Como por ejemplo,
encontrarte con Jose Mari Donoso, amigo y compañero del colegio en Mérida, y que ¡hacía más de veinte años que no veía! Y mira, charlando hemos descubierto que coincidimos cinco años en Sevilla, pero allí no se dio esa casualidad... Qué pequeño es el mundo, ¿di?
Pero qué enorme es Lima. Ves gente de todos los colores, idiomas, aspectos y pelajes. Como en un
carrusel frenético y muy ruidoso, como si la ciudad se agitase dentro de una coctelera y un
tsunami de cláxones, vendedores en cada esquina, galerías abarrotadas donde todo se mercadea, puestos de emoliente, de helados, de jugos... y hasta uno de espejos retrovisores (de carro y de camión) en plena calle. No es broma.
Te subes al cerro de San Cristóbal y puedes sentir la ardiente miseria de los asentamientos: la gente invade los cerros desérticos con unas casitas pardas de ladrillo visto que recuerdan precarias naves de náufragos varadas. Y luego, al rato, desembarcas en el
óvalo de Miraflores, echas un vistazo al Saga Falabella (grandes almacenes
pitucos) y te atoras un poco con tanto lujo. Ahí al costadito nos tomamos Jose Mari y yo unas cuantas Cuzqueñas y nos pusimos al día, riendo a carcajadas y mostrándonos nuestras soledades.
Contrastes, para no desentonar con Lima.
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Con lo bien que se está en el Perú... yo no me explico
por qué la gente es reacia a venir, la verdad |
La inteligente excelencia del Museo Nacional de Antropología, una manifestación de jóvenes que piden la derogación de la ley Pulpín en la avenida Alfonso Ugarte, un equilibrista-malabarista que actúa suspendido en una cuerda entre dos semáforos mientras toca pasar a los peatones, un pisco sour en el Cordano, esos azulejos añejos y elegantemente circunspectos del convento de Santo Domingo, el sabor impactante del cebiche mixto de conchas negras, las catacumbas de San Francisco, que son depósitos de huesos antisísmicos... (respiro)
...esas espléndidas balconadas coloniales del palacio de Torre Tagle, una niña descalza que vende higos chumbos pelados, incontables chiringuitos a la espalda de las Nazarenas donde ofrecen santos, huele a incienso y te echan las cartas, un helado de lúcuma delicioso que cuesta tres soles, el periodista que maneja un dron, pasear por Gamarra mareado de ver tantísima ropa por todos lados, un impagable instante serenidad junto al pozo de Santa Rosa, el alucinante barrio chino donde hasta los periódicos son en chino, la plaza Bolognesi, el barroco de San Pedro que te deja sin respiración, esas colmenas de artesanía en la avenida Petit Thouars, y luces y ruido y suciedad y gente y carros y...
Al final de la jornada el podómetro canta que he caminado 23 kilómetros, ¡pucha! Finalmente la ley de regulación laboral para los jóvenes ha sido suspendida y apenas hay un rumor en la oscuridad de mi ventana. Abro el último libro de Luis Landero, que me parece una obra de exquisita orfebrería literaria y en sus líneas me gana el sueño. Hasta mañana, Lima.
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Santo Domingo |
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El cerro de San Cristóbal |
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El palacio Torre Tagle |
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La plaza de San Martín |
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El cebiche
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Huacos y más huacos en el museo |
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El pisco |
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La manifestación (¿cómo me habrá salido la foto color sepia?) |
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El pozo de Santa Rosita |
Qué fotos más chulas y tú qué buen aspecto tienes!. Me alegro, te ha sentado bien el encuentro con tu amigo. Un abrazo
ResponderEliminarQué fotos más chulas y tú qué buen aspecto tienes!. Me alegro, te ha sentado bien el encuentro con tu amigo. Un abrazo
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