lunes, 6 de mayo de 2013

TE HARÁS PERDONAR EL PAN QUE DAS

Hoy es el aniversario de mi ordenación. Lo he celebrado trabajando y jincándome un plato exquisito de garbanzos marineros hechos por mi madre. En 13 años de cura, si no está uno muy tonto, se experimenta suficiente como para ir aprendiendo algunas cosas. De una de ellas quiero escribir hoy.

Esta frase, "Te harás perdonar el pan que das", la escuché en Togo la primera vez que fui, hace casi 20 años. La decían los misioneros, José Antonio la explicaba con humor: "Mira africano, perdona, he dejado mi país, mi familia, mi cultura, y me he venido al fin del mundo a asarme de calor y a que me masacren los mosquitos, y solamente te quiero ayudar, ¿eh?, pero oye, no quiero molestarte, de verdad...". Tendrás que pedir perdón por tu gesto, por dar, por ir a ayudar.

Dar es algo muy difícil. Hace falta mucha delicadeza para no apabullar al otro, sobre todo cuando hay mucha diferencia de posición entre el que da y el que recibe. Fácilmente, con la mejor de las intenciones, podemos humillar a aquel a quien vemos necesitado. Porque también hay que saber recibir. Con sencillez, dejándose ayudar, aparcando a un lado el orgullo y sabiendo agradecer. Es también difícil.

Cuando no somos discretos, entonces damos lo que no nos han pedido, vamos por ahí pretendiendo solucionarle la vida a la gente, nos implicamos demasiado y nos sentimos "salvadores" en lugar de limitarnos a echar una mano sin protagonismos ni heroísmos. Y el otro se siente invadido o pisoteado, y a menudo reacciona defendiéndose del que va de buena fe a resolverle la papeleta. O al revés, exigiendo más de lo que se puede razonablemente ofrecer.

Es un rasgo típico de mi personalidad (Mamen dirá que soy un 2), y creedme que han sido ya varias las bofetadas que me he ganado, alguna muy dolorosa, solo por preocuparme más de la cuenta y meter las narices donde no me llaman. Y también por intentar que todo el mundo este contento, cosa que es imposible porque tarde o temprano llega el momento de decir "no".

No sé si bastarán 13 años más para aprender a darme con moderación y prudencia. U otra media vida para adquirir la sabiduría de contemplar sanamente cómo se derrumban cosas que no está a mi alcance arreglar, o cómo se hunden personas que simplemente no quieren mi ayuda. Va a ser que sí, que estoy mu tonto.

Dar con humildad y recibir con generosidad. Y siempre, la clave, el agradecimiento mutuo, que es el doctorado de la sensatez evangélica. No sé si me he logrado explicar. Siempre tengo este tema rondándome el corazón, tendré que retomarlo con más acierto, pero hoy la ocasión lo merece.

4 comentarios:

  1. Te has explicado muy bien. Gracias por esta nueva reflexión, porque al menos a mí, me está haciendo pensar.

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  2. A, se corresponde con el nombre de Antonio Guzmán ;-)

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  3. Gracias Cesar, me alegra leerte. Gracias por compartir aquello que aprendes con la experiencia y que no viene en los libros.
    Demuestras una gran generosidad

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  4. ENHORABUENA POR ESOS 13 AÑOS DE SACERDOTE.UN BESITO.

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