La pandemia dejó exhausta a esta sociedad débil,
económicamente precaria, donde más del 30% de peruanos sale cada mañana a
buscar las papas de hoy chapoteando en el lodo de la pobreza. Las elecciones
del Bicentenario auparon a la presidencia a Pedro Castillo, en quien muchos
quisieron -quisimos- ver una expectativa de cambio, un posible revulsivo que
colocara en el foco a los humildes de la sierra y la selva frente al
dominio secular de “los dueños del Perú”.
Año y medio de despropósitos, zancadillas, errores de
bulto, corrupción, acoso y derribo por parte de aquellos que siempre habían
gobernado, carrusel sin fin de nombramientos y ceses de ministros…
Polarización agobiante, medios de comunicación asombrosamente (o no tanto, pues
quien paga manda) agresivos contra el presidente desde su primer día, presión
insoportable… hasta que todo reventó el día 7.
Tal vez nunca sepamos toda la verdad, pero creo que el
hombre se descontroló, en los últimos tiempos se había quitado su sombrero y trató
de huir hacia adelante a la desesperada, sus manos temblorosas en la pantalla,
intentó una jugada a todo o nada y no le salió. Y ahí se desbordaron la
insatisfacción, la frustración, la rabia, el dolor por la miseria y la
inseguridad, el miedo al futuro. La angustia de “los de abajo” estalló como
furia arrasadora.
Carreteras cortadas con piedras o neumáticos ardiendo;
violencia en las calles; el Congreso demora en acordar un adelanto electoral (no
quieren perder sus sueldos de 20.000 al mes), manifestaciones, el clamor de “¡que
se vayan todos!”; disturbios, saqueos; enfrentamientos entre distintos
bandos; excesos de las fuerzas del orden; ciudades enteras desabastecidas de
alimentos; violaciones claras de los derechos humanos; inmovilización social obligatoria
decretada por el gobierno; sedes de empresas y organismos públicos incendiadas;
cristales rotos; aeropuertos cerrados.
Muerte. A día de hoy, veintitantos fallecidos. Eso siempre reina, por desgracia.
La injusticia y la pobreza son la muerte prematura del pueblo menudo,
como dice Gustavo Gutiérrez. Agonía lenta pero fiera e implacable, como un
cáncer agazapado que de pronto da la cara sin piedad, cancelando cualquier brote
de futuro. Esas vidas cercenadas son un trasunto de lo que el país sufre hace
décadas, siempre.
Y así, en plena metástasis de desconsuelo, llega la
Navidad. Solo un pesebre, un cajón de paja donde comen los animales, para
el recién nacido. Dios en medio de un trauma, indefenso ante la magnitud de esta
herida social abierta y palpitante, desvalido junto a la sangre inútil de
los inocentes, que anticipa la suya propia.
El bebé no sabe hablar, pero es la más elocuente Palabra
que Dios grita, y hoy más que nunca, en esta tierra: calma, escucha,
diálogo; pero también conciencia, integridad, veracidad; comprensión,
encuentro, paz. Pero ante todo justicia, porque “no hay paz sin justicia”
(Juan Pablo II), y “la justicia y la paz se besan” (Salmo 85, 10). Indignémonos,
protestemos fuerte y pidamos que este sistema que supura sea volteado,
reclamemos con razón nuevas elecciones e incluso reformas constitucionales…
pero hagámoslo con misericordia y sin violencia, con la brújula de la
ternura y la estrella de la paz marcando el horizonte.
Como aquel pueblo, el Perú necesita una esperanza firme,
una luz grande, una promesa. Este país no es estéril, el amanecer está
en sus hombres y mujeres, ciertamente capaces de forjar un provenir mejor.
Dentro de ellos, de sus hermosas culturas, de su historia milenaria, de su
dolor y su grandeza, se manifiesta hoy, esta noche, el Niño que nos muestra el
camino, que nos enseña a vivir como auténticos seres humanos. Feliz
Navidad.
Me uno a tu sentir amigo César y gracias por ser tú Navidad para tant@s herman@s de nuestra amada y golpeada Selva. En la vulnerabilidad del Nacimiento de Jesús va mi abrazo de Esperar! 💔🙏♥️ . Gloria acj
ResponderEliminarCómo luchar sin violencia? Siempre me he preguntado. Cuando hay tanta injusticia, la sangre arde y buscamos apagar el fuego con fuego.
ResponderEliminarPero Dios Padre, que es infinitamente bueno e infinitamente sabio hace todas las cosas nuevas y nos responde siempre al tiempo preciso.
Jesus, un recién nacido, indefenso, puede cambiar y revolucionar los tiempos desde el poder del amor. Cada vez, en cada navidad.
Hoy hago oración por Perú. Por los más humildes y por los que sufren, por aquellos que fueron llamados a anunciar y denunciar, pero sobre todo, oro por aquellos que tienen en sus manos el cambio de raíz. Por la conversión de sus políticos y la esperanza de sus habitantes.
Animo Cesar .un abrazo
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