Atardece sobre la
quebrada, que en febrero ya discurre más abastecida, aunque todavía enjuta; las
márgenes tapizadas de verde y el sol derramándose blando sobre el agua, dejando
jirones turquesa entreverados con las nubes soñadoras. Yanashi es un
luminoso ejemplar de hermosura y humildad amazónicas.
Como conté hace un par
de entradas, en este puesto de misión, que comprende el centro poblado y una
treintena de comunidades, se han quedado sin misioneros de un plumazo.
Como no tenemos de momento a nadies para reemplazarlos, hemos de
inventar una manera de acompañar el colegio y la parroquia partiendo de una
premisa básica: la iniciativa y el peso de la tarea han de corresponder ahora a
la gente del lugar.
¿Acaso antes no fue
así? Pues… creo que no tanto. Todo ha dependido siempre de los misioneros,
de su capacidad para organizar y mover recursos humanos y materiales, y de
hecho Yanashi ha tenido históricamente grandes hombres y mujeres que se han
dejado el alma allí, y han ejercido decisiva influencia en la vida del pueblo. Mi
visita incluyó obligadamente una reunión de todas las autoridades, donde ellos
esperaban alguna explicación a “lo que ha pasado”; traté de dar la
cara y exponer con realismo la escasez de religiosas y sacerdotes.
Antes que armar o
programar nada, me parecía necesario darnos un tiempo para procesar juntos
la circunstancia que atravesamos. Porque creo que, más que una desgracia, es
una llamada y una oportunidad. Eso estuvimos descubriendo un grupo de
veinticinco personas toda una mañana de retiro junto al Pan expuesto,
con silencio, con escucha de la Palabra (la historia de Gedeón en Jue 6 y la
multiplicación de los panes en Mc 6) y compartiendo la oración; tratando de
discernir qué significa lo que estamos viviendo, qué quiere decirnos Dios y qué
pide a cada uno personalmente.
Fue una experiencia
nueva y sorprendentemente iluminadora para mí. Los animadores y agentes de
pastoral, varios con muchos años de navegación, se sintieron
interpelados de forma inequívoca a hacerse cargo de la misión, a vivirla como cosa
suya con una claridad y fuerza nunca antes percibidas. Comprendí que
cuando el Sínodo (Documento Final nº 92) habla de plasmar nuevas y originales “formas
organizativas para el ejercicio de la sinodalidad”, eso es ante todo un proceso
espiritual que requiere absolutamente “la participación efectiva de los laicos
en el discernimiento y en la toma de decisiones, potenciando la participación
de las mujeres”.
Intuyo que todo el trabajo desarrollado en los 62 años de presencia
de la Iglesia en Yanashi ha creado las condiciones para que estos laicos puedan
hoy dar un salto cualitativo, empoderarse y liderar la tarea evangelizadora y
educativa. La primera decisión, ya en el plano más operativo, fue designar
al Consejo de Pastoral, el grupo que va a coordinar la vida y acción de la
parroquia; y una vez definido el equipo, vimos quién podía ser la cabeza.
Y sí, será don César Atac, a quien el obispo confiará de manera oficial, “el
ejercicio de la cura pastoral” (DF nº 96) de esta parroquia y sus caseríos.
Y de ahí a repartir cometidos: quiénes van a celebrar los
domingos, quienes van a ser catequistas de primera comunión y confirmación,
quién se va a encargar de la pastoral social, de los jóvenes, con qué
periodicidad se va a reunir el Consejo, cómo va a ser para la preparación del
Bautismo, criterios para ser padrinos, fechas de la fiesta patronal… Quieren convocar
un encuentro de formación de agentes pastorales de toda la zona, ¡y hasta
planean hacer visitas a las comunidades!
Wow. “Falta la economía, a ver cómo la van a llevar”.
Silencio. Espinoso tema. De hecho, reanudamos la chamba al otro día en la tarde
porque por la mañana casi todos tenían una reunión sobre el cobro de la
“pensión 65”… dinero, culqui. Y esta historia continúa también en la
siguiente entrada.
Tristeeeee
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