viernes, 26 de enero de 2024

ADIÓS KATY, CARIÑO

 
A pesar de que llevamos unas semanas desolados, y los últimos días con el alma en vilo pendientes del celular, ni siquiera ahora que te has ido me sale hablar de ti en pasado, tal es el impacto que causaste en mi vida desde que te conocí, gemelo de la conmoción que ahora siento.

Tú tienes que hacerlo todo muy rápido; igual que ibas a toda pastilla por las calles de Chachapoyas, y saludabas a medio pueblo sin parar, yendo de casa en casa a dar la comunión, de ahí al hospital, y luego al comedor con tus niños, al mercado, de nuevo a la comunidad a recibir gente… así te has marchado, veloz como el vuelo de un cóndor perdiéndose hacia el horizonte.

Mi vida contigo es mi vida en el Perú, que pronto va a cumplir diez años. Tú eres para mí el rostro de aquellos días primeros, la sonrisa que iluminaba mi sorpresa ante tanta novedad, el consejo y sobre todo la acogida incondicional. Cada noche, cuando tus carreras habían cesado y lograbas sentarte un rato, me servías mi gelatina y en aquel momento de intimidad conversábamos tranquilos acerca de tantas cosas. Ahí nos dimos cuenta de que los días de tu cumpleaños y de mi ordenación coinciden: 6 de mayo. Fuiste lo más parecido a mi familia; ya lo conté entonces acá.

Como no he vuelto a Chacha desde que me vine a la selva, solo nos hemos visto un par de veces en estos últimos siete años, en Lima y una mañana de enero en Badajoz. Aunque no eres de enviar muchos mensajes, siempre hemos cuidado el contacto; por ejemplo: “Mi querido y siempre recordado César, hace tiempo que no nos comunicamos, pero el cariño y la amistad perduran en mi corazón. Espero y deseo te encuentres bien, y con muchas ganas de poderte abrazar”.

Esa eres tú: aprovechas el más mínimo resquicio para soltar un “te quiero”. Eres una de las personas que conozco que con más facilidad y naturalidad envía ese regalo verbal, crucial para la vida. Eso me ha dado la oportunidad de responderte lo mismo a ti, como un eco, y de aprender a expresar sin miedo el cariño. La última vez fue hace menos de una semana; Coro te puso al teléfono, nos saludamos un segundo porque tenías que descansar, y cuando ella y yo retomábamos la conversación, escuché de fondo tu “te quiero mucho”… Fueron tus últimas palabras para mí, y al recordarlo se me saltan las lágrimas y a la vez me siento orgulloso y feliz por ello.

Recuerdo cuánto sufriste por la enfermedad repentina de tu gran amiga Doris, que lamentablemente te precedió. Igual que tú hacías, he orado mucho al Señor de Burgos por ti, como me pediste. Es tu advocación favorita, a diario pasabas por la plaza y le saludabas con fervor, como una Chachapoyana más que eres. En la angustia y el desconcierto imploramos a Diosito lindo que haga un milagro, aunque sabemos que a menudo no puede…

Ya estás con Él y con ella en la plenitud de la vida, seguro que ya gozas y descansas, pero nosotros acá no entendemos nada. No puedo creerlo todavía y no sé cómo vamos a hacer ahora sin ti… Sí, me dirás que hay que seguir caminando, que la misión tiene que continuar, pero duele mucho y percibo que toda esta tristeza te llega, así que por favor ayúdanos un poquito.

Está amaneciendo en Lima. Pronto los pájaros adornarán el rumor de la vida que se reanuda, pero ya nada será igual. Te quiero Katy; me alegro de habértelo dicho en vida y pienso continuar diciéndotelo muchas veces más, porque no te voy a olvidar nunca. Gracias, cariño.

sábado, 20 de enero de 2024

ESTAMOS EN PROBLEMAS CON LA EUCARISTÍA


Hace poco, la pasada nochebuena, nos desplazamos a una comunidad llamada San Felipe, situada río arriba cerca de Tamshiyacu, a pocos minutos en motocar por una bonita pista. La experiencia fue muy sencilla y muy próxima a lo que estábamos celebrando: Dios se hace debilidad y pobreza para salvarnos. Al regreso me daba vueltas algo que había leído en una entrevista al cardenal Víctor Manuel Fernández a propósito de la publicación del documento 'Fiducia supplicans'.

Recordemos el revuelo que hubo a causa del permiso para dar la bendición pastoral a parejas en situaciones “irregulares”, incluyendo las uniones de personas del mismo sexo. El cardenal prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe dijo esto:

“El Papa entiende muy bien este tema de las "bendiciones populares", no ritualizadas, que son un rico recurso de la pastoral popular, un modo de estar cerca de todas las situaciones, a diferencia de los sacramentos que no siempre lo permiten”.

La negrita es mía porque es eso lo que me sigue cuestionando: ¿cómo es posible que los sacramentos no siempre permitan estar cerca de todas las situaciones? Si damos por buena la lectura teológica del clásico de Leonardo Boff “Los sacramentos de la vida”, que mucho estudiamos en nuestros años mozos, los sacramentos iluminan las circunstancias clave, los ejes que vertebran toda la existencia humana: el nacimiento, la madurez, la vida en comunidad, el amor, el servicio, el perdón, la enfermedad y la muerte. Entonces: ¿cómo es que los sacramentos no siempre permiten estar pastoralmente cerca de todas las situaciones?

Lo que aquella noche celebramos fue la Eucaristía; era un grupo de unas 25 personas, que participaron bien, sobre todo en los cantos. Pero cuando llegó el momento de la comunión, solo comulgamos los misioneros y el agente de pastoral que nos acompañaba; cuatro personas de fuera. Los de San Felipe, vecinos muy humildes que no tienen electricidad y se bañan en una quebrada aledaña, se limitaron a mirar cómo comíamos ese pancito tan extraño y exótico.

Y es que la Eucaristía, al menos para muchos católicos de nuestro territorio, es una rareza; y comulgar, además, un tremendo privilegio reservado a unos pocos elegidos. Porque si hubiéramos preguntado por qué no se acercaron a recibir al Señor, las respuestas hubieran sido: “porque no he hecho la primera comunión” y “porque no estamos casados”.

El caso es que esta comunidad está muy cerca de la sede parroquial, donde por muchos años ha habido sacerdote (aunque justo ahora no). Eso me hace pensar que tal vez allí no se visitó con asiduidad - seguramente porque no se pudo -, y por tanto no se fomentó suficientemente la celebración eucarística y no hubo formación para la participación plena de niños y adultos.

Además, probablemente se enseñó a la gente el requisito de estar “en gracia de Dios” (pero sin tampoco lograr potenciar el sacramento de la reconciliación en cualquiera de sus formas) y por supuesto “bien casados”, justamente lo contrario de lo que el Papa pide en Querida Amazonía 84: “en las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca”.

De modo que: hemos ido poco a celebrar la Eucaristía, y encima hemos cargado al pueblo pobre con una disciplina “que excluye y aleja, convirtiendo la Iglesia en una aduana”, en expresión de Francisco. Me da mucha pena, porque además justo en San Felipe son una comunidad unida, capaz de organizarse para lograr cosas y vivir mejor. Es decir, que cuadra muy bien la Eucaristía como icono de servicio al bien común, de amor mutuo, de compromiso con el Reino, de caminar juntos. Es lamentable que, para una vez que está el sacerdote en ese lugar, los católicos no pueden recibir el Pan de Vida.

La Eucaristía, que debería ser algo fácilmente accesible y vivido como clara luz que inspira y fortalece el proceso de la vida comunitaria, es percibida con perplejidad, casi como una extravagancia totalmente excepcional a la que por descontado ni se plantean acercarse.

Evidentemente estamos en problemas, no solo porque nuestra Eucaristía no está cerca ni sintoniza con las situaciones humanas de todos los días, que ya es triste, sino porque “no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía” (QA 89). Algo tendremos que hacer, ¿no?

(Continúa en la siguiente entrada)

sábado, 13 de enero de 2024

PAPA FRANCISCO: PAKRACHU, MAI MOÖ, DEOJI, MOENXI… ¡GRACIAS!

 
Querido Papa Francisco: un saludo cariñoso desde Indiana, a orillas del río Amazonas, donde nos encontramos los participantes en la Escuela de Formación de agentes de pastoral “Lorenzo Guibord”. Unas 90 personas, entre misioneros y laicos, soñando juntos una Iglesia con rostro amazónico y con rostro indígena; por esa ruta es por donde quiere navegar nuestro Vicariato San José del Amazonas, en Perú.

Tú eres nuestra gran inspiración, Papa Francisco. Sabemos que formamos parte de tus sueños, y estos días de estudio y capacitación acudimos con mucha frecuencia a tus palabras y escritos. El Sínodo Amazónico, que tú impulsaste, el documento Querida Amazonía, y todo este camino sinodal en que estamos embarcados son una gran luz en nuestro discernimiento y a la vez fuente de felicidad y energía.

Hace menos de un año terminamos nuestro Plan Pastoral. En él decimos que queremos ser “una Iglesia con rostro amazónico, inculturada e intercultural, impulsada por el Espíritu de Jesucristo en la defensa de la vida, la tierra y la cultura, con las personas y los medios necesarios para testimoniarle”. Como ves, en este sueño hay palabras textuales tuyas, porque tus propuestas son para nosotros tesoro y soplo del Espíritu.

En esta semana de formación, trabajamos en torno a la importancia capital de los laicos en el futuro de nuestra Iglesia selvática, y concretamente en el papel de la mujer. ¿Sabes que, en nuestro grupo, quizá por primera vez, hay más mujeres que varones? Han venido mamás con sus niños, profesoras, amas de casa, estudiantes… Todas ellas, junto con sus compañeros, han llegado con la ilusión de prepararse para servir a nuestro pueblo como Iglesia samaritana y acogedora.

Están también los indígenas, miembros de algunos de los nueve pueblos originarios que hay en nuestro territorio. Hablamos de defender las culturas, de dialogar con los saberes ancestrales, de preservar las raíces, de promover el cuidado, especialmente de los más vulnerables. Es así como nos has enseñado, querido Papa Francisco. Gracias.

Nos formamos especializándonos en diferentes servicios y ministerios que como Iglesia entendemos que necesita hoy nuestro pueblo: ministerio para el cuidado de la Casa Común, promotor de derechos humanos, acompañamiento de personas en situación de vulnerabilidad, catequista, acompañante de jóvenes, animador, ministerio de la comunión, de la Palabra, de música… Vamos vislumbrando la fisonomía de nuestra Iglesia vicarial, que desea ser cada vez más sinodal y ministerial, como tú pides a los católicos del mundo entero.

Tenemos tanto que agradecerte… Te sentimos como uno de los nuestros, y sabemos que contamos contigo. Por favor, envíanos tu bendición; y nosotros también te bendecimos desde este rincón de la Amazonía peruana, porque bendecir es invocar la presencia bondadosa de Dios y la protección de su amor. Por favor, no te desanimes ante las críticas, no siempre leales; ya sabes que el Señor Jesús tuvo muchas, pero eso no le detuvo en el cumplimiento de su misión. Somos muchos más los que te admiramos y agradecemos a Diosito el don que eres para la Iglesia y para el mundo.

Ashka pakrachu, mai moö, deoji, moenxi… ¡MUCHAS GRACIAS, PAPA FRANCISCO!

sábado, 6 de enero de 2024

PROPÓSITOS DE 1 DE ENERO

 
“Quiero ser una niña ejemplar”, escribió Dariana, de 11 años, en esta carta dirigida a Jesús el día de su primera comunión. ¡Y me la dio a mí! Estábamos en Santa María de Breo, en pleno Amazonas, más abajo de Pebas, rodeados por ysangos salvajes, pero yo era el encargado de hacer llegar hasta Diosito su deseo infantil y creyente.

Y, sí. Me sacudió ese viejo candor, esa inocencia, esa incondicionalidad del primer amor. No había traje de “pequeña novia”, solo unos sencillos leggins y un polo blanco. Escribo durante la Navidad, reducida a una caricatura comercial sin punche en medio de un mundo cada vez más violento, que agrede a través de las pantallas con crueldad. Y resuena en mí la llamada apremiante a volver a la ingenuidad, a la pureza, a la simplicidad.

Unos días más tarde, en una de las celebraciones de la Confirmación, percibí otro arrumaco de esa autenticidad imprescindible para arrancar la salvación cada mañana, esta vez en Xielo (con x ponía su solapín, pero se lee igual que con s). “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”, y casi no salió su voz de pura emoción, las lágrimas a punto, ella desbordante de alegría. Qué encanto.

Ahí está la salvación pues. En ese bebé. Y hoy, en este día de renacer o recomenzar, tengo ganas de escribirle igual que Dariana. Buscando al niño que hay en mí, y que tan desgastado está por los avatares de la vida adulta, esas inevitables situaciones feas que rasguñan la candidez original y agravian el corazón. No sé si me saldrá tan bien, pero ahí va:

Señor Jesús: en este año 2024 quiero ser un niño ejemplar. Al menos deseo ser fiel a mí mismo y a los compromisos que he asumido. Enséñame a amarme, escuchar a mi cuerpo y a mi espíritu, y cuidarme; a trabajar y entregarme sin romperme ni extralimitarme.

Agradesco (esta huambra escribe muy bien, casi sin faltas de ortografía) “por los animales, alimentos, el sol, el agua y por la naturaleza”. Todo lo que recibo cada día, desde que nací, sin que haya hecho nada para ganarlo o merecerlo; y que me permite vivir.

Tú me das tanto, que veo ahora una estupidez quejarme; pero eso es lo que hago casi a diario: reclamar, en ocasiones despotricar, incluso sentirme una víctima… A veces protesto ante una tarea, aunque dentro de mí sé que la voy a realizar (vaya zonzera). ¿Podrías Jesús por favor darme inteligencia, o sea, habilidad para examinarlo todo y quedarme con lo bueno (1 Tes 5, 21)?

Valentía para navegar dando las gracias, con los ojos abiertos y consciente de lo afortunado que soy. Y de eso, y únicamente de eso, hablar. En los momentos en que el mal se materialice ante mí o dentro de mí, entonces callar. Resistir a la tentación de “esparcir la mierda”, porque ¿para qué manchar más de lo necesario?

En general, Jesús, concédeme en este año nuevo la pericia de escuchar más y hablar menos. Cuando haya que abrir la boca, que diga “sí” cuando sea sí y “no” cuando sea no (Mt 5, 37) con asertividad, sin aspereza, pero con claridad. Y sobre todo, que sea capaz de expresarme desde mis afectos más genuinos y pueda decir “te quiero” y “te extraño”, palabras que sanan y procuran felicidad al tiempo de salir al aire a volar.

Que en 2024 me deje guiar por ti “en el camino correcto”, como dice la chiquilla. Que esté atento a los roces de tu Espíritu en el timón de mi vida, a tu acción suave pero inequívoca en los demás y en todo lo que ocurra, cerca y lejos. Ayúdame a “mejorar mi manera de ser”, bailando con los deseos y la realidad, avanzando hacia el hombre que tú quieres que sea, plenamente yo mismo.

Gracias por adelantado.