jueves, 30 de mayo de 2013
43 CASTAÑAS
El pelo emigrante, las rodillas crujientes, la barriguita atrevida y la vista que, por momentos, dimite de distinguir las churras de las merinas y medita encargarle a Loren una ayuda para leer. Sí. Son los estragos de la edad. Y no es broma, porque hoy caen 43 castañas.
"Voy a recordar las obras de Dios". Así empieza la 1ª lectura de hoy (Eclo 42, 15) y así me siento: agradecido. Como dice siempre Gabriel Cruz, "reconciliado conmigo mismo". Serenamente contento de quién soy, cómo soy y en qué punto me encuentro. Bullendo, lleno de ideas, emociones, proyectos, pero sin necesitar digresiones o sueños. Más conocedor del espesor de lo cotidiano y sus contradicciones, consciente por fin de las aristas de mi mediocridad y en permanente escucha de mis cicatrices, que me enseñan cada día.
A estas alturas no son precisas lentes para ver que la vida no es tal como me la imaginé, es mucho más real, más áspera, más compleja, más apasionante. Agradezco los trabajos de Dios en mí, todo lo doy por bueno, todo lo recibo en esta mañana con humildad, con temor y temblor.
Mi sobrinos me mandan fotos y un vídeo, recién levantados, con los caretos legañosos y los pelacos, me dicen felicidades y me tiran un beso que a mí me sabe tan dulce como el Licor 43 aquel que tomábamos de adolescentes. Este beso es lo que la vida me regala hoy, en este paso del camino. Es el propio camino lo que merece la pena, lo grande es la capacidad de caminar y de encontrar manos que apretar, manos que Dios te da, sus manos en los demás. Así lo cuenta Tagore.
Cuando iba caminando por el día, me sentí seguro; y, envanecido de mi propia agilidad, no reparé en la maravilla de tu camino; que tu propia luz estaba entre nosotros dos.
Ahora es de noche, y siento, a cada paso, tu camino, en la oscuridad; y el olor de las flores, que llena el silencio, como si fuera eso que dice bajito la madre al niño, cuando la luz se ha apagado.
Te tengo apretada la mano, y tu contacto está conmigo en mi soledad.
lunes, 27 de mayo de 2013
DÍAS DE "POCA MISA"
Hay días en que la Eucaristía cae a contrapelo, no pega o es como sobrante. Ocurre cuando el domingo está dentro de un fin de semana de fiestas o acontecimientos civiles o militares en los que participa de una forma u otra la mayoría del pueblo. Como ayer, por ejemplo.
Ayer domingo fue el día después de la Primera Comunión, que ya conté que es un día de fiestorrón en el que se ve implicado más de medio Santa Ana y parte del extranjero. La iglesia estaba llena de gente acompañando a los niños, una multitud que un rato más tarde se aplicó a devorar los manjares propios del evento y que por la tarde aumentó a la hora de los prestinos, los cuellos largos, las pulguitas y el queso. Una marea itinerante de una comunión a otra, más de dos con los ojos chiquininos, lo propio de la ocasión...
Claro, entre lo chico que es mi pueblo y entre que mucha gente fue el sábado a misa y otra gente se levanta el domingo algo perjudicá por los excesos culinario-etílicos, la parroquia a las 12:30 aparece casi vacía. Luego, poco a poco, va acudiendo el resto fiel, y en estos "días de poca misa" nos juntamos un grupito sereno, practicante y asiduo llueva, truene o granice.
Se echa de menos a los niños, hay momentos incluso en que uno se pregunta "¿Qué hago aquí?", pero al mismo tiempo da gusto celebrar con tanto silencio y tranquilidad, sin tener que quebrarte la cabeza buscando genialidades o brillanteces o humoradas para conectar con los chavales (a veces la homilía parece un monólogo del club de la comedia) y sin preocuparse por el ruido, etc. etc.
Esto sucede de vez en cuando. El domingo del Palancar, por ejemplo. O el domingo de la Patrona, o el de los Carnavales, o cuando hay algo extraordinario como un certamen, un festival, etc. Son "días de poca misa" en que la Eucaristía se simplifica y cambia de carácter, se hace más orante y yo me siento menos protagonista y descanso.
Pues esto es lo que me ha salido hoy. Ya sé que no es gran cosa, pero es lo que hay. Y lo escribo en este 27 de mayo, aniversario precisamente de mi primera misa. Hace 13 años comencé a prestar este servicio, que es al mismo tiempo tarea, premio y fuente de felicidad. Sea la asamblea grande o pequeña.
Ayer domingo fue el día después de la Primera Comunión, que ya conté que es un día de fiestorrón en el que se ve implicado más de medio Santa Ana y parte del extranjero. La iglesia estaba llena de gente acompañando a los niños, una multitud que un rato más tarde se aplicó a devorar los manjares propios del evento y que por la tarde aumentó a la hora de los prestinos, los cuellos largos, las pulguitas y el queso. Una marea itinerante de una comunión a otra, más de dos con los ojos chiquininos, lo propio de la ocasión...
Claro, entre lo chico que es mi pueblo y entre que mucha gente fue el sábado a misa y otra gente se levanta el domingo algo perjudicá por los excesos culinario-etílicos, la parroquia a las 12:30 aparece casi vacía. Luego, poco a poco, va acudiendo el resto fiel, y en estos "días de poca misa" nos juntamos un grupito sereno, practicante y asiduo llueva, truene o granice.
Se echa de menos a los niños, hay momentos incluso en que uno se pregunta "¿Qué hago aquí?", pero al mismo tiempo da gusto celebrar con tanto silencio y tranquilidad, sin tener que quebrarte la cabeza buscando genialidades o brillanteces o humoradas para conectar con los chavales (a veces la homilía parece un monólogo del club de la comedia) y sin preocuparse por el ruido, etc. etc.
Esto sucede de vez en cuando. El domingo del Palancar, por ejemplo. O el domingo de la Patrona, o el de los Carnavales, o cuando hay algo extraordinario como un certamen, un festival, etc. Son "días de poca misa" en que la Eucaristía se simplifica y cambia de carácter, se hace más orante y yo me siento menos protagonista y descanso.
Pues esto es lo que me ha salido hoy. Ya sé que no es gran cosa, pero es lo que hay. Y lo escribo en este 27 de mayo, aniversario precisamente de mi primera misa. Hace 13 años comencé a prestar este servicio, que es al mismo tiempo tarea, premio y fuente de felicidad. Sea la asamblea grande o pequeña.
miércoles, 22 de mayo de 2013
EL ENCARGO DE JUANICO
"Mi papa me pone la cabeza loca" dice Remedios, y no es para menos, porque cuando Juan se arranca a contar historias de antes, no hay quien lo pare. Lo escuchamos pacientemente Conce, Josefina y yo la semana pasada, justo al día siguiente de cumplir 95 años.
Juanico el quemao es del grupo de los más viejos, y sin duda uno de los personajes del pueblo. Cuando era más joven debió de ser un figura, con sus tratos, sus trapicheos, sus compraventas de burros, carros y lo que se terciase. Su hija nos contó que un día vinieron a buscarle unos gitanos ("uno de ellos con el pelo largo y una pinta..."), se embrocó en el coche con ellos y no regresó hasta el otro día. "Yo le gritaba: ¡papa, no te vayas con esa gente!... pero nada, ni caso". Jejejeje.
La visita del cura es bastante frecuente. Cuando llego, siempre hacemos un happening: "¡Juan, ¿quién soy yo?!" (gritando a tope). Él me mira fijamente, su cara pegada a la mía, como cuando mi abuelo se ponía el periódico en las narices: "Pues no caigo"... Y Remedios: "¡Es el cura!". Y Juanico, que lo sabe perfectamente desde el principio, empieza: "¿Es usté? ¿Es usté? ¡Cagoendiez!". Entonces me da un abrazo del oso bien estrecho. Yo es que me parto.
Cuando empieza con el cuento del comandante, o con lo de los tiros, su hija y su yerno Manolo lo cortan, porque es lo mismo mil veces, y debe aburrir a las ovejas. Pero el otro día dijo algo precioso: "Mire usté, César, yo soy el hombre con más suerte de toa España". Es su lenguaje de agradecimiento a su familia, que lo cuida con esmero como al patriarca que es. En esas llegó Sonia, una de sus zagalas, con su bisnieta Miriam, una medallita. Juanico está siempre rodeado de cariño: su otra nieta Tere, ese Juanfran Bancalero perrunillero... Digo yo que por eso dura tanto.
Llega el momento de la despedida y él siempre insinúa que igual ya no nos vemos más. Así que esta vez me hizo el siguiente encargo: "Cuando yo esté donde tengo que estar, usté va a mi huerto y se come todos los higos que quiera. Esté donde esté, usté viene". Se me estremeció el corazón. Nos dimos otro abrazo y yo pensaba que desde luego que sí, que cumpliré el mandao. Porque los higos de Juan son los mejores del mejor pueblo.
Juanico el quemao es del grupo de los más viejos, y sin duda uno de los personajes del pueblo. Cuando era más joven debió de ser un figura, con sus tratos, sus trapicheos, sus compraventas de burros, carros y lo que se terciase. Su hija nos contó que un día vinieron a buscarle unos gitanos ("uno de ellos con el pelo largo y una pinta..."), se embrocó en el coche con ellos y no regresó hasta el otro día. "Yo le gritaba: ¡papa, no te vayas con esa gente!... pero nada, ni caso". Jejejeje.
La visita del cura es bastante frecuente. Cuando llego, siempre hacemos un happening: "¡Juan, ¿quién soy yo?!" (gritando a tope). Él me mira fijamente, su cara pegada a la mía, como cuando mi abuelo se ponía el periódico en las narices: "Pues no caigo"... Y Remedios: "¡Es el cura!". Y Juanico, que lo sabe perfectamente desde el principio, empieza: "¿Es usté? ¿Es usté? ¡Cagoendiez!". Entonces me da un abrazo del oso bien estrecho. Yo es que me parto.
Cuando empieza con el cuento del comandante, o con lo de los tiros, su hija y su yerno Manolo lo cortan, porque es lo mismo mil veces, y debe aburrir a las ovejas. Pero el otro día dijo algo precioso: "Mire usté, César, yo soy el hombre con más suerte de toa España". Es su lenguaje de agradecimiento a su familia, que lo cuida con esmero como al patriarca que es. En esas llegó Sonia, una de sus zagalas, con su bisnieta Miriam, una medallita. Juanico está siempre rodeado de cariño: su otra nieta Tere, ese Juanfran Bancalero perrunillero... Digo yo que por eso dura tanto.
Llega el momento de la despedida y él siempre insinúa que igual ya no nos vemos más. Así que esta vez me hizo el siguiente encargo: "Cuando yo esté donde tengo que estar, usté va a mi huerto y se come todos los higos que quiera. Esté donde esté, usté viene". Se me estremeció el corazón. Nos dimos otro abrazo y yo pensaba que desde luego que sí, que cumpliré el mandao. Porque los higos de Juan son los mejores del mejor pueblo.
domingo, 19 de mayo de 2013
VALIÓ LA PENA ESPERAR
Los colchoneros somos los pobres del fútbol, somos los "pupas". En los últimos años hemos ganado varias finales, pero siempre de títulos más o menos chusqueros como la Europa Ligue o la supercopa, que es a un partido. No podemos aspirar a ganar los campeonatos importantes como la liga, porque simplemente no tenemos dinero suficiente.
Este espectáculo que no me atrevo a llamar deporte (a ver si alguien va a pensar que es como el maratón), contiene como en un muestrario todo lo peor de nuestra cultura capitalista. El aburrimiento se hace asfixiante, los logros se alcanzan a base de pasta y la banalidad es solo comparable a eso de "Splash", que no pienso gastar neuronas en comentar.
Por eso me divirtió especialmente la final de copa del otro día. Llevábamos 14 años sin ganarle un partido al Madrid, que es como el mascarón de proa de los poderosos y ricos del balompié. 14 años sin querer ver el derby madrileño porque ya sabía lo que me esperaba: sentirme como un tonto con goles de Ronaldo (el otro, el gordito) a los 20 segundos, o de Raúl (que encima había aprendido a jugar en la cantera del Atleti), con las recurrentes burlas los días posteriores por parte de los graciosos de turno.
Ya era suficientemente humillante, y entonces aparecieron este Ronaldo que va de sobrao y Mourinho, "The special one", jejeje. Vamos, que juegan contra ti como haciéndote un favor, perdonándote la vida... Y entonces, en el día clave, catacroc, batacazo y golpe en la línea de flotación: la Cibeles una temporada entera sin ná y nosotros al autobús con nuestra décima, ¡¡¡yujuuu!!! Y siendo desde luego bastante más malos que los merengones, ¿eh?
Ya lo dijo Simeone: "los atléticos nunca perdemos la fe". Sabemos que siempre llegan estos momentos únicos, y los sabemos disfrutar como nadie. El tiempo pone a cada uno en su lugar, y nosotros nos merecemos de vez en cuando alguna alegría. Y si es jundiendo en la miseria a nuestro eterno rival... ¡vale la pena esperar 14 años más! ¿Qué cara pondrá Elvira entonces?
Este espectáculo que no me atrevo a llamar deporte (a ver si alguien va a pensar que es como el maratón), contiene como en un muestrario todo lo peor de nuestra cultura capitalista. El aburrimiento se hace asfixiante, los logros se alcanzan a base de pasta y la banalidad es solo comparable a eso de "Splash", que no pienso gastar neuronas en comentar.
Por eso me divirtió especialmente la final de copa del otro día. Llevábamos 14 años sin ganarle un partido al Madrid, que es como el mascarón de proa de los poderosos y ricos del balompié. 14 años sin querer ver el derby madrileño porque ya sabía lo que me esperaba: sentirme como un tonto con goles de Ronaldo (el otro, el gordito) a los 20 segundos, o de Raúl (que encima había aprendido a jugar en la cantera del Atleti), con las recurrentes burlas los días posteriores por parte de los graciosos de turno.
Ya era suficientemente humillante, y entonces aparecieron este Ronaldo que va de sobrao y Mourinho, "The special one", jejeje. Vamos, que juegan contra ti como haciéndote un favor, perdonándote la vida... Y entonces, en el día clave, catacroc, batacazo y golpe en la línea de flotación: la Cibeles una temporada entera sin ná y nosotros al autobús con nuestra décima, ¡¡¡yujuuu!!! Y siendo desde luego bastante más malos que los merengones, ¿eh?
Ya lo dijo Simeone: "los atléticos nunca perdemos la fe". Sabemos que siempre llegan estos momentos únicos, y los sabemos disfrutar como nadie. El tiempo pone a cada uno en su lugar, y nosotros nos merecemos de vez en cuando alguna alegría. Y si es jundiendo en la miseria a nuestro eterno rival... ¡vale la pena esperar 14 años más! ¿Qué cara pondrá Elvira entonces?
martes, 14 de mayo de 2013
MES DE MAYO
Mi pueblo no es de virgen ni de cristo, es de su patrona Santa Ana. Pero queda en él el rescoldo de la tradicional devoción a la Inmaculada, que se deja ver en la fiesta del 8 de diciembre y, sobre todo, en el mes de mayo. Un cariño discreto, profundo y muy sencillo, como mi pueblo.
El hito geográfico de la devoción mariana era la ermita. Debió ser espléndida, alta, elegante en sus bóvedas. La gente mayor la recuerda con pena, porque desgraciadamente no se conserva. Por alguna razón sus restos (no sé en qué grado de ruina estarían) fueron sustituidos por "una especie de algo" cuadrado, pequeño, chato, que parece el pabellón de España de la Expo 92 pero en cateto, una caja de cerillas, una cochera pero de motos, porque es tan pequeña que no caben ni coches... "Cualquier día le digo a Triburcio que coja la excavadora y la derrumbe", le digo a las mujeres muchas veces, jejeje.
Pues ahí, a la ermita (...) vamos los viernes de mayo a la Eucaristía. Acude un grupo de unas 30 personas, en general mujeres mayores. Pasan por el cementerio, que está al lado, y luego se saludan (algunas hace tiempo que no se ven), nos colocamos y celebramos cantando viejas canciones: "Tomad Virgen pura / nuestros corazones / no nos abandones / jamás, jamás"... Las noto removidas por las melodías que aprendieron de niñas, rodeadas de recuerdos. Y siempre terminamos con la Salve Regina; la tenemos en una hoja con traducción simultánea para que el personal se entere de lo que está cantando.
El día 13 de mayo, a las 7 menos cuarto de la madrugada, abro la iglesia. Van entrando y sentándose en el lado del sagrario. Todas llevan una, dos flores, un ramito. Un silencio mañanero, sereno. Manuela comienza a rezar el Rosario y salimos haciendo dos filas. Las avemarías se van desgranando por los Valladares, camino del cubo. Cuando estamos cerca, las letanías hacen de cadencia. Esto es lo que se ve:
Y llegamos. Sin detenernos, sin decir palabra, las dos filas se contraen en una, y cada persona va dejando a los pies de la imagen de María su flor, su ramillete, sus preocupaciones, su esperanza. Con mucha sencillez, sin aparato, sin trajes ni adornos, en un silencio hermoso, de complicidad con la Señora. Es un momento que me encanta. Entonamos el Salve, Madre, y percibo cómo les vuelve la antigua emoción del amor a la Virgen heredado de sus madres y sus abuelas. Y pienso, un año más, que aunque yo les relate por el madrugón, ha merecido la pena.
El hito geográfico de la devoción mariana era la ermita. Debió ser espléndida, alta, elegante en sus bóvedas. La gente mayor la recuerda con pena, porque desgraciadamente no se conserva. Por alguna razón sus restos (no sé en qué grado de ruina estarían) fueron sustituidos por "una especie de algo" cuadrado, pequeño, chato, que parece el pabellón de España de la Expo 92 pero en cateto, una caja de cerillas, una cochera pero de motos, porque es tan pequeña que no caben ni coches... "Cualquier día le digo a Triburcio que coja la excavadora y la derrumbe", le digo a las mujeres muchas veces, jejeje.
Pues ahí, a la ermita (...) vamos los viernes de mayo a la Eucaristía. Acude un grupo de unas 30 personas, en general mujeres mayores. Pasan por el cementerio, que está al lado, y luego se saludan (algunas hace tiempo que no se ven), nos colocamos y celebramos cantando viejas canciones: "Tomad Virgen pura / nuestros corazones / no nos abandones / jamás, jamás"... Las noto removidas por las melodías que aprendieron de niñas, rodeadas de recuerdos. Y siempre terminamos con la Salve Regina; la tenemos en una hoja con traducción simultánea para que el personal se entere de lo que está cantando.
El día 13 de mayo, a las 7 menos cuarto de la madrugada, abro la iglesia. Van entrando y sentándose en el lado del sagrario. Todas llevan una, dos flores, un ramito. Un silencio mañanero, sereno. Manuela comienza a rezar el Rosario y salimos haciendo dos filas. Las avemarías se van desgranando por los Valladares, camino del cubo. Cuando estamos cerca, las letanías hacen de cadencia. Esto es lo que se ve:
Y llegamos. Sin detenernos, sin decir palabra, las dos filas se contraen en una, y cada persona va dejando a los pies de la imagen de María su flor, su ramillete, sus preocupaciones, su esperanza. Con mucha sencillez, sin aparato, sin trajes ni adornos, en un silencio hermoso, de complicidad con la Señora. Es un momento que me encanta. Entonamos el Salve, Madre, y percibo cómo les vuelve la antigua emoción del amor a la Virgen heredado de sus madres y sus abuelas. Y pienso, un año más, que aunque yo les relate por el madrugón, ha merecido la pena.
sábado, 11 de mayo de 2013
YA, POR FIN, EL SOL (Lolo Matos se estrena como imaginero del blog)
Aquí va la primera foto que Lolo pone al poema de Eugenio |
YA, POR FIN, EL SOL
El lento manto de tristeza
que tejieron las carceleras oscuras
se ha deshecho al fin;
y ha caído,
descompuesto,
como un arcoíris que se duerme en los campos.
Allí juegan los colores,
con la alegre algarabía de la vida que renace.
No hay memoria del dolor,
sólo una ventana inmensa
que llenan las estrellas de noche,
y de día el canto
del jilguero
construyendo paraísos sencillos,
con la brisa del alba.
Arriba…dentro…allá…
ha estallado el sol
y fortalece los pies para ir más lejos;
y calienta el alma para sentir más hondo;
y hace claros los ojos
para entender al fin
lo que quisiste soñar aquella equivocada noche
que ahora recuerdas.
Crece y crece el sol, se derrama,
se hace piedra,
se transforma en encina inmensa,
juguetea con un suspiro de mariposas.
Te hace cosquillas en tus atardeceres
para que, al sacudirlos,
se hagan primaveras.
Con sus viejos harapos, turbias,
se van las oscuras carceleras.
Eugenio Campanario
lunes, 6 de mayo de 2013
TE HARÁS PERDONAR EL PAN QUE DAS
Hoy es el aniversario de mi ordenación. Lo he celebrado trabajando y jincándome un plato exquisito de garbanzos marineros hechos por mi madre. En 13 años de cura, si no está uno muy tonto, se experimenta suficiente como para ir aprendiendo algunas cosas. De una de ellas quiero escribir hoy.
Esta frase, "Te harás perdonar el pan que das", la escuché en Togo la primera vez que fui, hace casi 20 años. La decían los misioneros, José Antonio la explicaba con humor: "Mira africano, perdona, he dejado mi país, mi familia, mi cultura, y me he venido al fin del mundo a asarme de calor y a que me masacren los mosquitos, y solamente te quiero ayudar, ¿eh?, pero oye, no quiero molestarte, de verdad...". Tendrás que pedir perdón por tu gesto, por dar, por ir a ayudar.
Dar es algo muy difícil. Hace falta mucha delicadeza para no apabullar al otro, sobre todo cuando hay mucha diferencia de posición entre el que da y el que recibe. Fácilmente, con la mejor de las intenciones, podemos humillar a aquel a quien vemos necesitado. Porque también hay que saber recibir. Con sencillez, dejándose ayudar, aparcando a un lado el orgullo y sabiendo agradecer. Es también difícil.
Cuando no somos discretos, entonces damos lo que no nos han pedido, vamos por ahí pretendiendo solucionarle la vida a la gente, nos implicamos demasiado y nos sentimos "salvadores" en lugar de limitarnos a echar una mano sin protagonismos ni heroísmos. Y el otro se siente invadido o pisoteado, y a menudo reacciona defendiéndose del que va de buena fe a resolverle la papeleta. O al revés, exigiendo más de lo que se puede razonablemente ofrecer.
Es un rasgo típico de mi personalidad (Mamen dirá que soy un 2), y creedme que han sido ya varias las bofetadas que me he ganado, alguna muy dolorosa, solo por preocuparme más de la cuenta y meter las narices donde no me llaman. Y también por intentar que todo el mundo este contento, cosa que es imposible porque tarde o temprano llega el momento de decir "no".
No sé si bastarán 13 años más para aprender a darme con moderación y prudencia. U otra media vida para adquirir la sabiduría de contemplar sanamente cómo se derrumban cosas que no está a mi alcance arreglar, o cómo se hunden personas que simplemente no quieren mi ayuda. Va a ser que sí, que estoy mu tonto.
Dar con humildad y recibir con generosidad. Y siempre, la clave, el agradecimiento mutuo, que es el doctorado de la sensatez evangélica. No sé si me he logrado explicar. Siempre tengo este tema rondándome el corazón, tendré que retomarlo con más acierto, pero hoy la ocasión lo merece.
Esta frase, "Te harás perdonar el pan que das", la escuché en Togo la primera vez que fui, hace casi 20 años. La decían los misioneros, José Antonio la explicaba con humor: "Mira africano, perdona, he dejado mi país, mi familia, mi cultura, y me he venido al fin del mundo a asarme de calor y a que me masacren los mosquitos, y solamente te quiero ayudar, ¿eh?, pero oye, no quiero molestarte, de verdad...". Tendrás que pedir perdón por tu gesto, por dar, por ir a ayudar.
Dar es algo muy difícil. Hace falta mucha delicadeza para no apabullar al otro, sobre todo cuando hay mucha diferencia de posición entre el que da y el que recibe. Fácilmente, con la mejor de las intenciones, podemos humillar a aquel a quien vemos necesitado. Porque también hay que saber recibir. Con sencillez, dejándose ayudar, aparcando a un lado el orgullo y sabiendo agradecer. Es también difícil.
Cuando no somos discretos, entonces damos lo que no nos han pedido, vamos por ahí pretendiendo solucionarle la vida a la gente, nos implicamos demasiado y nos sentimos "salvadores" en lugar de limitarnos a echar una mano sin protagonismos ni heroísmos. Y el otro se siente invadido o pisoteado, y a menudo reacciona defendiéndose del que va de buena fe a resolverle la papeleta. O al revés, exigiendo más de lo que se puede razonablemente ofrecer.
Es un rasgo típico de mi personalidad (Mamen dirá que soy un 2), y creedme que han sido ya varias las bofetadas que me he ganado, alguna muy dolorosa, solo por preocuparme más de la cuenta y meter las narices donde no me llaman. Y también por intentar que todo el mundo este contento, cosa que es imposible porque tarde o temprano llega el momento de decir "no".
No sé si bastarán 13 años más para aprender a darme con moderación y prudencia. U otra media vida para adquirir la sabiduría de contemplar sanamente cómo se derrumban cosas que no está a mi alcance arreglar, o cómo se hunden personas que simplemente no quieren mi ayuda. Va a ser que sí, que estoy mu tonto.
Dar con humildad y recibir con generosidad. Y siempre, la clave, el agradecimiento mutuo, que es el doctorado de la sensatez evangélica. No sé si me he logrado explicar. Siempre tengo este tema rondándome el corazón, tendré que retomarlo con más acierto, pero hoy la ocasión lo merece.
viernes, 3 de mayo de 2013
RECARGANDO ENERGÍA PARA HACER LUZ
Celebración del Día del Mundo Rural de Extremadura en Almoharín
1 de mayo de 2013
Aunque a los rurales no nos importa el número, nos juntamos unos buenos pocos, más o menos los de la foto. Arrancamos la jornada haciendo un gran círculo, cogiéndonos las manos y sintiendo fluir la energía desde la tierra, dando vigor a nuestros brazos y conectando nuestros corazones. La Energía que llamamos Espíritu Santo, que hace germinar la vida de Dios en cada persona y en el mundo, haciéndose Reino a pesar de los estragos de la crisis.
Porque se trataba de constatar el daño que hace en nuestros pueblos esta crisis, poniéndole nombres y rostros de personas concretas, que están en el centro de la preocupación de Dios y por tanto son lo que nos mueve. Lo que se come se cría, y claro, el guiso tan exquisito y tradicional de oreja que nos zampamos nos afina la capacidad de escuchar a la realidad y dejarnos alcanzar por ella. Es lo nuestro.
Rebolledo, el cocinero de las orejas (¿en qué estarán pensando los de las estrellas Michelín?), se había quemado el brazo el día antes del encuentro con una máquina en el trabajo. Igual que él, aunque la realidad nos quema, no queremos simplemente maldecir la oscuridad. Por eso discurrimos alternativas, posibles acciones, valores a potenciar en la lucha contra las consecuencias de esta crisis. Y todo lo volcamos en la celebración de la Eucaristía, en la que Don Francisco Cerro, obispo de Cáceres nos invitó a encender luces, a ser luz.
Llegó también Don Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia, a tiempo para probar tortilla de patatas, chorizo, empanada, ensalada, saludos y buenos tragos en una estupenda comida. No estamos quemados. Tenemos esperanza. Por eso dedicamos el último rato a reír a pierna suelta, a bailar y a cantar. Y Ángela, de ocho años, nos despidió hasta la próxima, llenos de vida y rejuvenecidos.
1 de mayo de 2013
Aunque a los rurales no nos importa el número, nos juntamos unos buenos pocos, más o menos los de la foto. Arrancamos la jornada haciendo un gran círculo, cogiéndonos las manos y sintiendo fluir la energía desde la tierra, dando vigor a nuestros brazos y conectando nuestros corazones. La Energía que llamamos Espíritu Santo, que hace germinar la vida de Dios en cada persona y en el mundo, haciéndose Reino a pesar de los estragos de la crisis.
Porque se trataba de constatar el daño que hace en nuestros pueblos esta crisis, poniéndole nombres y rostros de personas concretas, que están en el centro de la preocupación de Dios y por tanto son lo que nos mueve. Lo que se come se cría, y claro, el guiso tan exquisito y tradicional de oreja que nos zampamos nos afina la capacidad de escuchar a la realidad y dejarnos alcanzar por ella. Es lo nuestro.
Rebolledo, el cocinero de las orejas (¿en qué estarán pensando los de las estrellas Michelín?), se había quemado el brazo el día antes del encuentro con una máquina en el trabajo. Igual que él, aunque la realidad nos quema, no queremos simplemente maldecir la oscuridad. Por eso discurrimos alternativas, posibles acciones, valores a potenciar en la lucha contra las consecuencias de esta crisis. Y todo lo volcamos en la celebración de la Eucaristía, en la que Don Francisco Cerro, obispo de Cáceres nos invitó a encender luces, a ser luz.
Llegó también Don Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia, a tiempo para probar tortilla de patatas, chorizo, empanada, ensalada, saludos y buenos tragos en una estupenda comida. No estamos quemados. Tenemos esperanza. Por eso dedicamos el último rato a reír a pierna suelta, a bailar y a cantar. Y Ángela, de ocho años, nos despidió hasta la próxima, llenos de vida y rejuvenecidos.
MANIFIESTO
Los militantes y simpatizantes del MRC y MJRC de Extremadura nos hemos reunido un año más
en Almoharín para celebrar el día del mundo rural.
Con el lema “ante la crisis,
rurales activos”, hemos reflexionado sobre la repercusión que la crisis
tiene en nuestros pueblos y sus vecinos.
Aunque reconocemos que la crisis afecta a todos los sectores
de la sociedad y somos conscientes de que se ha de buscar racionalizar y
optimizar los servicios públicos, constatamos y denunciamos el desmantelamiento
que están sufriendo nuestros pueblos en los servicios más básicos: Sanidad,
educación, servicios sociales de base y sobre todo empleo.
Por eso desde nuestra fe de seguidores de Jesús, movidos por
el evangelio y el amor a nuestra gente,
y con el estilo del buen
samaritano:
·
Valoramos los pequeños gestos, la solidaridad en
las familias (sustento de parados), la búsqueda creativa
de iniciativas ciudadanas…
·
Apoyamos todas las iniciativas y a todos colectivos u organizaciones que están
aportando salidas en pro del bien común y la dignificación de las personas.
·
Invitamos a todos los creyentes y personas de
buenas voluntad a descubrir la realidad, sensibilizar para no hacer invisible
al débil y ser luz en lugar de maldecir la oscuridad.
Almoharín
1 de Mayo de 2013