Es una época que me encanta. A pesar de que llegas cansado y acabas reventao, son unos días geniales, que siempre he vivido con especial intensidad y alegría.
Este año comenzó la gymkana el Lunes Santo en Cáceres, con el encuentro trimestral de los consiliarios de la Acción Católica de Extremadura. La reflexión estupenda, sembrada de comentarios esperanzados en torno al Papa. Fue levantarnos de la mesa y salir pintando porque me esperaban a más de 200 kilómetros, en Oliva de la Frontera, para echar un cable confesando. Allí estuve hasta las 7 y media, y de ahí a Barcarrota a más confesiones: fueron en total más de cinco horas escuchando, imponiendo las manos, siendo mediador del perdón de Dios. Es increíble el bien que se puede hacer a las personas que necesitan abrirse, contar lo que les oprime el corazón, descargar dolores y frustraciones. Y cuando se trata de los jóvenes, pues me hace particularmente feliz.
Martes Santo: la misa crismal es ocasión para saludar a muchos compañeros, comentar, reir... Y termina siempre con la comida, este año en muy buena compañía: Santi Ruiz, Vicente Martín, Paco Maya, Pepe Moreno y Nacho Pérez (casi ná) en torno a un excelente vino y un bacalao que me dejó sin palabras. Me eché una buena cabezadita durante el viaje de vuelta; Miguel Ángel me descargó en el Valle de Matamoros y a las 5 ya tenía puesto el mono de trabajo para bajar los santos, preparar los pasos, limpiar la iglesia, poner el monumento... Lo pasamos muy bien, con buenas carcajadas. Son unas mujeres mu salás.
El Miércoles Santo dedico la mañana a dar la comunión. Y tempranito, a las 4, estamos ya en la iglesia para florear y montar el monumento. Este año es una casa a medio construir, con una cortina de esas antiguas que hace de puerta. Porque el lema que hemos elegido es "Hacen falta brazos", una frase con fuerza que dará tono y contenido a estos días de celebración. La jornada concluye con el Via Crucis, que hacemos por las calles del pueblo. Varias mujeres se van turnando para llevar en hombros al crucificado. Sin adornos, solo los textos y el rumor de las pisadas en silencio. Es muy sencillo y hermoso.
La mañana del Jueves Santo la pasamos preparando lo de la tarde. Solo mujeres se lavan los pies en el Valle de Matamoros; ellas, las que sostienen la Iglesia, las creyentes que siempre están ahí. En Santa Ana la Cena es una celebración magnífica, vibrante, preciosa, emocionante. El enorme pan ácimo se parte en mil pedazos para llegar a cada mano, a cada corazón. Y luego la procesión tarda en arrancar, porque no se encuentran costaleros suficientes. Al final el paso del Nazareno se queda en boxes y salen el Señor orando en el huerto y la Virgen. Camino junto al alcalde, charlando de las cosas del pueblo. Cuando llevamos más de la mitad del recorrido me salgo de la procesión, me alejo, me quito los trapos y me voy al Valle para la Hora Santa. Y más tarde, a las 11 y media, vuelvo a casa para repetirla con los santaneros. Resultan dos ratos de oración deliciosos, tranquilos, que me ayudan verdaderamente. Así termina el Jueves, destrozao pero feliz.
En medio de los preparativos del Viernes Santo por la mañana, en el Valle hacemos el via crucis. A pesar del ajetreo, los mil detalles y los constantes viajes de un pueblo a otro, encuentro momentos para recogerme ante el Pan. Es un gozo sereno, una calma un poco desconocida que me asombra. Como un coincidir en verdad conmigo mismo, con lo que soy, con el sitio donde estoy. La tarde comienza mojada, hay que conducir en medio de la niebla y el chubasco. Cuando se acercan a adorar la cruz, los valleros llevan una tarjeta donde han escrito un compromiso; la han enrollado en un tallo verde que fijan a la madera. Es algo que recuerdan haber hecho hace como 10 años, "con Nico. ¿Y si lo repetimos?" - ¡Pues claro! Y merece la pena: la cruz florece en árbol renacido, de ella brota vida. El Santo Entierro no puede salir ni en un pueblo ni en otro, pero sí la Soledad a las 11 y media de la noche, con mucho aire, mujeres descalzas, respeto y recogimiento.
¿Y qué decir de la Vigilia Pascual? Pues que ha sido de las más alegres y divertidas que recuerdo, y sobre todo en el Valle. ¡Cuánto hemos disfrutado con los payasos Pipo y Pepo en el momento del fuego! Y la procesión tras el cirio con las velas cantando "Danos tu luz", ¡qué belleza! O el bautismo, la gente marcándose la señal de la cruz en la frente mutuamente... Todo acabó muy tarde, más de las 3 de la hora nueva. Y esta mañana, a las 10 ya estaba en el Valle, para preparar el Encuentro, que hemos hecho por primera vez dentro de la iglesia. Muy entrañable, muy sentido pero muy sencillo, con los aplausos y los cantos "Hoy el Señor resucitó" y "Hoy he vuelto madre a recordar". Tenía oreja para comer pero apenas he picado, y he caído en el sofá como un saco de patatas. Son las 9 de la noche y aquí sigo.
domingo, 31 de marzo de 2013
jueves, 28 de marzo de 2013
GRACIAS A MIS AMIGOS vol. 2
De acuerdo, ya sé que estoy un poco "meloso", como dicen los de Cáritas Diocesana, pero es que este estado de celebración que siento desde el día 8 continúa, no se me pasa, qué queréis que os diga... Todo me sabe como distinto. Como si una especie de alegre consistencia fuese la voz de mi corazón. Yo sé que es un fruto de los Ejercicios, pero tiene la música de este momento de mi vida. Y hoy quiero dejar escritas las gracias a mis amigos.
Ya nombré a algunos en entradas anteriores. Me quedó mi querida Digo Essi Dodji, Philomène para los amigos, compañera en mil aventuras en Don Bosco de Kara (Togo), junto a la que conocí a José Antonio Rodríguez Bejerano, quizá la persona que más me ha marcado en mi vida y que ya está en la casa del Padre. Y con él, Innocent Télou, que ya me tenía guardada una parroquia en su Sokodé africano, cuando un cáncer de hígado lo reunió con J. Antonio.
Ana, si lees esto, no olvides nunca que eres una parte importante de mi historia y que te quiero mucho. También quiero a Estela y Manolo, que viven en una finca cerca de Almadén; Estela es doctora rural, pero fueron los cariños que me dieron los que me curaron las heridas de mi caída de la bici, ¿os acordáis? Apósitos en plena berrea. ¿Y el bautizo de Marta? ¡Qué momentazo!
Además de médico, también tengo psicóloga, Claudia. Este libro, "Poesía negra", y aquel paseo por la playa de Torre del Mar, fueron bocanadas de vida para mí, no te imaginas cuánto... A la salesiana Maite Arabolaza la tengo ahora lejos, en Angola, pero oye, nos comunicamos hasta por sms. Tú has compartido buenos trechos del camino y no te pienso dejar de mano, hermana.
¡Javi, Don Guil! Eso que traemos entre manos parece que se puede retrasar, pero tranquilo que saldrá. Gracias por tanta vida compartida, y por los días que pasaste aquí en casa (...). A Luisa, mi compañera en la facultad y mi amiga, le debo muchas cosas: confianza y comprensión en momentos bajos. Y que me explicara lo de las tablas de espectros y los saltos de electrones, junto con Vito. Ella y Rubén nos acogieron magníficamente en Barcelona, ¡qué bien lo pasamos! Gracias.
No me olvido de Inmaculada Toro Nicasio, Lucre y Manoli (C/ Templarios, 7. Monesterio), que han intentado siempre hacerme la vida agradable con detalles y atenciones. Ni, por supuesto, de Merche Manrique, poseedora de la sabiduría de la fe, que me abrió al mundo ignaciano, me presentó a Igncio Iglesias y José Juan Azparren y me sabe acompañar y aconsejar como nadie.
Hace un rato, esta tarde, me ha llamado Mon, Ramón Ronda. Salesiano compañero de fines de semana de pastoral en Triana, ¡cómo disfrutamos! De aquella época del teologado es el libro "La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas", de Jon Sobrino. Me lo regaló Alejandro Guevara en un momento especialmente desolado, dejándomelo en mi puerta con una nota: "Ánimo, mis valientes". Lo abro y me emociono. Nunca he estado solo.
Ya nombré a algunos en entradas anteriores. Me quedó mi querida Digo Essi Dodji, Philomène para los amigos, compañera en mil aventuras en Don Bosco de Kara (Togo), junto a la que conocí a José Antonio Rodríguez Bejerano, quizá la persona que más me ha marcado en mi vida y que ya está en la casa del Padre. Y con él, Innocent Télou, que ya me tenía guardada una parroquia en su Sokodé africano, cuando un cáncer de hígado lo reunió con J. Antonio.
Ana, si lees esto, no olvides nunca que eres una parte importante de mi historia y que te quiero mucho. También quiero a Estela y Manolo, que viven en una finca cerca de Almadén; Estela es doctora rural, pero fueron los cariños que me dieron los que me curaron las heridas de mi caída de la bici, ¿os acordáis? Apósitos en plena berrea. ¿Y el bautizo de Marta? ¡Qué momentazo!
Además de médico, también tengo psicóloga, Claudia. Este libro, "Poesía negra", y aquel paseo por la playa de Torre del Mar, fueron bocanadas de vida para mí, no te imaginas cuánto... A la salesiana Maite Arabolaza la tengo ahora lejos, en Angola, pero oye, nos comunicamos hasta por sms. Tú has compartido buenos trechos del camino y no te pienso dejar de mano, hermana.
¡Javi, Don Guil! Eso que traemos entre manos parece que se puede retrasar, pero tranquilo que saldrá. Gracias por tanta vida compartida, y por los días que pasaste aquí en casa (...). A Luisa, mi compañera en la facultad y mi amiga, le debo muchas cosas: confianza y comprensión en momentos bajos. Y que me explicara lo de las tablas de espectros y los saltos de electrones, junto con Vito. Ella y Rubén nos acogieron magníficamente en Barcelona, ¡qué bien lo pasamos! Gracias.
No me olvido de Inmaculada Toro Nicasio, Lucre y Manoli (C/ Templarios, 7. Monesterio), que han intentado siempre hacerme la vida agradable con detalles y atenciones. Ni, por supuesto, de Merche Manrique, poseedora de la sabiduría de la fe, que me abrió al mundo ignaciano, me presentó a Igncio Iglesias y José Juan Azparren y me sabe acompañar y aconsejar como nadie.
Hace un rato, esta tarde, me ha llamado Mon, Ramón Ronda. Salesiano compañero de fines de semana de pastoral en Triana, ¡cómo disfrutamos! De aquella época del teologado es el libro "La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas", de Jon Sobrino. Me lo regaló Alejandro Guevara en un momento especialmente desolado, dejándomelo en mi puerta con una nota: "Ánimo, mis valientes". Lo abro y me emociono. Nunca he estado solo.
domingo, 24 de marzo de 2013
ANÉCDOTAS Y DETALLES DELICIOSOS
Hay cosas ante las que uno piensa: "¡esto solo pasa aquí!". Me lo digo a mí mismo muy a menudo, en medio de la vida de todos los días en mi pueblo, que me ofrece momentos simpáticos y peculiares, ocasiones desternillantes que me hacen amarlo más. Y es que me lo paso a cuatro manos.
Por ejemplo. Hay una mujer de las que va a la iglesia que está sorda, ¿no? Hasta aquí todo normal. Lo gracioso es que, antes de empezar la misa, le encarga a su sobrina que vaya a leer la antífona del salmo, se la dice al oído y ella la memoriza y así la puede repetir después, ¡jejeje!. Supongo que los labios del lector la ayudarán...
Si entras en la sala grande de catequesis mientras hay algún grupo, corres el riesgo de escuchar de repente rebuznar a lo bestia: I-AAAAAAANNNHHH!!! Miramos para la ventana alta y vemos asomar las enormes orejas de un burro que suele pastar en el cercao trasero de la parroquia. Yo asustado y los niños: "ah, sí, el burro de fulanito, etc." Jaja.
Y ¿qué me cuentas del suegro de Isidro? Tiene la cabeza ya el pobre un poco ida, y dice Anabel que ahora le ha dado por destrozar todo lo que su yerno va sembrando: patatas, etc. ¡Jejeje! ¿La venganza es un plato que se sirve frío?
Los miércoles doy la comunión a un grupo de mujeres mayores; la última, sobre la una, es Doña Pepa, la de la farmacia. Como se mueve ya mal, paso por la farmacia y su hija Mª José me da la llave de la casa; llego, abro con la llave, digo "ave María Purísima", ella comulga y luego devuelvo la llave entre recetas y cajas de paracetamol. Jajaja.
Si estoy en casa a lo mejor alguien pasa y me vende una mini-carta para una rifa de una troza de espárragos. ¡Pero es que un día hasta me tocó y tó! O escucho desde mi despacho las campanas como si estuvieran cluecas; al ir a la iglesia, Mari me dice que ya se ha vuelto a desatar el nudo que mantiene unida una de las dos cuerdas, que hay que llamar a Rafael para que lo arregle. Porque aquí repicamos con "tracción animal".
Hay días en que me paso por casa de Catalina. Es el único lugar del mundo donde te cortan el pelo, no te cobran y encima te invitan a desayunar. Las tostadas salen hacia mi plato sin conocimiento, como si fueran hojas de una fotocopiadora; yo le digo que solo quiero una, pero con Catalina ya se sabe. Sospecho que mi madre la tiene subcontratá.
Luego conduzco hacia nuestro Valle y, a medida que me acerco, voy entrando en una nube. Como si el cielo chocase con la sierra de San José y el pueblo estuviera siempre escondido en una humedad misteriosa. Y de ahí quizá a tomar una cerveza con los amigos. Y allí, Elvira, que es hija de Mª José la de la farmacia y nieta de Doña Pepa, cuando le reñimos por el pavo que tiene a sus 13 años, te suelta un desafiante: "¿y qué culpa tengo yo de estar tan tonta?" Jejejejeje!!!
jueves, 21 de marzo de 2013
UN PAPA QUÍMICO
El joven Jorge Mario Bergoglio probablemente no pudo admirar la estructura de la doble hélice del ADN, porque Watson y Crick la descubrieron en 1953. No conoció los modelos 3D para moléculas complejas como los clusters de iones de molibdeno y azufre. Ni utilizó un cromatógrafo de gases o un microscopio electrónico de barrido. Pero sin duda se maravilló ante la belleza de un precipitado de cobre azul o verde, o se emocionó ante el sorprendente cambio de color del permanganato potásico. Porque el Papa estudió química con apenas 20 años, antes de irse al noviciado jesuita.
Los químicos somos concretos y prácticos. No como los físicos, que especulan con modelos matemáticos en los que siempre es despreciable el rozamiento del aire... Los químicos estamos pegados a la realidad. Hacemos cálculos, claro, pero luego tenemos que pesar sólidos, medir volúmenes, calibrar instrumentos, comprobar la concentración de disoluciones...
Aquí y ahora, sin divagar ni teorizar. Es lo propio de los sabios hábiles para aplicar su experiencia, su conocimiento y su bagaje, a los problemas reales. Los químicos somos científicos, no teólogos (ya intentaron convencerme en la facultad de que la teología es una ciencia, pero sigo sin creerlo); y parece que es el momento de analizar, echar cuentas, proponer tratamientos y actuar.
En el laboratorio hay que ser ordenados y limpios. Estamos todo el rato fregando matraces y buretas, lavando embudos y enjuagando probetas o placas de Petri. Hay que seguir el protocolo, ser sistemáticos con la receta de reacciones, pero siempre ensayamos, innovamos, intuimos qué podría pasar si calentamos esto o si agregamos lo otro... y lo probamos.
El Papa sabe que hay cosas que limpiar, o sea, que extirpar suprimir, erradicar. Elementos que alejar. Desinfectar e higienizar, y probablemente por eso lo han elegido, porque lleva zapatos viejos y se le presume capaz de ello. Necesitará gafas de protección, obligatorias siempre, y más ante procesos violentos, reacciones que desprenden llamas o gases. Purificar sustancias, cristalizar Evangelio.
Con bata y guantes, también deberá pulir y abrillantar tantas bellezas de la Iglesia. Quizá recuerde cuando hacía valoraciones ácido-base, añadiendo gota a gota el clorhídrico sobre la sosa. Hay que ser paciente, persistente, suave y a la vez enérgico agitando el matraz, con delicadeza y decisión a la vez. La fenolftaleína va perdiendo el color rosa hasta volver el medio transparente; es precioso. Muchas cosas han de cambiar en nuestra Iglesia.
Además de valoraciones y neutralizaciones, le tocará hacer dismutación, que también se llama desproporción: un compuesto que se oxida y se reduce en la misma reacción, el vanadio o el mercurio se transforman en contrarios, avanzan y retroceden a la vez, dan productos antagónicos. Solo la desproporción en ternura y en humildad desarman a los adversarios y suman a los opuestos. Y me da que el químico que va en metro tiene corazón para sentirla.
lunes, 18 de marzo de 2013
GRACIAS A MIS COMPAÑEROS
Sigo en estado de shock por la incardinación y por la elección del Papa. Solo me apetece dar las gracias. Hoy a mis compañeros, los curas diocesanos, por haberme acogido, aceptado y valorado a pesar de caer como un "meteorito" en medio de sus vidas.
Pieza clave en el primer contacto con la diócesis fue José Antonio Salguero, que entonces era el vicario de Mérida. Fue él quien hizo de mediador entre la Congregación y D. Antonio Montero. Gracias a él pude vivir la experiencia peculiar de varios meses en Calamonte, sustituyendo a D. Osvaldo, que murió en una operación complicada. El obispo fue a celebrar el entierro y me dijo algo así como: "muchacho, apáñatelas hasta final de curso". ¡Gracias, José Antonio!
En el arciprestazgo de Zafra me encontré con Joaquín Obando, del que ya he hablado aquí; debe de estar disfrutando desde el cielo con este momento tan esperado. Él era el arcipreste, pero todos me recibieron muy bien y se esforzaron para que me sintiera a gusto desde el primer momento. Don Ángel Vinagre me ayudó mucho, porque no tenía ni idea de nada. Le debo una comida que él pagará...
Guadi, Miguel Ángel García Encinas, me fue a ver a Valencia en bici, y me decía: "¡sal de aquí, que te va a llegar la boina hasta los tobillos!". Él y Lolo Matos me invitaron a unirme al grupo de estudio del Evangelio, que ha sido para mí fundamental: Juanma Medina, Pepe Moreno Losada, José Mari Barrantes, Manolo Ruiz... y luego Jose Rubio, Mario Corrales, Leonardo Terrazas, Eugenio Campanario, Javi el papa... me siguen acompañando y ayudando más de lo que piensan.
El traslado a Zafra me costó trabajo. Pero recuerdo una conversación con mi compañero en La Candelaria Manolo Cobo que me hizo encender una luz: "este es el hoy de Dios, olvida lo que queda atrás". La compañía y la tarea compartida con José Ángel Losada, Pedro García y Joaquín Macarro fueron estupendas. Mis vicarios de zona Santi Ruiz y Manolo Alegre me han echado cables importantes.
A la vuelta de Níger, en el momento más difícil, Antonio Becerra me supo escuchar y aconsejar muy bien: "ve directamente al obispo y aguanta el chaparrón". Paco Sayago me contrató para estar en su parroquia mientras viajaba a Venezuela, y fue una estancia breve pero balsámica. Desde entonces, su amistad y su sabiduría han sido fundamentales para mí.
En el arciprestazgo de Fuente de Cantos conocí a Antonio Acedo, a Jesús Chacón y a Apolo, que también resultaron decisivos en un momento especialmente delicado, y ellos saben por qué: ¡gracias! Juan Román creyó en mí cuando no había demasiados motivos, y me propuso unirme al equipo de la Delegación de PJ. Allí he tenido la suerte de aprender y de reír con Nacho Pérez García y Juanfran González Vizuete.
Y de mis vecinos de ahora, ¿qué puedo decir? Pues que me encuentro como en casa desde que llegué. Miguel Ángel González Vizuete, Pedro Alberto Delgado, Manolo Cintas, Paco Gallego, José Juan López y, por supuesto, Manolo Calvino me han tratado como a un hermano.
No me puedo olvidar de Nemesio Frías y Serafín Suárez; ni de Jose Mari Campanón, Antonio Cerro, Paco Maya, Vicente Martín, Casimiro Muñoz y todos los que hoy tengo la suerte de llamar compañeros. Lo siento, colegas, pero esto ya no tiene vuelta atrás; han efectuado la opción de compra y mi cláusula de rescisión es de 500 millones...
Pieza clave en el primer contacto con la diócesis fue José Antonio Salguero, que entonces era el vicario de Mérida. Fue él quien hizo de mediador entre la Congregación y D. Antonio Montero. Gracias a él pude vivir la experiencia peculiar de varios meses en Calamonte, sustituyendo a D. Osvaldo, que murió en una operación complicada. El obispo fue a celebrar el entierro y me dijo algo así como: "muchacho, apáñatelas hasta final de curso". ¡Gracias, José Antonio!
En el arciprestazgo de Zafra me encontré con Joaquín Obando, del que ya he hablado aquí; debe de estar disfrutando desde el cielo con este momento tan esperado. Él era el arcipreste, pero todos me recibieron muy bien y se esforzaron para que me sintiera a gusto desde el primer momento. Don Ángel Vinagre me ayudó mucho, porque no tenía ni idea de nada. Le debo una comida que él pagará...
Guadi, Miguel Ángel García Encinas, me fue a ver a Valencia en bici, y me decía: "¡sal de aquí, que te va a llegar la boina hasta los tobillos!". Él y Lolo Matos me invitaron a unirme al grupo de estudio del Evangelio, que ha sido para mí fundamental: Juanma Medina, Pepe Moreno Losada, José Mari Barrantes, Manolo Ruiz... y luego Jose Rubio, Mario Corrales, Leonardo Terrazas, Eugenio Campanario, Javi el papa... me siguen acompañando y ayudando más de lo que piensan.
El traslado a Zafra me costó trabajo. Pero recuerdo una conversación con mi compañero en La Candelaria Manolo Cobo que me hizo encender una luz: "este es el hoy de Dios, olvida lo que queda atrás". La compañía y la tarea compartida con José Ángel Losada, Pedro García y Joaquín Macarro fueron estupendas. Mis vicarios de zona Santi Ruiz y Manolo Alegre me han echado cables importantes.
A la vuelta de Níger, en el momento más difícil, Antonio Becerra me supo escuchar y aconsejar muy bien: "ve directamente al obispo y aguanta el chaparrón". Paco Sayago me contrató para estar en su parroquia mientras viajaba a Venezuela, y fue una estancia breve pero balsámica. Desde entonces, su amistad y su sabiduría han sido fundamentales para mí.
En el arciprestazgo de Fuente de Cantos conocí a Antonio Acedo, a Jesús Chacón y a Apolo, que también resultaron decisivos en un momento especialmente delicado, y ellos saben por qué: ¡gracias! Juan Román creyó en mí cuando no había demasiados motivos, y me propuso unirme al equipo de la Delegación de PJ. Allí he tenido la suerte de aprender y de reír con Nacho Pérez García y Juanfran González Vizuete.
Y de mis vecinos de ahora, ¿qué puedo decir? Pues que me encuentro como en casa desde que llegué. Miguel Ángel González Vizuete, Pedro Alberto Delgado, Manolo Cintas, Paco Gallego, José Juan López y, por supuesto, Manolo Calvino me han tratado como a un hermano.
No me puedo olvidar de Nemesio Frías y Serafín Suárez; ni de Jose Mari Campanón, Antonio Cerro, Paco Maya, Vicente Martín, Casimiro Muñoz y todos los que hoy tengo la suerte de llamar compañeros. Lo siento, colegas, pero esto ya no tiene vuelta atrás; han efectuado la opción de compra y mi cláusula de rescisión es de 500 millones...
martes, 12 de marzo de 2013
NECESIDAD DE AGRADECER
No sé si habrán empezado ya a elegir al nuevo Papa, pero no puedo concentrarme en eso. Tengo sobre la mesa un periódico con los nombres y las caras de todos los cardenales, pero no logro ponerme a hacer una quiniela, porque mis dedos se van al teclado. Y es que siento la necesidad, casi biológica de decir GRACIAS. No puedo por menos que comunicaros lo contento que estoy. Y por eso doy un telefonazo o un abrazo, pongo un sms, llamo por el skype o whatasppeo.
He recibido tantos mensajes, tantas felicitaciones... Hay tantas personas que se alegran con este tema de mi incardinación, que realmente estoy abrumado. Vivo en estado de celebración desde el viernes, con una sonrisa esculpida y el corazón vibrante. Es una felicidad desconocida, una especie de estabilidad en la alegría que me tiene asombrado.
Junto al Señor veo estos días que en todos los momentos, y especialmente en los más difíciles, siempre he tenido la suerte (...) de encontrar personas que han sabido escucharme, hacerme de espejo para que viera la realidad, apreciar la magnitud de mi dolor o mi confusión, darme el cariño que necesitaba. Es increíble pero es una verdad en mi vida. Y qué orgulloso me siento de eso, de todos vosotros, mis amigos.
Hasta en los sitios más recónditos. En Senegal me topé con Tessy, que me cuidó con gran delicadeza, supo recoger mis lágrimas, comprenderme y sugerirme quién me aconsejaría mejor; y me presentó al jesuita Louis. Años después, otra religiosa, Horténse (en lo foto, arriba con la toca), me propuso ir a su colegio a forrar libros y charlar con los niños en el recreo; era en Níger. Después de la comida y de una buena siesta, me escuchaba con atención y cariño, que buena falta me hacía. Tessy está hoy en Brazaville (Congo) y Horténse sigue en Zinder, pero sus sonrisas me han llegado por sms y Email (lo de las comunicaciones es un alucine).
Hubo períodos en que estuve de búsqueda, viviendo "fuera", sin actuar como cura. Durante uno de ellos, que pasé trabajando en Carmona, Luis Fernando y Rocío me recibieron en su casa, me dieron cama, comida y compañía. Nada más y nada menos. Fernando Báñez siempre me supo acompañar, desde que era joven salesiano: es un tesoro contar contigo.
En Valencia tuve la suertaza de descubrir auténticos amigos: Angelita y Vicente, Loli, Belén y Manolo entre otros... Ayer los llamé. Pero me queda pendiente un abrazote a Carmen Bellido, ¡te quiero mucho! Y también a Antonio Herrera, misionero en Burkina Faso y hermano del alma.
En Monesterio, Tere Lancharro me ayudó a encajar el golpe y a volver a sentirme yo mismo. María Luz Medina, en Zafra, me presentó a Adolfo Chércoles, que derrochó generosidad para darme los Ejercicios durante cuatro años. No sé si tendré vida para pagarle el gran bien que me ha hecho.
Lo que no tengo es espacio para poneros a todos. Lo mismo es que tengo que hacer una entrada compuesta solamente por nombres. Pues no es mala idea. Porque ésta es una historia siempre compartida, una obra en colaboración. Una fumata blanca de cariño todos los días.
He recibido tantos mensajes, tantas felicitaciones... Hay tantas personas que se alegran con este tema de mi incardinación, que realmente estoy abrumado. Vivo en estado de celebración desde el viernes, con una sonrisa esculpida y el corazón vibrante. Es una felicidad desconocida, una especie de estabilidad en la alegría que me tiene asombrado.
Junto al Señor veo estos días que en todos los momentos, y especialmente en los más difíciles, siempre he tenido la suerte (...) de encontrar personas que han sabido escucharme, hacerme de espejo para que viera la realidad, apreciar la magnitud de mi dolor o mi confusión, darme el cariño que necesitaba. Es increíble pero es una verdad en mi vida. Y qué orgulloso me siento de eso, de todos vosotros, mis amigos.
Hasta en los sitios más recónditos. En Senegal me topé con Tessy, que me cuidó con gran delicadeza, supo recoger mis lágrimas, comprenderme y sugerirme quién me aconsejaría mejor; y me presentó al jesuita Louis. Años después, otra religiosa, Horténse (en lo foto, arriba con la toca), me propuso ir a su colegio a forrar libros y charlar con los niños en el recreo; era en Níger. Después de la comida y de una buena siesta, me escuchaba con atención y cariño, que buena falta me hacía. Tessy está hoy en Brazaville (Congo) y Horténse sigue en Zinder, pero sus sonrisas me han llegado por sms y Email (lo de las comunicaciones es un alucine).
Hubo períodos en que estuve de búsqueda, viviendo "fuera", sin actuar como cura. Durante uno de ellos, que pasé trabajando en Carmona, Luis Fernando y Rocío me recibieron en su casa, me dieron cama, comida y compañía. Nada más y nada menos. Fernando Báñez siempre me supo acompañar, desde que era joven salesiano: es un tesoro contar contigo.
En Valencia tuve la suertaza de descubrir auténticos amigos: Angelita y Vicente, Loli, Belén y Manolo entre otros... Ayer los llamé. Pero me queda pendiente un abrazote a Carmen Bellido, ¡te quiero mucho! Y también a Antonio Herrera, misionero en Burkina Faso y hermano del alma.
En Monesterio, Tere Lancharro me ayudó a encajar el golpe y a volver a sentirme yo mismo. María Luz Medina, en Zafra, me presentó a Adolfo Chércoles, que derrochó generosidad para darme los Ejercicios durante cuatro años. No sé si tendré vida para pagarle el gran bien que me ha hecho.
Lo que no tengo es espacio para poneros a todos. Lo mismo es que tengo que hacer una entrada compuesta solamente por nombres. Pues no es mala idea. Porque ésta es una historia siempre compartida, una obra en colaboración. Una fumata blanca de cariño todos los días.
sábado, 9 de marzo de 2013
GRACIAS, DON SANTIAGO
Caían chuzos mientras conducía ayer por la mañana hacia Badajoz. Iba despacio y confiado a una cita decisiva para mi vida, un momento largamente esperado, un encuentro preparado con esmero. Y en esa conversación, franca y agradable, mi obispo Don Santiago García Aracil me dijo que sí, que me incardina definitivamente como cura de nuestra diócesis de Mérida-Badajoz.
En su casa, justo donde 9 años antes habíamos charlado por primera vez, se cerró el círculo. Ha sido un tiempo muy lleno, ¡cuántas cosas han pasado! Un cura de pueblo novato dando sus primeros pasos en Valencia y Valverde, con sus descubrimientos, sus agotamientos, la entrega a tope. Todo muy hermoso y muy nuevo, un descubrimiento feliz. Luego el traslado brusco, el bajón, la lucha, un obligado hervor, la adaptación... y el volantazo hacia África con el batacazo.
Ese fue el momento crítico, el punto de inflexión, y Don Santiago me trató como un padre. Más que las razones de un fracaso, recuerdo que le preocupó sobre todo mi estado físico, los kilos perdidos, la tristeza en mis ojos. Me supo escuchar y me dio una nueva oportunidad. Y ayer se lo agradecí expresamente. Es curioso: todo lo que le he pedido me lo ha concedido. Siempre. Así ha sido.
(Me voy al salón a llorar, no puedo seguir escribiendo...)
Muchos cambios, idas y venidas, experiencias, caídas, lugares, risas y también peligros y algunas zancadillas (que son como las meigas). Pero, sobre todo, muchos rostros. Ayer me felicitó un montón de gente, algunos viejos amigos, algún salesiano, pero en su inmensa mayoría fueron mis compañeros diocesanos y los amigos de ahora, personas con las que he conectado y compartido este camino. ¡Gracias por la parte que os toca!
La Delegación de PcJ, la JEC, el Rural... Y Los Valles, mis Valles, que son mi escuela de madurez, y a los que amo como el escenario de este momento. Estaba deseando contárselo a mi grupo del MRC en el pueblo. Es una sopresa constante: el Señor siempre nos da personas que nos acompañan y nos cuidan. Os doy las gracias desde el fondo de mi corazón.
(Otra vez me tengo que ir... Esto parecen las rúbricas del misal, jejeje)
Don Santiago, mi obispo, me acepta como cura suyo. Aunque es verdad eso de que "los curas escasean, etc.", aun reconociendo mis cualidades personales, es un acto de extraordinaria generosidad que no olvidaré jamás y que me hace mucho bien, más de lo que quizá él piensa. ¡Gracias, Don Santiago!
Los Ejercicios son una herramienta crucial en mi proceso. Siento,como nunca antes, una gran libertad. Me siento construido por dentro, con solidez desconocida. Un sms que Pepe Moreno me mandó antes de salir me hacía de música por la carretera: "estás incardinado en Cristo... ¿por qué temer?". Conducía y veía con claridad, porque los limpias me los había cambiado Enrique la tarde antes.
lunes, 4 de marzo de 2013
UN EMPEDRADO DE SÍMBOLOS
Ninguna persona viva ha visto jamás a un Papa renunciar. No disponíamos, en nuestro arsenal de sentimientos y de ideas, de registros a los que acogernos para saber cómo reaccionar. Ni siquiera el Vaticano, especialista en codificar ritos y tradiciones, sabía de qué manera expresar el hecho inédito de que un Papa deja de serlo por voluntad propia. Pero no es grave: los seres humanos necesitamos los símbolos para relacionarnos con la realidad y revelar nuestro mundo interior, y el genio del homo sapiens se puso a crear a todo trapo.
Lo fuimos viendo los días anteriores al momento del final anunciado: los zapatos rojos que ya no podrán volver a ser rojos, los sombreros y la esclavina que deben ir para siempre al guardarropa, la imagen de la silla vacía ("sede vacante") en la cuenta de Twitter papal, la permanencia en el blanco de la sotana, como si conservara una esencia y ganara en sencillez... Fueron detalles bonitos y algo pintorescos, con valor estético y por tanto mediáticos, de fácil conexión con la superficialidad que nos rodea. Por otro lado, había elementos que podían rescatarse, como el anillo del pescador, al que bastará con rayar para inutilizar sin que sea necesario destruirlo, perdido el miedo a la falsificación del lacre en la era de la impresora 3D.
¿Pero cómo escenificar que un pontificado termina... sin el aparato simbólico propio de la interposición de la muerte? Me atornillé a la tele aquella tarde del día 28, con los ojos rezumantes de curiosidad, y disfruté como un niño goloso del espectáculo. La hora exacta, el toque humano del personal apostólico despidiéndose del Papa saliente, las lágrimas del chófer (esperemos que no calculadas). El color blanco del helicóptero y el hecho de "ir al cielo" para salir, sin vuelta atrás, sin los paliativos de continuidad que podría indicar un corto recorrido en coche. Un hombre que se marcha definitivamente, que depone su poder sagrado y pasa a una especie de otra dimensión, en la que guardará casi a regañadientes un cierto halo misterioso pero inoperante.
El discurso en el balcón del palacio de Castelgandolfo fue el de una persona, un "peregrino", sin rastro ya del cargo, sin referencia política alguna. Y luego lo de la puerta. Las 8 en punto y la coreografía de los dos guardias suizos antes de marcharse: son el ejército del Papa y aquí no hay ya Papa a quien servir. Los gritos de la gente, la puerta que se cierra. Y sanseacabó. Bello, simple, y magnífico.
Benedicto XVI sigue vivo, pero el contenido de su jubilación emulará a la muerte: se enterrará en un monasterio de clausura, elegirá el silencio y muy probablemente no lo volvamos a ver. Una desaparición física paralela a la definitiva, porque un Papa emérito no debe interferir en nada.
Todo me parece extraordinariamente sobrio, plásticamente elegante, gráfico y desde luego eficiente. Sigo fascinado por la habilidad pasmosa de los hombres para generar un empedrado de símbolos por los que transitar cuando no hay camino hecho, como ahora. Con los símbolos hacemos circular los sentimientos y compartimos las experiencias, pero al mismo tiempo los tenemos como muñidores de la realidad, nos sirven para forjar la cultura y no solo para manifestar sus matices. Espero que nos quedará vida para apreciar cómo todo este curiosísimo proceso sienta precendente.