Cuando la procesión llegó a casa de doña
Olga, se me escapó una carcajada. Allí
estaban las cuatro, serias, firmes, como escoltando el altarcito del Señor de
los Milagros que había alistado su abuela. Qué graciosas, tan solemnes, y
qué precioso día de fiesta en Santa Rosa. Por fin buenas noticias.
Habíamos programado celebrar la misa
mañanera el domingo. Donde tantas veces han
acudido tres o cuatro personas, recibimos con sorpresa a más de treinta
feligreses, incluido un grupo grande de niños que se preparan para el
Bautismo y algunos jóvenes para la primera comunión. Todo se debe al buen hacer
de Marco Salazar, un hermano de la Salle que vive en Tabatinga y que desde hace
algunos meses se ha hecho cargo de la coordinación de esta comunidad tan
difícil en plena triple frontera.
El
hermano cruza el Amazonas varias veces a la semana y está logrando resucitar a esta gente. Los domingos arma su proyector, el parlante nuevo que ha resuelto (por decirlo en cubano), y va
desarrollando una celebración interactiva de lo más interesante: niños y
mayores siguen los cantos, las lecturas, las respuestas, aparecen imágenes en
las que se apoya para explicar... Hay algunos profesores que ayudan, la iglesia
está pintada, las colectas han pasado de 2,5 a 47 soles, y a nosotros nos hacen
los ojos chiribitas.
Al
finalizar la misa, empieza la catequesis, y eso sí que es un espectáculo.
Derrochando pedagogía y creatividad, Marco mueve a los críos por toda la
capilla, les repasa los hitos de la historia
sagrada clavando nombres y fechas con chinches,
es un actor que interpreta a Abraham, a José, al faraón, a Moisés, a Esaú y
Jacob, a los profetas… Juega con los gestos y los tonos de voz, nos tiene a
todos entretenidos y embobados, reímos y aprendemos. Les da a los catequizandos
unos cuadernos donde van pegando y coloreando las diferentes escenas, y procura
que retengan una idea fundamental de cada una. Es un educador experto y
carismático, pleno de recursos y con mucha habilidad con los niños. No cabe
duda: hemos dado con un crack.
A la derecha, de azul, el hermano Marco Salazar |
Salimos a la hora señalada (¡!) con el himno
al Señor de los Milagros a todo volumen por el altavoz y Marco armado de
megáfono invitando y bendiciendo a diestro y siniestro. Nos vamos deteniendo
donde algunas familias han preparado su altar; en el colegio han formado una paloma
de sal; en el centro de salud el personal sale a recibir el agua bendita con la que voy regando a cualquiera que se pone a tiro,
porque lo del agua le encanta a todo el mundo.
La procesión no pierde unidades, es agradable
y participada. Cuando retornamos a la iglesia continúa el show, hay unas oraciones, cantos que palmeamos, y finalmente a las
cuatro marías les permiten agarrar al Cristo después de estar todo el camino
reclamando y haciéndome risa a mí. ¿Existen
misas, catequesis y procesiones dinámicas y divertidas? ¡Sí!
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