Mi pueblo no es de virgen ni de cristo, es de su patrona Santa Ana. Pero queda en él el rescoldo de la tradicional devoción a la Inmaculada, que se deja ver en la fiesta del 8 de diciembre y, sobre todo, en el mes de mayo. Un cariño discreto, profundo y muy sencillo, como mi pueblo.
El hito geográfico de la devoción mariana era la ermita. Debió ser espléndida, alta, elegante en sus bóvedas. La gente mayor la recuerda con pena, porque desgraciadamente no se conserva. Por alguna razón sus restos (no sé en qué grado de ruina estarían) fueron sustituidos por "una especie de algo" cuadrado, pequeño, chato, que parece el pabellón de España de la Expo 92 pero en cateto, una caja de cerillas, una cochera pero de motos, porque es tan pequeña que no caben ni coches... "Cualquier día le digo a Triburcio que coja la excavadora y la derrumbe", le digo a las mujeres muchas veces, jejeje.
Pues ahí, a la ermita (...) vamos los viernes de mayo a la Eucaristía. Acude un grupo de unas 30 personas, en general mujeres mayores. Pasan por el cementerio, que está al lado, y luego se saludan (algunas hace tiempo que no se ven), nos colocamos y celebramos cantando viejas canciones: "Tomad Virgen pura / nuestros corazones / no nos abandones / jamás, jamás"... Las noto removidas por las melodías que aprendieron de niñas, rodeadas de recuerdos. Y siempre terminamos con la Salve Regina; la tenemos en una hoja con traducción simultánea para que el personal se entere de lo que está cantando.
El día 13 de mayo, a las 7 menos cuarto de la madrugada, abro la iglesia. Van entrando y sentándose en el lado del sagrario. Todas llevan una, dos flores, un ramito. Un silencio mañanero, sereno. Manuela comienza a rezar el Rosario y salimos haciendo dos filas. Las avemarías se van desgranando por los Valladares, camino del cubo. Cuando estamos cerca, las letanías hacen de cadencia. Esto es lo que se ve:
Y llegamos. Sin detenernos, sin decir palabra, las dos filas se contraen en una, y cada persona va dejando a los pies de la imagen de María su flor, su ramillete, sus preocupaciones, su esperanza. Con mucha sencillez, sin aparato, sin trajes ni adornos, en un silencio hermoso, de complicidad con la Señora. Es un momento que me encanta. Entonamos el Salve, Madre, y percibo cómo les vuelve la antigua emoción del amor a la Virgen heredado de sus madres y sus abuelas. Y pienso, un año más, que aunque yo les relate por el madrugón, ha merecido la pena.
QUE ME GUSTA ESO DE IR A VER LA VIRGEN Y MAS EL DIA 13,DIA DE LA VIRGEN DE FATIMA.AQUI HICIMOS LA MISA Y PROCESION POR LA TARDE,MUY EMOTIVA.
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