Así, por ese orden, querido Miguel Ángel: eres misionero y “ahora obispo para Iquitos”, como muy
acertadamente dice Vatican News. Porque tu
shungo, tu vocación, lo que te
define, es ser misionero; lo de obispo es algo inesperado que te llega, lo
aceptas y lo incorporas a tu sueño forjado en “el río y la periferia”, como ha escrito Bea. Enhorabuena a ti,
y en ti a todos los que intentamos parecida navegación por nuestra Amazonía.
La noticia de tu nombramiento me agarró en plena gira por el
Putumayo, no podía ser de otra manera. ¿Recuerdas que hablamos por teléfono?
Eran los primeros instantes de una
emoción no registrada; ¡nuestro amigo va a ser obispo! Como si el Papa nos
hubiera pedido consejo o hubiera espiado tantas conversaciones de este
estilo: “los obispos de la selva deberían ser misioneros que conozcan la
realidad y se identifiquen con el proceso de plasmar una iglesia amazónica e
indígena”.
Adolfo Ramírez lo ha
expresado magníficamente en un comentario en el blog que tienes con Manolo: “Un cura misionero que vino de España con
toda la carga de formación ortodoxa que recibe todo sacerdote agustino, pero
que en la praxis pastoral fue descubriendo la verdadera revelación de Dios en
los hermanos nativos, en el rostro del Dios indígena amazónico. En estas
tierras de la yuca brava fue reenvangelizado desde los pobres; esperemos que su
doxa y su praxis pastoral como obispo de la selva continúen y se enriquezcan.
(…) El actual obispo sentimos que es de
los nuestros”.
Te llevaron tu mitra
los animadores de las comunidades, auténticos formadores de tu corazón de
pastor misionero. Recuerdo cuando Manolo y tú vinieron a Indiana hace dos años,
al encuentro de animadores (CEFAC), a dar un día de retiro en medio de temas
candentes: Iglesia sinodal y laical, interculturalidad, derechos humanos… Con
tu hablar pausado y concreto conectaste
instantáneamente con esos hombres de la ribera y del campo de una sabiduría
pegada a la tierra, gemela de la tuya.
En tu carácter
predominan la escucha y la observación. Eres un poco antropólogo y un poco
místico (tal vez esto te viene de la época de Martín Velasco); miras en silencio para comprender, pero
primero para contemplar. Dejarse impactar e implicarse, luego interpretar y
actuar. Lo que surge de ahí es luchar por la dignidad de los pobres, alzar
la voz ante los derrames petrolíferos o la draga del río (¿y qué pasa con los
espíritus que viven en el fondo?), ponerte al lado de tus vecinos de Punchana
que sobreviven en medio de aguas negras, hasta llegar a los tribunales.
Suavidad y vigor, calma y valentía.
De la fiesta de tu
ordenación me quedo con la alegría de la gente, la hermosura del salmo cantado
en kukama (“El Señor es mi pastor, nada
me puede faltar”), las pancartas, tu abrazo con Miguel Fuertes, los
aplausos… Manolo y yo estábamos, como todos, un poco sancochados bajo el sol, pero orgullosos de lo que teníamos la
suerte de presenciar. No puedo evitar que semejantes símbolos (cruz, mitra,
anillo, báculo) me impresionen, pero era más fuerte el regocijo por lo que significa tu nombramiento, lo que el Espíritu
pretende con sus caminos entreverados de paradoja, humor y sorpresa.
Incluso me fascinaron estas
palabras del Papa en las letras apostólicas: "Una cosa es lo que somos para nosotros, otra lo que somos para
los demás". Gracias por explicarme en la comida que son de San
Agustín, pero yo soy más de San Juan Bosco y San Ignacio. Llevo varios días
saboreándolas y… ¿me permites que te brinde un consejo? Por favor, sigue haciendo coincidir lo que eres para ti, lo que eres
para los demás, lo que eres para Dios y lo que eres para la Amazonía.
Te han elegido porque eres lo que eres y porque
eres como eres; y eres misionero. Mal harías en mudar de piel para algo meramente funcional. Lo que viene
ahora es una nueva fase de tu misión, la misma que Dios te dio desde siempre. Se fiel a ti mismo, a tu identidad, y serás
un excelente obispo, estoy seguro. Y cuenta conmigo si en algo te puedo
ayudar. ¡Felicidades, misionero!
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