Así reza -“El Señor ha resucitado”- la antífona del
Benedictus del tiempo de Pascua, bellísima, compuesta especialmente para los
norbertinos de USA, como todos los textos de la liturgia de las horas, que
ellos cuidan de manera especial. Durante cuatro días hemos disfrutado de su
hospitalidad y hemos podido conocer su vida, sorprendente e inspiradora.
No son monjes, son canónigos regulares fundados por San Norberto
de Xanten a comienzos del siglo XI en Prémontré (Francia), por eso también se
conocen como premostratenses o mostenses. Viven en comunidad pero no son
contemplativos, se dedican a diversos ministerios, como acá se
llaman las tareas pastorales: son profesores de universidad y colegios,
párrocos, predicadores de retiros, etc.
Son hombres muy especiales y preparados, hacen
doctorados, bastantes de entre ellos son músicos, aprenden idiomas, tocan
instrumentos, cantan magníficamente, los hay artistas, poetas con libros
publicados, uno corre maratones… Y claro, también hay misioneros, varios en
Perú y dos en nuestro Vicariato: el p. Lamberto Beaten, que murió
repentinamente el jueves santo de 2008 en Santa Clotilde, y el p. Jack
McCarthy, sacerdote y médico allí mismo durante años.
El propósito fundamental de nuestro viaje era visitar a
Jack, ya mayorcito, y también conversar con el abad. Hace décadas que la
abadía sostiene económicamente el hospital y la micro-red de salud del Napo, y
queríamos agradecer y pedir que continúen con su ayuda, y que además apoyen al
Vicariato, cuya economía es siempre frágil y precaria. En una reunión
pudimos expresar todo esto, aderezado con imágenes y explicaciones; el abad y
el ecónomo nos escucharon con mucha atención.
El p. Dane Radecki es el abad mitrado de San
Norberto, un hombre muy inteligente y con gran sentido del humor. En otros
momentos más allá de la reunión -en la noche o en el almuerzo- quiso seguir
compartiendo con nosotros. Cuando hay cambio de abad, los norbertinos
disciernen primero por cuántos años necesitarán al superior habida cuenta el
momento y las necesidades de la comunidad, y después lo escogen.
Interesante.
Es como un obispo con todas las de la ley (con mitra,
báculo, anillo, pectoral, escudo) pero con ciertas limitaciones: ejerce su
jurisdicción dentro de la abadía aunque no puede ordenar sacerdotes (ni
siquiera a sus hermanos) y preside confirmaciones cuando el obispo de Green Bay
le delega. Hace 900 años debió de ser una forma de proteger a los religiosos de
aquellos obispos señores feudales. Me gusta el hecho de que el abad es
elegido democráticamente, prueba de que eso no es imposible en la Iglesia.
A las 7:30 vamos al coro de la hermosísima iglesia abacial y
oramos laudes juntos. En la tarde toca Eucaristía y después vísperas (¿qué es
eso de mezclar las cosas en un chapo litúrgico? Nunca me ha gustado). Despacio,
con gusto, con delicadeza, siempre cantando. Al terminar las vísperas los
norbertinos se van a su sala de estar y durante media hora se toman una copa de
vino o una cerveza conversando tranquilamente en grupos, eso me ha encantado.
El fuego es solo un decorado de madera ficticia que no arde, pero el gas
calienta. De ahí pasan a la cena.
Una vida sosegada, en silencio, todo lo hacen sin estridencias
y con suavidad. Entramos en el cuarto de Jack y vemos que viven con sencillez,
no tienen baño propio, aunque nuestras habitaciones de invitados sí,
disfrutamos de todas las comodidades, incluso tele. Manejan propiedades y
rentas desde hace siglos y ayudan a muchas personas e instituciones, pero
tratan de ser austeros.
Desde mi ventana veo al fondo su cementerio, situado frente
a la iglesia. Presidiendo, la tumba del primer abad fundador llegado de Europa,
y en torno cruces blancas sembradas sobre la hierba, todas iguales, en hilera.
Simplicidad hasta la eternidad; armonía serena. Y siempre juntos. Un pie de
foto sobre el significado de la vida y un testimonio silente de que realmente
The Lord is risen en quienes siguen a Jesús y comparten con los más
pequeños. ¡Gracias norbertinos!
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