A cinco
jornadas del final, pocos confiaban: después de haber pedido tal cantidad
de puntos frente a los dos grandes, su
aliento en la nuca rojiblanca, era una cuestión de tiempo que uno -o los dos-
nos alcanzara y superara. Porque “en
alguno de los partidos el Atleti seguro que falla”, repaso en whatsapp (qué cruel es la hemeroteca).
No contaban con la tenacidad y la fe en el trabajo de los humildes.
Es otra manera de entender la vida, como reza el eslogan del club
estos días. A todo el mundo le cae simpático el Atleti, es como el Robin Hood
que se atreve a pararse ante los poderosos, y cuando gana acontece una anomalía
digna de emoticono y felicitación. Pero
poca gente se atreve a ser colchonero hasta el tuétano porque eso conlleva
sufrimiento y paciencia. Es más fácil apuntarse al caballo ganador, Perú
está llenito de polos de Messi o Ronaldo, figuras y entidades que aseguran a
sus seguidores una rutina de uno o dos trofeos anuales.
Luis acuñó el famoso “Ganar, ganar y volver a ganar”, pero
yo creo que en el Atleti debería ser “Luchar, luchar y volver a luchar”,
o “Caer, levantarse, apretar los dientes
y continuar”, algo así. Por eso lo nuestro es intentar asaltar la Liga,
donde hay tiempo para varios tropezones, para hundirse y recuperarse con
resiliencia futbolística, con fe y esfuerzo.
Así hemos
vencido, exigidos hasta el último minuto, remontando los dos últimos partidos, con
la acostumbrada épica, al límite. Ningún colchonero dirá: “Yo lo
sabía, no tenía dudas”. Menos lobos, no lo teníamos tan claro, hemos
experimentado ya sobradamente que la catástrofe en la línea de meta está en
nuestros genes y quien diga que no temblaba, miente. Como dice mi amigo José
Ignacio Gómez Carrillo, el cagómetro
echaba chispas. Jeje.
Los colchoneros somos gente con los pies en la tierra. No estamos
todo el día entonando el “We are the champions”, no podemos competir contra los
poderes económicos y fácticos del deporte español, y lo sabemos. Además, como
somos “el pupas”, también tenemos asumido que la Copa de Europa se nos resiste
porque ahí hace falta una buena ración de suerte. No solo no nos traumamos por terminar una temporada sin rascar nada
(son dos títulos de liga en 8 años), sino que cuando nos toca lo disfrutamos al
máximo porque sabrá Dios cuándo volverán las mieles de la gloria.
Ha sido la liga más extraña, la de los estadios vacíos y el VAR
desnaturalizando el juego. El año en que fichamos a Luis Suárez, supuestamente
acabado para la élite, y él ha acabado por darnos la victoria con un gol que ya
es patrimonio del orgullo rojiblanco. La temporada de las lesiones, los
positivos por COVID y la afición gritando a las puertas del Wanda. Mirando un poco hacia atrás, reconocemos
que por una vez la vida es justa y ha ganado el mejor, aunque a punto estuvo de
irse todo al agua.
De modo que ahora celebramos, sin humillar ni creernos más que
nadie; no somos “el mejor club del mundo”, ni “más que un club”, intentamos
nomás ser fieles a quienes somos. Festejamos
con la fruición del menesteroso, apurando y archivando buenas dosis de regocijo
para cuando vengan torcidas, que será pasado mañana. Alzamos las manos y
recargamos nuestro ideario: "Un mito. Una fe. Nunca
abandonaremos". “Cree y verás la gloria”. “Si se cree y se trabaja, se
puede”. “El tiempo coloca a cada uno en su lugar”.
¡¡¡¡AÚPA
ATLETI!!!!!
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