sábado, 26 de marzo de 2022

SINODALIDAD A FLOR DE PIEL


Al principio no se enteraban; a pesar de que las llamaban para que subieran al presbiterio, las mujeres, laicas y religiosas, ni se movían. Hasta que comprendieron que allá en la presidencia debían estar los y las responsables de los puestos de misión del Vicariato. Entonces tomaron su lugar y compusieron esta imagen para la historia, radiografía de la entraña sinodal de nuestra iglesia misionera.

Supongo que el regusto en el paladar de los días previos de asamblea las ayudaría a superar la inercia del clericalismo, que a todos nos suele hacer tropezar. Porque la Asamblea Vicarial, la número 53 del Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, ha sido una experiencia profundamente sinodal. Hubo que esperar tres años, puesto que en 2020 el comienzo de la cuarentena abortó esta cita anual, pero ha merecido mucho la pena.

Palpitaba en la atmósfera el deseo acuciante de estar juntos, de volvernos a abrazar, de sentirnos familia, y eso dejó sentir desde el minuto cero un enorme y radiante sentimiento de alegría. Nuestras mejores sonrisas se dibujaron para quedarse, la sinodalidad como energía envolvió al grupo, recorrió la maloka y nos conectó entre nosotros y con la Fuente, con suavidad y firmeza.

Allí estábamos todos, de nuevo, misioneros y delegados de los dieciséis puestos de misión del territorio, laicos, sacerdotes, indígenas, religiosas, obispo, ribereños, trabajadores de la oficina, niños, visitantes, profesores… Diferentes pero equidistantes del micrófono, libres para expresarnos y con la disposición a escucharnos con empeño. Se trataba de avanzar en el proceso del plan pastoral, y eso alineó dinamismos y cariños que quedaron plasmados en un excelente trabajo.

Fue un privilegio modelar juntos “el propósito” del Vicariato (qué palabra): su misión, visión y valores. Dialogar qué somos y qué queremos con la música de fondo del Sínodo y la pedagogía de Francisco en Querida Amazonía, conquistar una declaración de identidad y sueño, hilvanar pasado heroico, presente afanoso y futuro apasionante. Pronunciar los desafíos inspirando desde lo hondo esperanza. Todos iguales, todos importantes, todos jalando a una para surcar la misión.

Los detalles fueron claves. La esmerada decoración de los ambientes; las oraciones y eucaristías, preparadas siempre con tonos amazónicos; los refrigerios buenazos (hasta con chupete de aguaje); las dinámicas que nos activaron entre risas; los talleres de danza, artesanía y pintura; el comedor nuevo, amplio y fresco; los videos con los que arrancaba el trabajo de la mañana… Todo ayudó a crear un escenario especial al que cada cual sumó con sus responsabilidades, tareas y actitud.

Y en el vórtice de esta muyuna de ideas e ilusiones, una pareja: Henry y Mayté de la organización Kairós de Lima, los facilitadores de plan, amigos que desde hace un tiempo nos ayudan con entusiasmo y gratuidad a ir diseñando nuestra ruta para los próximos años. Su profesionalidad, su esfuerzo y su devoción por el Vicariato nos han hecho mucho bien. ¡Gracias!

La mística de la Asamblea es incomparable. El ritmo, lo que se comparte (pero sobre todo lo que no se dice), las noches largas, los encuentros personales, el equipo coordinador y sus reuniones, la proyección hacia el futuro, la convicción de que estamos decidiendo juntos, la pasión por responder mejor a los retos actuales… es un caudal donde todos remamos, que contagia y arrastra.

La Eucaristía final, con ese testimonio físico de la sinodalidad que llevamos en los genes en San José del Amazonas, culminó con la renovación del envío de los misioneros y agentes de pastoral por parte de nuestro obispo Mons. José Javier. Con estas palabras: “Que Dios les ayude a ser buenos misioneros en este servicio que les confía para amar y servir. Incluso en nuestra pequeñez y pecado Él nos elige para cantar el canto de su amor, la melodía de su misericordia y el himno de su justicia”.

La noche cultural puso la guinda a una asamblea que no se olvidará en años. La fiesta, que exteriorizó lo que se había vivido, nos acompaña en el retorno a los lugares y comunidades, donde la misión prosigue con nueva fuerza a través del poderoso deseo de una Iglesia con rostro amazónico.



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