Es una época que me encanta. A pesar de que llegas cansado y acabas reventao, son unos días geniales, que siempre he vivido con especial intensidad y alegría.
Este año comenzó la gymkana el Lunes Santo en Cáceres, con el encuentro trimestral de los consiliarios de la Acción Católica de Extremadura. La reflexión estupenda, sembrada de comentarios esperanzados en torno al Papa. Fue levantarnos de la mesa y salir pintando porque me esperaban a más de 200 kilómetros, en Oliva de la Frontera, para echar un cable confesando. Allí estuve hasta las 7 y media, y de ahí a Barcarrota a más confesiones: fueron en total más de cinco horas escuchando, imponiendo las manos, siendo mediador del perdón de Dios. Es increíble el bien que se puede hacer a las personas que necesitan abrirse, contar lo que les oprime el corazón, descargar dolores y frustraciones. Y cuando se trata de los jóvenes, pues me hace particularmente feliz.
Martes Santo: la misa crismal es ocasión para saludar a muchos compañeros, comentar, reir... Y termina siempre con la comida, este año en muy buena compañía: Santi Ruiz, Vicente Martín, Paco Maya, Pepe Moreno y Nacho Pérez (casi ná) en torno a un excelente vino y un bacalao que me dejó sin palabras. Me eché una buena cabezadita durante el viaje de vuelta; Miguel Ángel me descargó en el Valle de Matamoros y a las 5 ya tenía puesto el mono de trabajo para bajar los santos, preparar los pasos, limpiar la iglesia, poner el monumento... Lo pasamos muy bien, con buenas carcajadas. Son unas mujeres mu salás.
El Miércoles Santo dedico la mañana a dar la comunión. Y tempranito, a las 4, estamos ya en la iglesia para florear y montar el monumento. Este año es una casa a medio construir, con una cortina de esas antiguas que hace de puerta. Porque el lema que hemos elegido es "Hacen falta brazos", una frase con fuerza que dará tono y contenido a estos días de celebración. La jornada concluye con el Via Crucis, que hacemos por las calles del pueblo. Varias mujeres se van turnando para llevar en hombros al crucificado. Sin adornos, solo los textos y el rumor de las pisadas en silencio. Es muy sencillo y hermoso.
La mañana del Jueves Santo la pasamos preparando lo de la tarde. Solo mujeres se lavan los pies en el Valle de Matamoros; ellas, las que sostienen la Iglesia, las creyentes que siempre están ahí. En Santa Ana la Cena es una celebración magnífica, vibrante, preciosa, emocionante. El enorme pan ácimo se parte en mil pedazos para llegar a cada mano, a cada corazón. Y luego la procesión tarda en arrancar, porque no se encuentran costaleros suficientes. Al final el paso del Nazareno se queda en boxes y salen el Señor orando en el huerto y la Virgen. Camino junto al alcalde, charlando de las cosas del pueblo. Cuando llevamos más de la mitad del recorrido me salgo de la procesión, me alejo, me quito los trapos y me voy al Valle para la Hora Santa. Y más tarde, a las 11 y media, vuelvo a casa para repetirla con los santaneros. Resultan dos ratos de oración deliciosos, tranquilos, que me ayudan verdaderamente. Así termina el Jueves, destrozao pero feliz.
En medio de los preparativos del Viernes Santo por la mañana, en el Valle hacemos el via crucis. A pesar del ajetreo, los mil detalles y los constantes viajes de un pueblo a otro, encuentro momentos para recogerme ante el Pan. Es un gozo sereno, una calma un poco desconocida que me asombra. Como un coincidir en verdad conmigo mismo, con lo que soy, con el sitio donde estoy. La tarde comienza mojada, hay que conducir en medio de la niebla y el chubasco. Cuando se acercan a adorar la cruz, los valleros llevan una tarjeta donde han escrito un compromiso; la han enrollado en un tallo verde que fijan a la madera. Es algo que recuerdan haber hecho hace como 10 años, "con Nico. ¿Y si lo repetimos?" - ¡Pues claro! Y merece la pena: la cruz florece en árbol renacido, de ella brota vida. El Santo Entierro no puede salir ni en un pueblo ni en otro, pero sí la Soledad a las 11 y media de la noche, con mucho aire, mujeres descalzas, respeto y recogimiento.
¿Y qué decir de la Vigilia Pascual? Pues que ha sido de las más alegres y divertidas que recuerdo, y sobre todo en el Valle. ¡Cuánto hemos disfrutado con los payasos Pipo y Pepo en el momento del fuego! Y la procesión tras el cirio con las velas cantando "Danos tu luz", ¡qué belleza! O el bautismo, la gente marcándose la señal de la cruz en la frente mutuamente... Todo acabó muy tarde, más de las 3 de la hora nueva. Y esta mañana, a las 10 ya estaba en el Valle, para preparar el Encuentro, que hemos hecho por primera vez dentro de la iglesia. Muy entrañable, muy sentido pero muy sencillo, con los aplausos y los cantos "Hoy el Señor resucitó" y "Hoy he vuelto madre a recordar". Tenía oreja para comer pero apenas he picado, y he caído en el sofá como un saco de patatas. Son las 9 de la noche y aquí sigo.
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