Mal. La religión del pueblo en la Amazonía”, CAAP-CETA 20113, p. 304
[2] Cfr. Ibíd. p. 337

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