martes, 10 de septiembre de 2024

TENGO OTRA HIJA

 
Se llama Ilse del Pilar, casi como mi sobrina y mi abuela. Cuando su mamá, Nimia del Pilar, me pidió que fuera su padrino, sentí algo conocido que despertaba dentro de mí después de un letargo: una combinación de orgullo y responsabilidad, un estremecimiento de dicha que pelea por superar el pudor de aflorar. Retrocedí siete años atrás…

… a aquel instante de ternura vivido con Esperanza, mi hija. Ya lo conté acá, y al releerlo tiemblo de pura emoción. Solo días después de aquella mañana de enero me vine a la Amazonía, y pocos meses más tarde Esperanza fue adoptada y se la llevaron de Mendoza. Indagué, pregunté, llegué incluso hasta la Superintendencia Nacional de Adopciones en Lima vestido con clergyman (por si así me hacían más caso), pero por más que insistí me dijeron simplemente que ella estaba bien, en una familia estable, que no me preocupara, pero sin darme más datos de su paradero porque la ley lo impide.

Hace ya tiempo que desistí de intentar encontrarla. Saber que tiene unos padres que la crían con amor me da alegría, y ayuda a paliar la nostalgia de abrazarla. Quiero pensar que, ahora que va siendo más grande (debe tener unos 9 o 10 años), le hablarán alguna vez de sus padrinos, e incluso podrá ver fotos de su vida en la Casa Hogar, y de su bautismo. No lo sé. Sí estoy seguro de que la sigo queriendo inmensamente y que, donde sea que se halle, siempre será mi hija, y si me necesita, estaré para ella.

Regresemos a 2023. Sin esperarlo, Pilar se quedó embarazada. Todos en la ODEC (Oficina Diocesana de Educación Católica) y muchos en el Vicariato nos ilusionamos por esta yapa de felicidad que Diosito le quería regalar a ella y a nosotros. El final de la gestación y el parto no fueron nada fáciles, pero estuvo siempre muy arropada por Gerty, su pareja, que se comportó como un padrazo (envergadura tiene, desde luego), y toda esta familia de San José del Amazonas.

Ilse nació justo el día en que la Infanta Leonor de España cumplió la mayoría de edad, así que su chapa fue “la princesa”. No nos podíamos creer cómo esa bebe tan blanca había podido salir de una mamá tan negra y tan chica, y hasta hoy la fastidiamos con que alguien se la debió de cambiar en el hospital. La niña me sonrió la primera vez que la vi, y ya me enamoró de manera irremediable, como la selva.

Porque ese es su carácter, alegre y desenvuelto. Cuando se la ve medio cancamurriosa o reclamona es porque está malita. Come con apetito todo lo que se le ofrece, a pesar de que apenas le asoman unas cuatro diminutas ferocidades, en lenguaje de “Las nanas de la cebolla”. A menudo su mamá tiene que llevársela a la oficina y allá se convierte en el juguete de todos, y todo lo que pilla a mano, en su juguete; peligrando sillas, libros, la computadora, documentos varios y el pisapapeles de cristal.

Se acercaba el día de bautizarla. Y lo hice yo, aunque esta vez materialmente no le “eché el agua” (el ministro del sacramento fue nuestro obispo Javier), la bauticé porque soy su padrino. En el momento de contestar a las preguntas me pasé al lado del público, y después la marcó su madrina Siomara y yo le coloqué el paño blanco. El photocall completo la sostuve en mis brazos con mucha satisfacción y sosiego, como se puede apreciar.

A continuación, la fiesta. La prepararon los papás, yo intervine apenas con algunas sugerencias, y elegí el modelo de torta; pero era nuestra fiesta, y la viví como anfitrión generoso. Hubo un grupo de animación con un payaso, tuve que salir dos veces a hacer gracias, me pusieron un sombrero de mariachi, bailé con mi habitual destreza y me dieron como premios un peine (no se sabe muy bien para qué) y dos espejos de mano. Se sirvió arroz con pollo, apareció un ponche delicioso pero peligrosito, había varios maestros de ODEC y de nuestros colegios, nos reímos…

La música paró a una hora prudencial, los invitados se iban despidiendo de nosotros educadamente y se quedó la gente más íntima conversando, mientras los de la empresa iban desarmando el decorado y retirando las sillas. Al final los papás de Ilse y yo, los tres solos ya, recogimos los últimos cachivaches, nos felicitamos y dimos por terminado el evento con el corazón dulce.

Antes, en la homilía de la misa, traté de expresar cómo estos últimos meses, tan desolados, estoy sin embargo apreciando de manera nueva la dimensión de la entrega de los padres hacia sus hijos. El dolor que cargo, aunque es profundo, no supera al agradecimiento. Tener ahora a Ilse es una invitación a reproducir de alguna manera esa experiencia de amor singular, porque los sobrinos y los ahijados son lo más parecido a los hijos biológicos.

Dios me ha dado alguien a quien cuidar, por quien velar siempre, y lo haré como digno hijo de mi madre. El flujo de la vida continúa maravillosamente. Ilse hija, no te defraudaré. Siempre podrás contar con tu padrino; junto con tus papás, remaremos para que tu vida sea plena y feliz.

5 comentarios:

  1. Eres el mejor ,tienes un gran corazon

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  2. Que lindas palabras! Yo soy la tía (panameña) y soy morocha!! También me decían que me habían cambiado en el hospital je je je, mi hermano es muy blanco!! Mi Ilse un nombre muy especial para los Castillo.

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  3. Me alegran sus palabras,con mucho cariño para Nimia y ahora su hija, es maravillosa la gente de la selva, todos nos enamoran

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  4. Felicidades los padres han sabido elegir Un abrazo

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