También está río arriba y también era la primera vez que iba allí en
visita de animación, como Tamshiyacu. Y resultó igualmente una experiencia
grata, aunque más campestre, porque este
puesto de misión es como una gran finca donde la gente fue armando sus casas y
surgió un pueblito: Aucayo.
De hecho, 68 años después de que el joven franciscano canadiense
Severino Deshaies plantara su pie en este pedazo de selva (1953), todo el terreno del pueblo continúa en
Registros Públicos a nombre del Vicariato. Los misioneros serían como los
dueños del fundo, yo les fastidio diciéndoles que son unos caciques
descendientes de aquellos encomenderos
de la época de la colonización, de penoso recuerdo.
El equipo está formado por Andrez, presbítero diocesano, el más
joven de los tres sacerdotes autóctonos que tenemos y el último ordenado;
Ofelia, misionera laica mexicana con años de experiencia ya en el Vicariato; y
Leví, seminarista que realiza su “año pastoral”, tiempo de práctica como
preparación inmediata al diaconado. Las vibras que me llegaron de cómo es la
relación entre ellos fueron positivas, parece que se entienden y se ayudan a
pesar de ser tan diferentes.
Hubo la correspondiente reunión sobre el tema del trabajo en
equipo, pero acá el objetivo de la visita era presentar a Andrez como nuevo
párroco; a pesar de que es su cuarto año en Aucayo, toma el relevo del p.
Claudio, que ha sido trasladado a Yanashi. De modo que el domingo se hicieron sonar las campanas, que curiosamente están
colocadas en la casa y no en la iglesia, que queda como a doscientos
metros. “Será por una cuestión práctica”,
me contestaron cuando pregunté.
El templo es uno de los más nuevos del Vicariato, muy coqueto y de
bonitas proporciones. Fue acudiendo la comunidad y el aforo llegó hasta un 40%
más o menos. Esta aldea, nacida y crecida alrededor de la misión, se ha
mantenido a salvo de la invasión de sectas e iglesias de tipo evangélico. La participación fue activa, el espacio
celebrativo te permite conectar con el público, las risas y aplausos indicaban
que fue un momento ameno. La foto con el equipo corresponde al photocall del final de la misa.
Al pasear por Aucayo con la mascarilla te sientes extraterrestre,
porque absolutamente nadies lleva. Hay
dos poblaciones cercanas (y de dimensiones parecidas) a las que se accede en
motocarro: Gallito, también en la orilla pero más abajo, y Unión, hacia “el
centro”. En este último nos había invitado doña Zelmira, agente de pastoral
veterana, a almorzar en su casa, y llegamos con emoción porque en varios tramos de la pista el agua
alcanzaba hasta media llanta de la moto. “Está
subiendo, padre. Alaga completamente durante un mes y la gente va y viene nadando,
y los escolares en canoa”, explica don Pedro, esposo de Zelmira. Ella nos
obsequió una tremenda sopa y de segundo picante de pollo, todo rico, pero el
chapo de plátano que acompañaba… no creo haber probado jamás uno tan exquisito.
El colegio
de primaria y secundaria “Severino Deshaies” es, desde hace décadas, un pulmón
de desarrollo y cultura en Aucayo y su zona. Pertenece al Vicariato en convenio
con el Estado, así que es nacional y de régimen gratuito. Los misioneros están
implicados en el proceso pedagógico, pero la dirección hace tiempo que pasó a
manos de los laicos. Recientemente hemos presentado a la Diputación de Badajoz,
por medio de la Asociación CompromiSOS, un proyecto de mejoramiento y
ampliación de su sistema de energía solar. Fue un gusto conversar con la
directora, la profesora Leidy Mabel, y constatar su competencia y dedicación.
Noto cómo los isangos se me han subido al caminar por el pasto; la
extensión de la sede parroquial es tan enorme que se gastan una fortuna al mes
solo en cortar la hierba. La distancia a Iquitos, la población y el número de
comunidades (unas 30) son pequeñas, pero la
anchura, historia y calidad del servicio misionero que se presta en Aucayo son
colosales. Gracias por la hospitalidad y el cariño, el chilcano, la seda y la sonrisa de la señora Ludy. No
olviden que en la puerta de mi cuarto había un tronco con un panal de abejas
dentro; por favor, me guardan miel para la próxima visita.
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