domingo, 14 de abril de 2019

CONTRA LA MALARIA, SOLIDARIDAD


El paludismo o malaria es una enfermedad endémica en el Yavarí y el Bajo Amazonas, es decir, presente y habitual a causa de las aguas estancadas y la humedad de la zona. La transmite la hembra del Anopheles, un zancudo de hábito crepuscular que ataca descaradamente y, como no te pongas calcetines, zapatos cerrados, pantalones y manga larga (si la aguantas) te saca el ancho y pasas a engrosar el 56 y pico por ciento de la población que en nuestro distrito sufrió este mal el año pasado.

A pesar de que hay una campaña estatal llamada “Malaria Cero”, como siempre la gente de las comunidades alejadas las pasa canutas para luchar contra esta plaga. Hay lugares donde un técnico fue enseñado a hacer la “prueba rápida”: una muestra de sangre colocada en un plástico que contiene un reactivo y que da una idea aproximada de si hay malaria y de qué tipo es (Vivax, Falciparum y Malariae son los que hay por acá). Al afectado se le da el tratamiento correspondiente a lo que se supone que tiene, y luego los técnicos deben bajar cada cierto tiempo a Islandia para que les repongan los remedios. Entre viajes, días fuera, diagnósticos errados y muestras mojadas se multiplican cuadros de fiebre, diarreas descomunales, dolores articulares, horribles cefaleas…

El único método eficaz para detectar el paludismo es la “gota gruesa”: una muestra de sangre extraída en el pico de fiebre se tiñe con Giemsa o azul de metileno y se observa al microscopio; se localizan los parásitos y se cuentan por campos para determinar la especie y la magnitud de la invasión, y prescribir así el tratamiento adecuado. Es un procedimiento sencillo aunque laborioso, que puede realizarse en el campo pero requiere contar con el equipo mínimo, y en especial con un microscopio. Y este es el quid de la cuestión.

En Pueblo Alegre hay dos promotores de salud formados en el ejército para hacer esta prueba, pero ¿cómo conseguir un microscopio? Nos invitaron a visitarles y nos solicitaron apoyo. Al toque hicimos aquella misma noche cartas dirigidas a varias entidades, pero yo sabía que la que era para Cáritas de Valencia del Ventoso iba a hacer diana, porque la fibra solidaria de mi pueblo es inmensa. El aparato resultó más costoso de lo previsto porque lleva un accesorio que permite trabajar con la luz del sol y sin necesidad de la red (en estos lugares no hay electricidad), de modo que también colaboraron la Hermandad del Silencio de Zafra y mi amiga y óptica Loren Molina.

El microscopio, un Olympus CX23, ya lo tienen las autoridades de la comunidad  de Pueblo Alegre. Ahora Jehú y Olmer, los promotores, se capacitarán en el centro de salud de Islandia durante ¡tres meses! para que aprendan a utilizar eficazmente el instrumento, cosa que no es evidente: a menudo se requieren horas de paciente y minucioso examen de las muestras hasta dar con el bicho retratado. Durante todo el tiempo de su instrucción y práctica la municipalidad colabora brindándoles hospedaje y alimentación. Todos los logros, aunque sean pequeños, son trabajos de equipo.

Este compartir permitirá a la pobre gente del Yavarí sufrir menos, vivir mejor y en algunos casos no morir antes de tiempo, que es el estigma de la miseria. Porque la malaria es muy mala (como su nombre indica), y lo digo por experiencia: la última vez fue hace un par de años y me dejó hecho mazamorra. Además te pone muy triste, como si resucitara momentáneamente todos tus particulares espectros para deprimirte… Por eso gracias de corazón en nombre de Pueblo Alegre, que podrá hacer honor también a su nombre.

Gracias Valencia, mi pueblo pequeño y sencillo, experto en humanidad, con memoria de la pobreza del pasado y por tanto sensible a las necesidades de hoy, aunque estén lejos. Gracias por permitirme ser cauce de esa generosidad que es tu distintivo. Hace ya 13 años que nos tuvimos que despedir, pero cada vez soy más tuyo y estoy orgulloso de hacer algo contigo para que en mi selva las personas puedan ser un poquito más felices.

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