domingo, 17 de noviembre de 2019

CUATRO MARÍAS PARADAS


Cuando la procesión llegó a casa de doña Olga, se me escapó una carcajada. Allí estaban las cuatro, serias, firmes, como escoltando el altarcito del Señor de los Milagros que había alistado su abuela. Qué graciosas, tan solemnes, y qué precioso día de fiesta en Santa Rosa. Por fin buenas noticias.

Habíamos programado celebrar la misa mañanera el domingo. Donde tantas veces han acudido tres o cuatro personas, recibimos con sorpresa a más de treinta feligreses, incluido un grupo grande de niños que se preparan para el Bautismo y algunos jóvenes para la primera comunión. Todo se debe al buen hacer de Marco Salazar, un hermano de la Salle que vive en Tabatinga y que desde hace algunos meses se ha hecho cargo de la coordinación de esta comunidad tan difícil en plena triple frontera.

El hermano cruza el Amazonas varias veces a la semana y está logrando resucitar a esta gente. Los domingos arma su proyector, el parlante nuevo que ha resuelto (por decirlo en cubano), y va desarrollando una celebración interactiva de lo más interesante: niños y mayores siguen los cantos, las lecturas, las respuestas, aparecen imágenes en las que se apoya para explicar... Hay algunos profesores que ayudan, la iglesia está pintada, las colectas han pasado de 2,5 a 47 soles, y a nosotros nos hacen los ojos chiribitas.

Al finalizar la misa, empieza la catequesis, y eso sí que es un espectáculo. Derrochando pedagogía y creatividad, Marco mueve a los críos por toda la capilla, les repasa los hitos de la historia sagrada clavando nombres y fechas con chinches, es un actor que interpreta a Abraham, a José, al faraón, a Moisés, a Esaú y Jacob, a los profetas… Juega con los gestos y los tonos de voz, nos tiene a todos entretenidos y embobados, reímos y aprendemos. Les da a los catequizandos unos cuadernos donde van pegando y coloreando las diferentes escenas, y procura que retengan una idea fundamental de cada una. Es un educador experto y carismático, pleno de recursos y con mucha habilidad con los niños. No cabe duda: hemos dado con un crack.

A la derecha, de azul, el hermano Marco Salazar
Llega la tarde y aparecen los decoradores del paso del Cristo Moreno. Con ingenio acomodan el cuadro, lo aseguran y lo ornamentan usando maderas viejas, telas que encuentran, cintas de por ahí, botellas de plástico, flores naturales… Nosotros casi no intervenimos, no hace falta, es algo de ellos, su procesión, no necesitan cura ni monjas. Me digo que contemplar en vivo la iniciativa de la gente sencilla es reconfortante y “sinodal”, y especialmente en este sitio donde casi no habíamos dado una hasta ahora.

Salimos a la hora señalada (¡!) con el himno al Señor de los Milagros a todo volumen por el altavoz y Marco armado de megáfono invitando y bendiciendo a diestro y siniestro. Nos vamos deteniendo donde algunas familias han preparado su altar; en el colegio han formado una paloma de sal; en el centro de salud el personal sale a recibir el agua bendita con la que voy regando a cualquiera que se pone a tiro, porque lo del agua le encanta a todo el mundo.

La procesión no pierde unidades, es agradable y participada. Cuando retornamos a la iglesia continúa el show, hay unas oraciones, cantos que palmeamos, y finalmente a las cuatro marías les permiten agarrar al Cristo después de estar todo el camino reclamando y haciéndome risa a mí. ¿Existen misas, catequesis y procesiones dinámicas y divertidas? ¡Sí!

La gente se despide muy cariñosa de nosotros. Pasamos a la casa de la misión, que se ha alquilado a una familia y un profesor que la tienen bien cuidada. Nos permiten usar el baño y la ducha. Ya no podemos disponer de la maloka de invitados porque algún chalado la incendió hace unas semanas, así que dormimos en la capilla. Estamos cansados después de un día de un calor asfixiante, pero satisfechos y serenos: por fin parece que Santa Rosa empieza a carburar.

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