Nos hemos encontrado a gente muy buena, es lo que más
repetimos a la hora de regresar (escribo en los aeropuertos y en el avión).
Personas muy amables, acogedoras, abiertas a escuchar y muy dispuestas a ayudar
al Vicariato; también maravilladas de los misioneros y su trabajo, cosa que me ha
sorprendido a mí.
Ha habido visitas, diálogos, videollamadas, cenas, reuniones, entrevistas
radiofónicas… y por supuesto misas los dos domingos que hemos estado por acá. Y
las Eucaristías siempre me interesan y afinan mi sensor antropológico, tal
vez porque dicen mucho de la comunidad que celebra, pero también por el
gusto de sentirme pastor no importa donde esté.
Estábamos en el santuario de San Judas Tadeo en Chicago, parroquia de Our
Lady of Guadalupe que llevan los claretianos (curioso cómo esta Virgen últimamente
se hace la encontradiza conmigo en muchos detalles y lugares…). Necesitábamos
algunas copias del folleto explicativo (en inglés y español) que vamos dejando
por ahí; no problem, nos brindaron su tremenda máquina con calidad de
impresión profesional. Me fijé en el sistema de videovigilancia, unas
30 cámaras rodean el edificio y graban para su seguridad. Plata como cancha.
Otra cámara en un celular sobre un trípode retransmite la misa en streaming
por facebook, cosa tan habitual en los templos norteamericanos desde la
pandemia que se ha convertido en una rutina. Hay un diácono permanente, algo
por lo visto mucho más frecuente acá que en Perú o España. Hombres ya
mayorcitos, padres de familia y muy competentes y ágiles al menos en el aspecto
litúrgico. Sobre la marcha me indica que cada celebrante tiene su cáliz, y allí
había de hecho tres. También cosas del virus, me imagino.
Un joven acompaña los cantos al teclado; veo muchas flores naturales, sobre
todo delante del altar; la iluminación está armada un 90% con luces indirectas
y me encanta; hay entre el público algunas señoras mayores con mantilla a la
antigua usanza; todo es en español, de hecho en esta parroquia de barrio
hispano solo una de sus ocho misas de cada finde es en inglés; cuando ya
están colocadas las ofrendas salen dos parejas jóvenes con sus bebés recién
nacidos para que el sacerdote (en este caso el obispo) se los ofrezca a
la Virgen.
Hay una puerta que comunica la tienda de artículos religiosos y souvenirs
de St. Jude con la mera iglesia, la gente entra, compra y sale con
fluidez y yo me quedo a cuadros. Nos han explicado que San
Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles, es un auténtico fenómeno
socio-religioso en Estados Unidos y concretamente en Chicago. Hay asociaciones, novenas,
peregrinaciones, actividades, milagros, grupos… los donativos son tremendos. Es
probable que San Judas esté planeando apoyar al Vicariato, empresa casi
imposible, y si es así me tocará convertirme y dar la razón a mi mamá.
Llega la comunión. Acá las hostias son crocantes, al contrario que en mi
selva, donde la humedad las hace parecer chicle. Un niño comulga en la mano, su
mamá que está detrás le jala la hostia y se la come: a la salida me
pedirá disculpas porque su hijito no ha hecho todavía la primera comunión. Un
señor llega y abre las manos como en un gesto de abrazo pequeñito, asiente y se
vuelve a su sito nomás sin nada. Todo es posible en USA.
Al final de la misa el párroco sale a la puerta
en plena calle y saluda a todo el mundo al salir, algo muy bonito que
yo procuraba hacer siempre en Indiana. Estrechamos manos, conversamos, algunas
personas nos regalan dinero, y nosotros damos muchas bendiciones, incluso hay
botellitas de agua preparadas para ello. En Green Bay hubo hasta una invitación
a galletas, sándwiches, bombones, café y refrescos; los americanos siempre exagerados.
Cuando les hablamos de la misión y de la Amazonía,
la gente siempre nos expresa su admiración, una chica incluso habló de “héroes”, y eso me
deja atónito y pensativo. ¿Será para tanto y no lo apreciamos porque lo vivimos
desde dentro y nos parece natural? No lo sé, no lo creo. Seguramente todos,
los gringos y nosotros, quedamos agradecidos e impresionados, cada cual por
motivos diferentes, en estos encuentros entre dos mundos; pero con la
generosidad en común. Con esta sensación vuelvo a casa feliz.
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