miércoles, 25 de marzo de 2020

CUARENTENA EN INDIANA. ¿CERRAR LA SELVA?


Esta llegada al nuevo destino ha sido única en mi vida: entrar en la casa misionera y ya no salir a causa del coronavirus. Ni misa de presentación a la comunidad, ni saludo a las autoridades, ni reuniones, ni paseo por la calle para ir conociendo… nada de nada. Nomás encierro, inquietud y tedio, como tanta gente en el mundo entero.

Cuando el 15 de marzo los casos en el Perú alcanzaron los 70, el gobierno decretó el estado de emergencia con la consiguiente orden de aislamiento social. Comenzó el día 16, igual que en España, con la diferencia de que ese día se registraron allí más de 7000 casos y ya habían muerto más de 250 personas. Si España hubiera reaccionado con la misma rapidez, tendría que haber iniciado la cuarentena tal vez el 1 de marzo, cuando había 84 casos y ningún fallecido.

Es decir, España pasó de 1 a 84 casos en un mes (del 1 de febrero al 1 de marzo); Perú pasó de 1 a 71 en solo nueve días (del 6 al 15 de marzo). Todo esto significa que acá llevamos dos semanas de ventaja pero que quizás no sirva de nada porque parece que vamos bastante peor que en España. ¿Y pa qué todos estos datos? Pues para que vean lo que hace el aburrimiento de ya 10 días de reclusión.

El sábado 14 estaba en Iquitos. En la reunión del Consejo de Misión decidimos suspender la Asamblea Vicarial, programada para comenzar al día siguiente. A partir de ahí se desencadenó un maratón de llamadas, mensajes y gestiones para detener a los que aún no habían salido de casa y arreglar la manera de regresar a los que estaban ya en Indiana o Iquitos. Un lío agravado por la confusión y la desinformación: nadie te daba seguridad de nada.

El lunes, primer día del estado de emergencia, comenzó a restringirse la movilidad por el Amazonas. Iba en motocarro por la avenida La Marina y veía a los soldados con mascarillas deteniendo las motos y espaciándolas. En el puerto de Productores me dijeron que “posiblemente” habría deslizadores a Indiana ese día, pero que el martes ya no se sabía. Tengamos en cuenta que la única vía de comunicación, la única “carretera”, es el río (no puedes caminar o agarrar tu carro e irte tranquilamente a tu casa, como en Badajoz), de modo que existía un grave riesgo de que mucha gente quedara “atrapada” en la ciudad sin poder retornar a sus pueblos, y yo entre ellos.

A las tres de la tarde, quince o dieciséis misioneros esperaban en la lancha Gran Diego para bajar hacia Pevas, San Pablo y Caballo Cocha y volver a sus hogares; la embarcación no zarpó hasta las 11:30 de la noche, porque había más de 400 personas y Capitanía no dejaba salir a las motonaves con tanto peso. Me avisaron por whatsapp y ya pude dormir tranquilo; porque yo había conseguido subir a un rápido (una vez que vi que todo estaba más o menos en orden en la oficina) y me encontraba en Indiana desde el mediodía.

Al día siguiente se declararon los dos primeros casos de infectados por covid-19 en la región Loreto, ¿y dónde? En Indiana. Un guía turístico que trabaja en uno de los albergues de la zona había acompañado días atrás a un grupo de chinos; se sintió enfermo, se fue a la posta médica (¡a dos cuadras de donde escribo!) y enseguida, protocolo de evacuación al hospital regional de Iquitos, prueba, positivo y aislamiento.

La gente tarda en enterarse, de manera que los dos o tres primeros días se veía pasar por la vereda a mamás con niños, a viejitos… hasta que la municipalidad decidió limitar el horario de compras de alimentos de 5 a 8 de la mañana. Después de muchos comunicados por el parlante y avisos de la policía, Indiana por fin se desertizó. Aunque de vez en cuando se ve a algún irresponsable que no hace caso, como en todas partes.

Hay que entender que en este país, donde el 73% de la economía es informal (y más en nuestra región pobre extrema), esta situación lleva al límite a muchas familias que simplemente no tienen un sueldo y viven al día. El señor que ofrece maní por las mañanas compra la comida de ese día con lo que saca de su venta; los que llegan de las comunidades a vender sus productos al mercado allí mismo se abastecen para su familia. La precariedad es tal que pronto tendremos gente en la misión pidiendo comida, seguro.

Parecía que por estos lares el virus no iba a llegar, por la lejanía, el clima, etc. Pues toma: 208 casos confirmados en la Amazonía y un fallecido a día de ayer 24 de marzo, según REPAM ¿Qué hacer? Como decía un whatsapp que recibí hoy y me hizo sonreír: “¿Cómo, que allí también está esa cosa? Pues a ver cómo hacen para cerrar la selva, manda huevos”. (Continuará).

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