sábado, 31 de enero de 2015
LA MOLESTA CERCANÍA DE FRANCISCO
Hay muchas personas a quienes no les gusta el papa. Se hace cada día más evidente y menos disimulado, casi dos años después de aquella reverencia en el balcón pidiendo “que recen por mí” que nos dejó a todos boquiabiertos. Lo curioso es que, en general, los detractores suelen ser gente de dentro, laicos, curas, etc., porque en ambientes extraeclesiales Francisco genera casi siempre simpatía y consenso. Y se da entonces una situación entre divertida y paradójica.
No se les ocurre contradecir al papa, porque claro, ¡es el papa!; incluso citan sus palabras, pero llevan como a regañadientes las cosas de “este papa”, como le llaman. Comentan Evangelii Gaudium y resaltan, con una media sonrisa, el estilo llano y accesible de Francisco, pero en privado les revienta lo que dice de los gays, de los divorciados vueltos a casar, de la jerarquía de verdades, de la iglesia en salida, de la misericordia, de los eclesiásticos trepas o del olfato del rebaño.
Cuando en la misa de Santa Marta, o en la audiencia, o en una entrevista, el papa se desmarca con algo que descoloca a las mentes ultraortodoxas, se apresuran a remitir a sus escritos, donde hay “más precisión”. O se dedican, incómodos, a interpretarlo correctamente con algo así como “El papa dijo equis, pero en realidad quiso decir y”, no vaya a ser que alguien se confunda. Madre mía, cualquiera sugería eso acerca de alguna declaración o escrito de, por ejemplo, Juan Pablo II o Benedicto. Prontito.
También fastidian sus gestos. Que se ponga una nariz de payaso, se pare a hablar con todo el mundo, no quiera vivir en el palacio apostólico, bautice a hijos de madres solteras, se deje fotografiar con una camiseta de Argentina, vaya en cuatro latas o en el autobús de los cardenales, se siente a comer con los trabajadores del Vaticano y se salte el protocolo cada diez minutos, son excentricidades innecesarias y ganas de ejercer de popular. Pero a ver quién se atreve a decirlo. Como máximo, dicen que no hay que quedarse en los gestos, no vaya a ser que se pierda de vista la doctrina. Pero Jesús fue un hombre de gestos y de palabras muy sencillas; eso sí, les lavó los pies a doce hombres, ¡y no a una musulmana! Jejejeje.
En fin, que más de uno se cree en la indulgente obligación de matizar a Francisco en los confines de lo políticamente correcto, para que todo siga siendo en la iglesia “como debe ser”. Como si el Espíritu se hubiera equivocado o el cónclave hubiese enloquecido. Probablemente es un cerrar los ojos a la realidad nítida de que Dios desea que la Iglesia cambie. Y eso hace temblar planteamientos, cargos, carreras, protagonismos y dinerales.
PS: Amigo Paco, te lo dedico ¡Feliz cumpleaños!
lunes, 26 de enero de 2015
EN LIMA PASAN COSAS INCREÍBLES
Como por ejemplo, encontrarte con Jose Mari Donoso, amigo y compañero del colegio en Mérida, y que ¡hacía más de veinte años que no veía! Y mira, charlando hemos descubierto que coincidimos cinco años en Sevilla, pero allí no se dio esa casualidad... Qué pequeño es el mundo, ¿di?
Pero qué enorme es Lima. Ves gente de todos los colores, idiomas, aspectos y pelajes. Como en un carrusel frenético y muy ruidoso, como si la ciudad se agitase dentro de una coctelera y un tsunami de cláxones, vendedores en cada esquina, galerías abarrotadas donde todo se mercadea, puestos de emoliente, de helados, de jugos... y hasta uno de espejos retrovisores (de carro y de camión) en plena calle. No es broma.
Te subes al cerro de San Cristóbal y puedes sentir la ardiente miseria de los asentamientos: la gente invade los cerros desérticos con unas casitas pardas de ladrillo visto que recuerdan precarias naves de náufragos varadas. Y luego, al rato, desembarcas en el óvalo de Miraflores, echas un vistazo al Saga Falabella (grandes almacenes pitucos) y te atoras un poco con tanto lujo. Ahí al costadito nos tomamos Jose Mari y yo unas cuantas Cuzqueñas y nos pusimos al día, riendo a carcajadas y mostrándonos nuestras soledades. Contrastes, para no desentonar con Lima.
Con lo bien que se está en el Perú... yo no me explico por qué la gente es reacia a venir, la verdad |
...esas espléndidas balconadas coloniales del palacio de Torre Tagle, una niña descalza que vende higos chumbos pelados, incontables chiringuitos a la espalda de las Nazarenas donde ofrecen santos, huele a incienso y te echan las cartas, un helado de lúcuma delicioso que cuesta tres soles, el periodista que maneja un dron, pasear por Gamarra mareado de ver tantísima ropa por todos lados, un impagable instante serenidad junto al pozo de Santa Rosa, el alucinante barrio chino donde hasta los periódicos son en chino, la plaza Bolognesi, el barroco de San Pedro que te deja sin respiración, esas colmenas de artesanía en la avenida Petit Thouars, y luces y ruido y suciedad y gente y carros y...
Al final de la jornada el podómetro canta que he caminado 23 kilómetros, ¡pucha! Finalmente la ley de regulación laboral para los jóvenes ha sido suspendida y apenas hay un rumor en la oscuridad de mi ventana. Abro el último libro de Luis Landero, que me parece una obra de exquisita orfebrería literaria y en sus líneas me gana el sueño. Hasta mañana, Lima.
Santo Domingo |
El cerro de San Cristóbal |
El palacio Torre Tagle |
La plaza de San Martín |
El cebiche |
Huacos y más huacos en el museo |
El pisco |
La manifestación (¿cómo me habrá salido la foto color sepia?) |
El pozo de Santa Rosita |
miércoles, 21 de enero de 2015
EL LABERINTO (NO TAN TERRIBLE) DE LOS PAPELEOS
Cuando uno entra en Migraciones de Lima, en la avenida España, el primer impacto es de estruendoso barullo, como si hubieran instalado unas oficinas en la estación de metro de la Puerta del Sol. Luego vas preguntando y te van ayudando a orientarte en medio de esa jungla de impresos, colas, carteles, códigos, ventanillas, pantallas, lapiceros y normas, muuuuchas normas.
Reglas que además cambian así, de la noche a la mañana, como pasa en "Los juegos del hambre": "Atención tributos, atención. La regla existente que demandaba un sólo ganador ha sido suspendida. A partir de ahora deberán adjuntar fotocopia de la página del pasaporte donde figura el visado". Hay que estar atentos y vivos, no sea que te peguen un hachazo. Dios mío, ¿cómo harán para enterarse los que no tienen ni papa de español?
Claro que existe una industria de asesores para los gringos que venimos a pelear contra los procedimientos de residencia e inmigración. Son como los entrenadores de los tributos, pero nadie se libra de que aparezca un requisito nuevo, o que una cláusula haya mutado, de modo que yo creo que lo mejor es ir uno mismo, averiguar, coscarse y hacerlo por tu propio pie.
Te encasquetas allí tempranito con todos los documentos, pides cita y la señorita te da un código: ICE 14. Subes a la tercera planta (cuidao que aquí en el Perú no hay planta baja, la baja es la primera) y te armas de paciencia porque te toca esperar. Y eso es lo que haces fundamentalmente toda la mañana: esperar y explorar nuevas dimensiones del aburrimiento. Escuchas variados idiomas, observas a la gente, descubres a las monjas (¿de qué marca serán?), repasas las fotos que tienes en el celular, cuentas cuántos mormones de esos con traje y corbata llevas vistos...
Hasta que te toca. Y en la ventanilla el asunto es rápido y bastante eficiente. Tardan poco en mandarte de vuelta a los corrales si te falta un documento (doy fe), y también en atenderte, teclear tus datos y dar curso a la gestión que necesites.
- ¿Color de los ojos?- me preguntó el administrativo.
- ...
- ¿Castaño claro? - me sugirió.
- Vale - dije yo.
- ¿Color del pelo? - volvió.
- Ya queda poco - me hice el gracioso.
- Sí, ya estamos terminando, no se preocupe.
Jejeje. Una vez introducidos tus tuétanos en El Sistema (...), te pasan a Biometría. El nombre asusta un poco, pero la cosa consiste en hacerte una foto y escanearte las huellas dactilares (los dientes ya me los habían revisado cuando fui a la Policía). De nuevo tres minutos... y hora y cuarto de espera. Un australiano lee a mi lado el periódico en una tablet; esa chica con el bebé, ¡cómo se parece a Rocío Moriano la vallera; este chaval estaba hace un rato arriba en la ventanilla de al lado; etc. etc. Hasta que por fin me nombran y ¡tachaaaaaaaan! me dan mi carnet de extranjería.
Ole, ya no soy un turista, un paria del distrito 12, ya soy Residente en el Perú, ya puedo abrir una cuenta bancaria, sacarme el carnet de sacerdote o librarme de que me cobren el triple si se me ocurre ir al Cuzco. No es tan fiero el león como lo pintan, pero es una victoria momentánea, porque cada año hay que prorrogar y pagar la tasa, los Juegos del Hambre son cíclicos y rentables para el Capitolio, como las olimpiadas.
Me puedo figurar algo más cómo se sienten los miles de inmigrantes que en España batallan por legalizar su situación. Una cordillera burocrática que sin embargo es solo una anécdota en la lucha por una vida digna. No me extraña que de vez en cuando alguno levante tres dedos, silbe como un sinsajo y se líe parda.
jueves, 15 de enero de 2015
EJERCICIOS SIN QUERER QUERIENDO
¿Serán las casas de ejercicios de los jesuitas una franquicia, como Starbucks o Pull and Bear? Lo digo porque esta de Chiclayo, desde donde escribo, se parece todita a la de Dos Hermanas: colores anaranjados y pardos, madera, logos con IHS por doquier, sencillez y comodidad discreta… y espacio para el recogimiento y el encuentro con Dios.
El clima es suave y un punto caluroso, estamos en la costa norte en enero, tiempo de verano por estas latitudes. Hemos venido a retirarnos los curas de la diócesis de Chachapoyas, un grupo de veintitantos hombres mayoritariamente peruanos y jóvenes, en el que asoma también alguna cana en las cuatro o cinco cabezas españolas que hay por acá. Una de ellas es la del dombenitense Javier Travieso, obispo auxiliar de Trujillo, que es el director de la tanda de ejercicios.
Monseñor Javier cuenta que sus 26 años en Perú “lo han domesticado”, han ralentizado y suavizado su manera de vivir, su trato con la gente, su velocidad de trabajo. Nos habla sembrando mil anécdotas del día a día, esbozando siempre una sonrisa franca e interpretando a la perfección el criterio ignaciano de “descansadamente”. Tiene la cualidad de saber hablar de Dios expresando mucho más de lo que sus palabras contienen, y lo hace con sus pausas, su emoción y esa alegría que le ilumina.
A los encuentros siguen, a golpe de campana, ratos de trabajo personal, Eucaristía comunitaria, paseos por el pequeño jardín (aquí Dos Hermanas gana), cafesito a media mañana, completas por la noche… y todo envuelto en el silencio que D. Javier nos ha propuesto y que nosotros respetamos más o menos. Silencio ignaciano que macera esta casa, que ha tapizado paredes y pulido ángulos, y que tú respiras apenas llegas; y descansas y disfrutas.
Uno de los días D. Javier y yo charlamos. Su amabilidad casi intimida por verdadera, y la atención que me presta encarna la que el Papa Francisco propone en Evangelii Gaudium (nº 199, 272, 274, etc.). Noto que me comprende porque ya ha pasado por el trance de ser novato en Perú, me escucha con dedicación, me da algún consejo, de manera que al transcurrir de la conversación me voy animando, y misteriosamente vamos dejando las pegas y dificultades, y acabamos comentando nomás cosas positivas. Qué habilidad, pienso, y me doy cuenta de que el papel del acompañante en ejercicios es crucial, más de lo que creo.
El Señor en estos días me invita a frenar y retomar el planteamiento primero: dejarme llevar, soltarme…; no hacer mucho caso a mi cabeza, que maquina planes y planes, y pretende rematar el córner antes de sacarlo… La misión no es algo que yo tengo que “hacer”, es un don para agradecer, entrar dentro de él siendo yo mismo y a la vez tratando de “ser otro”, de aprender y adaptarme a los modos, los ritmos y los lenguajes. La misión requiere ser discípulo, es un regalo para compartirlo, una bendición de Diosito, porque me quiere mucho: “Y como premio… serviréis a vuestros hermanos”, nos dijo D. Carlos Amigo el día de mi ordenación.
Es por la mañana: el aire es brisa marina fragante de sal. Y sin querer queriendo (como suele decir en broma D. Javier, remedando al Chavo q.e.p.d.) el Señor me ha llegado estos días, fino, con destreza. Y también así, como quien no quiere la cosa, me ha salido esta entrada. Despasito, padresito.
viernes, 9 de enero de 2015
MI REGALO DE REYES: EXCURSIÓN A HUAMANPATA
El otro día me tocó ir a Mito, un pequeño pueblo camino de Omia. La capilla está abajo, junto al río, y al regresar de misa, pregunto a unas niñas si han tenido regalos de Navidad.
- Sí, vinieron los de Caja Trujillo - dice una.
- Eran los de Caja Piura - dice otra (bancos y empresas se promocionan regalando juguetes a los niños pobres de los caseríos).
- ¡A mí me dieron una pelota! - una tercera.
Pues a mí me han traído Sus Majestades una excursión a un lugar maravilloso: Huamanpata. Se llega tras unas tres horas de ascensión, con paradas en un par de miradores, tramos de tremenda pendiente y algo de barro. Llegas sudando pero merece la pena, porque al momento comprendes que lo que tienes ante ti es algo que no se parece a nada que hayas visto antes.
Huamanpata es una laguna estacionaria situada a más de 2000 metros de altitud, que ahorita apenas está comenzando a llenarse con las primeras lluvias y que en mayo estará repleta de agua para luego secarse de nuevo y convertirse en lo que he visto: una inmensa pampa verde que recorta un paraje de bosque frondoso propio de ceja de selva (http://www.perutoptours.com/index01rm_laguna_de_huamanpata.HTML). El río recorre la alfombra gigante a modo de espina dorsal serpenteante, y al fondo los majestuosos cerros de la cordillera, siempre envueltos en nubes al atardecer, son centinelas mudos de esta belleza que atrapa los sentidos y pinta de colores el corazón.
Venimos a casa de Roberto y Carmen, y sus hijos Brandon y Sharon, una familia de la que mi compañero Lolo Matos forma parte, y que me acoge con cariño. Roberto ha construido un alojamiento turístico, un hogar de madera, curioso y confortable, donde los suelos crujen, y los pájaros, al posarse sobre el tejado, hacen cosquillas a la calamina. El silencio es la melodía de la hermosura impresionante de este lugar. Gorjeos de aves, los pasos del perro sobre la hierba, el crepitar del fuego en la noche y, por supuesto, el rumor de la lluvia, a la que puedes ver acercarse en cortinas plateadas que sortean, elegantes, las montañas. Una calma prodigiosa que te rodea, te cautiva y te gana, y logra domar tus sobresaltos y someter tus ruidos.
Pasamos mucho tiempo estos días paseando y contemplando los tesoros que esta naturaleza virgen nos ofrece. Llegamos a las paredes laterales donde el agua en crecida ha ido horadando, cortando y esculpiendo las rocas sedimentarias, y de repente estamos en la Sagrada Familia de Barcelona, o en el Peine del Viento. Nos adentramos en el bosque primario, pisando un colchón de materia orgánica que hace de colosal placenta que nutre la vida de la colina. Me enseñan a descubrir dónde están las orquídeas y oyes, se me dan mejor que los espárragos. Incluso nos acercamos a los macizos de árboles que emergen como islotes en medio de la llanura; están caprichosamente retorcidos, y son en realidad como icebergs que, en la época de agua, muestran sus ramas y sus copas como periscopios.
No podemos montar en canoa (lo dejamos para la próxima vez), pero sí abrir una botella de aguardiente y conversar hasta tarde contemplando las llamas de la candela, saludados por las luciérnagas que titilan alegres en una oscuridad azulada por la luna. Para Lolo, "el sitio de su recreo"; para mí una sorpresa de quietud, un espectáculo natural increíble, un oasis de libertad, un retrato asombroso de Dios, un pedazo de un Perú fascinante, este país al que apenas estoy llegando y que cada día me impacta.
Regresamos a Mendoza y me dicen que el regalo de Reyes no esta completo: falta una caja que está en correos. Lo abro y...mmmmmmhhhh!!! Lomo, jamón y chorizo que me mandan de casa. Digo yo que en 2014 habré sido bueno.
domingo, 4 de enero de 2015
NOCHEVIEJA INOLVIDABLE
Todavía estamos en 2014 cuando escribo esto, porque son las 11 menos cuarto de la noche en Perú. Me tomé las uvas hace casi cinco horas, a las 6 de la tarde, así que esta Nochevieja me parece larguísima. Pero qué momento más especial; siempre recordaré mi primer fin de año peruano.
Como el 24, me quedé solo un rato grande, suficiente para serenarme, hacerme una ignaciana composición de lugar y comprender que estoy acá lejotes y ellos están juntos en familia, que todos nos echamos de menos y sufrimos, pero que es momento de celebrar el año nuevo y disfrutar que nuestro cariño es transoceánico. Así que, entre una marea de whatsapps, voy en busca de mis uvas de la suerte, hombre.
Mi hermana Berta conecta su flamante Mac y yo me voy a la planta baja a recibir una mejor señal. Quedan 20 minutos para las campanadas, y cuando el Skype furrula, el salón de mi casa de Mérida se cuela y me rodea, con sus sonidos, sus sonrisas y sus olores; y a la vez la pantalla me absorbe, y me encuentro de pronto sentado a la mesa, notando la calefacción y la modorrilla de unos vinitos de más. Es un milagro que me ayuda prodigiosamente a sentir algo maravilloso, que el Papa llamó el otro día en un tuit "Bendición" (https://twitter.com/pontifexfrases/status/347868838236418049): ¡tengo una familia!
El Mac está colocado sobre la mesa, junto a los turrones. Las caras se suceden en medio de la agitación de los inminentes cuartos, unos y otros van saludándome, sobrinos con las uvas peladas y otros sin pelar, mis hermanas que declaran haberse jincao tres botellas de vermut, "Anne Igartiburu está más mayor, ¿no?", Spiderman de cuatro años parece contrariado por algo y Pilar me enseña presumida su pelo planchado. Suenan las campanadas y voy tragando uvas al ritmo de Susana, porque como me fije en Mª Elena estoy perdido, ni suerte ni ná.
Su cumpleaños empieza nada más dar las 12, así que en mi casa, más que decirnos "feliz año nuevo" felicitamos a mi hermana y le damos sus regalos, que siempre son ropa porque es un desastre vistiendo cualquier cosa que no sea un chándal y zapatillas de deporte. Nos reímos y brindamos, ellos con cava aragonés (de la misma marca que el extinto vermut) y yo con vino de misa.
Al rato tengo misa con bautizos, así que voy cortando. Pero cuando creía que estaba a salvo de llantos, recibo una llamada ¡de Manolo, el alcalde Santa Ana! Me felicita el año nuevo y envía buenos deseos a los de Mendoza, que se los de yo, que estoy aquí "representando al pueblo". Y aún hace un rato abriré Facebook y veré un mensajillo de otro alcalde, Lorenzo: "César, un fuerte abrazo desde Valencia del Ventoso, tu pueblo". Qué fuerte, qué bonito y qué orgullo.
La Eucaristía es una gozada, pasa en un suspiro. Al terminar, como ninguno de mis compañeros ha llegado todavía, le propongo al profe Echegaray ir a cenar juntos. No hay nada preparado, pero encontramos una lata grande de caballa y otra de sardinas en aceite marca Rianxeira, compramos un par de cervezacas peruanas marca Cristal, y con el pansito tostado y papaya de postre tenemos para platicar rico.
Y ahora, cuando son casi las 12 y la orquesta en la plaza hace vibrar las paredes a cumbiazos decibélicos, se presentan Ángel y Nico de vuelta de la montaña. Están cansados, pero eso no impide que aparezca una botella de whisky para estrenar el 2015 como Dios manda. No me queda otro remedio que intentar dormir en el sofá de la sala, porque mi habitación está anegada de ruido ensordecedor. Me voy a acurrucar en una frazada contento y sereno, saboreando otras ciberconversaciones balsámicas de hoy y los últimos mensajes, que acabo de leer. Cuánto dolor pero cuánta bendición, Diosito. Y mañana me toca Omia: la vida no para. Feliz año nuevo.